Elecciones

Lo que se juega Navarra: ¿sumar o restar?

La presión social ante la formación de un Gobierno foral abertzale o constitucionalista pone a los socialistas en jaque.

La sociedad navarra está polarizada entre los que apuestan por el continuismo nacionalista o por el bloque constitucional liderado por Navarra Suma. Foto: Cipriano Pastrano
La sociedad navarra está polarizada entre los que apuestan por el continuismo nacionalista o por el bloque constitucional liderado por Navarra Suma. Foto: Cipriano Pastranolarazon

La presión social ante la formación de un Gobierno foral abertzale o constitucionalista pone a los socialistas en jaque.

«Estoy harta de tanto teatro y de que unos y otros conviertan a Navarra en moneda de cambio», dice rotunda Marta. Y es que la que ha sido su tierra desde que nació se ha convertido, tras las elecciones del 26-M, en un punto caliente para los pactos de gobernabilidad, no sólo a nivel autonómico sino en dimensión nacional. La división salomónica entre los constitucionalistas y los independentistas en el territorio foral volvió a evidenciarse en los pasados comicios y ahora es el Partido Socialista Navarro (PSN) el que debe elegir el futuro de esta comunidad que se debate entre la vasquización del territorio, emprendida por el cuatripartito liderado por Uxue Barkos y sus aliados de Bildu, o el respeto a la unidad territorial y defensa de la Constitución que abraza la coalición de Navarra Suma (UPN, PP y CS).

«Lo que ocurre aquí es que los socialistas nunca se han definido; es más, si fuera por lo que han hecho en el pasado te diría que darán el apoyo a Navarra Suma, porque parece que son poco de izquierdas, pero como ahora están también pendientes de formar gobierno en España ya no te sé decir», añade esta mujer de 42 años que reconoce que votó al bloque conservador. «Lo que más me preocupa es la inestabilidad que siento, parece que les importan más los de fuera que los de dentro. Si hubiera sido otro el contexto estoy segura de que Chivite facilitaría el gobierno de Navarra Suma», añade.

Pero en Pamplona, la procesión va por barrios y Quique, un ingeniero treintañero, dice que es la hora de que por fin los socialistas digan públicamente qué quieren. «Ahora se les verá la verdadera cara: son de izquierdas o no», dice. Para él, el cambio de estos últimos cuatro años ha sido «significativo» y «positivo». «Ellos van hacia una política más abierta, más cercana y eso de que quieren imponer el vasco es mentira porque ese sentimiento lo llevamos en el ADN de toda la vida y no hay que asustarse. Lo que han hecho Bildu y Garoa Bai es normalizar el sentimiento vasco», añade este pamplonica. El fin de ETA, según él, ha hecho que la gente que antes no votaba a partidos como HB ahora sí lo hagan por Bildu, y critica a los que utilizan las banderas españolas para desacreditarles y llamarles terroristas. «Eso no hace más que polarizar nuestra sociedad y aquí cada día se ve que la división es mayor», sentencia.

No lo ve del mismo modo Maribel Vals, de Vecinos de Paz, que recuerda que en la formación el próximo gobierno navarro «está en juego la libertad». Y es que con Barkos, asegura que solo han tenido «imposición tras imposición». Destaca que constituyó la «pérdida de la dignidad» y, también, un agravio para las víctimas. «Se tiene muy en cuenta que cuanto menos, no condenan el terrorismo, y es que en muchas de las listas hay gente que perteneció a ETA o ha hecho labores de abogados de etarras». «Se está intentando blanquear el mundo de la barbarie». Vals apunta a cómo el Gobierno de Geroa Bai «sacó adelante el departamento de la mentira –llamado Paz, Convivencia y Derechos humanos–, para, supuestamente, mirar por todas las víctimas». Apunta a que también se han hecho homenajes a las víctimas del terrorismo a los que también acuden familiares de los terroristas, o cómo aprobaron la ley de abusos policiales.

Juan Carlos Laboreo, presidente del sindicato Afapna, el segundo mayoritario en Navarra, destaca qué cosas están en juego en Navarra en estos momentos. Denuncia la «triquiñuela» que se hizo desde el Gobierno navarro, mes y medio antes de las elecciones, para que el sindicato abertzale LAB copara la administración pública. «La agencia navarra de emergencia, donde se engloba la Administración general, la declararon organismo autónomo para así obtener la representación mayoritaria. Son los que determinan el perfil administrativo y si así la copan de personas afines, mejor para ellos». Y es que el 98% de los navarros no se puede presentar a unas oposiciones porque «no existe la igualdad de oportunidades». El sindicato integra también al funcionariado educativo y médico, entre otros, y subraya los problemas derivados de la supremacía del euskera frente al castellano. «Va en perjuicio porque, por ejemplo, no encuentras especialistas de pediatría como ocurrió en Alsasua».

En el ámbito educativo se ha seguido el patrón de la inmersión lingüística vasca. En Navarra un 93% es castellanohablante y un 7%, vascoparlante. Sin embargo, en algunos casos se ofertó hasta un 50% de plazas en vasco. «Esto es un tsunami y está marcando a las nuevas generaciones», dice Laboreo. Otro ejemplo es cómo el Gobierno de Barkos subvencionó el comedor y el transporte público de aquellos niños que se decantaron por el modelo «D» en euskera, mientras para los que optaron por el modelo en inglés no hubo dicha subvención.

Otra de las luchas del nacionalismo ha sido la expulsión de la Guardia Civil de Navarra. Presentaron un plan director de Policía que dice que la Policía Foral tiene que ser una policía integral y desaparecer el Instituto Armado. Pero finalmente no lo llevaron al pleno, pues «sabían que estaba perdido», destacan fuentes de este cuerpo. También se metió con la transferencia de tráfico con un matiz: Barkos quiso que fuera para la Policía foral con la idea de expulsar a los guardias civiles. Sin embargo, los no nacionalistas apuestan por tener la competencia, de manera que el servicio lo preste el Instituto Armado y las multas las cobre la comunidad foral. «Nuestra salida supondría una reducción importante de medios materiales y humanos y con ello el menoscabo en la seguridad de las carreteras navarras», destacan. «Queremos seguir realizando todas nuestras funciones», apuntan las asociaciones de los agentes.

En medio de esta división social, los políticos navarros siguen negociando a la espera de alcanzar un acuerdo que incline hacia uno u otro lado la balanza. La tensión política se traslada a la calle y la crispación aumenta cada minuto. «Los resultados electorales fueron una respuesta clara de que Navarra no quiere políticas nacionalistas, sino de progreso», destacan fuentes de Navarra Suma, que advierten de que «si nos roban el gobierno, que no pretendan luego que apoyemos sus presupuestos». La guerra está servida y Moncloa espera.