Tensión en las aulas
«La ley de amnistía ha envalentonado a los cachorros totalitarios»
Los estudiantes de la asociación constitucionalista «S´ha Acabat!» temen que queden impunes las agresiones contra ellos en universidades de Cataluña
Hugo Escarpa ha tenido un arranque de curso movido. Este estudiante de Criminología de 19 años vivió el pasado cinco de octubre la jornada más tensa de su vida estudiantil. Ocurrió en el campus de la Universidad de Barcelona (UB), donde había acudido junto a un compañero para poner la carpa de la asociación constitucionalista a la que pertenece, «S´ha Acabat!». Ambos tuvieron que aguantar tres horas de acoso de los intolerantes de siempre que, según Hugo, están más crecidos que nunca por el contexto político de la negociación de la amnistía. «Hacía un par de días había estado en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde también nos escrachearon pero nos sentimos más seguros porque había un cordón policial. En cambio, en la UB estábamos solo dos y lo pasamos mal. Ellos eran muchos y no había protección, en cualquier momento podíamos llegar a las manos si a ellos se les iba la pinza. Fue todo muy tenso», recuerda en conversación telefónica con este periódico.
Este joven de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) explica que la sucesión de hechos es siempre la misma. Al principio se les acercan en son de paz, como disimulando, y poco a poco van subiendo el tono. «Primero vienen de buenas para maquillar la situación y nos preguntan por lo que hacemos, etc. Luego nos llaman fascistas y nos dicen que quitemos la señera porque no puede estar al lado de la bandera española. A partir de ahí la cosa se va caldeando y tratan de quitarte la mesa, romperla, robarnos la bandera, agredirnos...», asegura. Hugo sabe bien de lo que habla porque su labor en «S´ha Acabat!» es coordinar las acciones que se realizan en los cuatro campus. Define a esta organización nacida en octubre de 2018 y que cuenta con unos 300 miembros entre afiliados y simpatizantes como «una asociación de jóvenes patriotas que defiende la unidad de España, la bandera y la Constitución españolas en una Cataluña no independentista». Originario de Madrid, cuenta Hugo que se unió a ellos porque vio que era «una buena ocasión para luchar por la libertad de expresión en la Universidad».
El ambiente ya de por sí enrarecido se ha deteriorado en las últimas semanas, tal y como lo demuestran los ataques sufridos los días tres y cinco de este mes. En el primero, los Mossos d’Esquadra tuvieron que desplegar un cordón de seguridad para proteger la carpa, una anomalía que ya es rutina para este sindicato de estudiantes. Cada vez que van a realizar algún acto en un campus, avisan a los Mossos y a la Policía para que velen por su integridad física. El problema es que este curso se adivina caliente. «Están más envalentonados. La supuesta convivencia de que presume Pedro Sánchez es esta, gente amenazándonos, insultándonos y lanzándonos objetos. Desde 2017 la única diferencia es que ya no queman contenedores. Hasta que se hagan con el control total de la Universidad o traten de ilegalizar a nuestra asociación», continúa Hugo.
Además de malograr el ambiente, el supuesto perdón que negocia el Gobierno también podría interrumpir los procesos abiertos contra los radicales por agresiones que tuvieron lugar el curso pasado, alguno ya con fecha para la vista. Hugo sostiene que «la amnistía va a afectar a los juicios que tenemos pendientes. Hemos sido amenazados hasta por Oriol Junqueras, la ex consejera de Universidades de Junts per Catalunya, etc. Los políticos han sido siempre incapaces de condenar cualquier acto de violencia».
La actual presidenta de «S´ha Acabat!», Júlia Calvet, tiene la misma tesis. Esta joven estudiante de Derecho de 22 años cree que, si se aprueba la ley, la nueva camada del independentismo se va a sentir «totalmente impune». «No tengo ninguna duda. La amnistía no solo afecta a grandes niveles, también lo hace a pequeña escala. Los juicios por delitos de lesiones a nosotros quedarían detenidos, ellos también resultarían amnistiados. Los cachorros son los que les hacen el trabajo sucio, los que están en las calles. Unos son los políticos que mandan y otros los que ejecutan, pero los que nos enfrentamos a ellos somos nosotros», explica a través del teléfono.
A diferencia de Hugo, Júlia procede de un entorno catalán. Fue su experiencia en un instituto público de mayoría separatista lo que despertó su conciencia política: «Allí casi todos eran radicales, votaban a las CUP y lo admitían abiertamente. Decían cosas como que tendríamos que defender la independencia pasara lo que pasara. Este era el sentir también de la mayor parte de los profesores. Llevaba años viviendo en ese lado y me sentía muy sola en la defensa de la Constitución. Cuando llegué a la Universidad Pompeu Fabra conocí la asociación, me explicaron lo que hacían y me dije que ese era mi sitio. Podía decir lo que pensaba sin necesidad de discutir». Corría el año 2019, acaba de conocerse la sentencia del Procés y en aquellos «momentos difíciles» había que cuidarse mucho de lo que se decía y a quién, según ella.
En este otoño que se aventura caliente en las universidades catalanas, la asociación «S´ha Acabat!» no se atreve a anticipar si van a subir las adhesiones o más bien al contrario. Explica su presidenta que «en situaciones como esta también puede ocurrir que la gente que simpatizaba con nosotros reaccione con miedo al ver lo que les puede ocurrir también a ellos. Que se alejen porque no quieren que les hagan daño. Se trata de un sentimiento legítimo». Lo que sí se atreve a pronosticar es que cada acto que organicen va a ser ferozmente contestado: «Es el pan nuestro de cada día».
Esta semana, la organización que preside Júlia desde hace dos años ha enviado una carta a los rectores de todas las universidades públicas catalanas pidiéndoles que frenen el acoso a la lengua castellana en las aulas. En el texto, al que ha tenido acceso LA RAZÓN, se recuerda «la nueva campaña del ejecutivo de Pere Aragonés y el Departamento de Investigación y Universidades, de nuevo, con un único fin: perseguir el castellano hasta eliminarlo por completo en el ámbito de la docencia». Con el lema «si et canvien la llengua, no et tallis» (si te cambian la lengua, no te cortes), la Generalitat animaba a los universitarios a denunciar de forma anónima a través de los «buzones lingüísticos» a los profesores que eligieran el castellano para sus clases.
«La única lengua atacada aquí es el castellano. Aunque a la hora de matricularte puedes ver qué clases van a ser impartidas en cada lengua, hay profesores que cambian de pronto al catalán y no puedes hacer nada, Y, si les preguntas en español, te contestan en catalán. Es una falta de respeto total», aclara Hugo Escarpa. Según su experiencia, «por mucho que digan, al revés nunca ocurre y, al final, la mayoría de los alumnos son catalanes y a ellos les da un poco igual, pero a los de fuera nos molesta bastante. Con esto de arrinconar al español van conseguir que las universidades catalanas pierdan todo el prestigio que tenían en el mundo. Ya está pasando. Tratan de imponerte una lengua, es la única arma nacionalista que les queda. Están perdiendo todos los relatos».
En este sentido, la carta a los rectores incide en que «el fin educativo en sí mismo se está viendo claramente mermado por esta serie de medidas, atacando directamente a más del 50% de los estudiantes que tienen el español como idioma materno y tratando de imponer el catalán a toda costa. La lengua debe ser vista como un vínculo o una herramienta necesaria, mediante la cual se adquieren conocimientos, no como un arma de confrontación y crispación, en este caso, entre alumnado y docentes. El castellano, además de ser la lengua común de todos los españoles y símbolo de unidad y entendimiento, es una de las lenguas más habladas en todo el mundo». De momento, solo han recibido respuesta de una rectora. Dice que mensaje recibido, que «lo estudiarán».
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