Política

Elecciones europeas

Los socialistas esperan fijar la magnitud de la derrota

El PSOE no recoge los beneficios de un desgaste del PP en el Gobierno

Elena Valenciano, en la furgoneta en la que se desplaza cada día acompañada de su equipo
Elena Valenciano, en la furgoneta en la que se desplaza cada día acompañada de su equipolarazon

El PSOE no gana una contienda electoral desde 2009. Perdió las europeas de ese año y empezó su caída libre. Desde entonces, los socialistas no han levantado cabeza. Las medidas aprobadas por Zapatero en 2010 cavaron un foso del que el PSOE no ha sabido salir. A partir de ese momento se han sucedido las derrotas. Las catalanas de 2010 y 2012, las generales de 2011 y el duro correctivo de las municipales y autonómicas de ese mismo año fundieron en negro al socialismo español. Sólo Andalucía, donde la dulce derrota de Griñán les valió continuar al frente de la Junta por el pacto con Izquierda Unida, y Asturias han sido balones de oxígeno en estos años de la travesía del desierto.

Al desconcierto ideológico, que se ha extendido como una epidemia por el conjunto del socialismo europeo, hay que sumar en España la debilidad interna. El Congreso de Sevilla lejos de solucionar los problemas de dirección los ha agravado como muestran unas encuestas que dibujan un panorama sombrío. Rubalcaba sólo intenta salvar los muebles pero no se revela como el líder que se necesita en tiempos difíciles.

«Está todo tan debilitado que parece que el único fuerte es Rubalcaba», analiza un dirigente socialista al que no le duelen prendas reconocer que «está cundiendo la desmoralización». Los socialistas afrontan estas europeas con unas pobres perspectivas. Ninguna encuesta les da como vencedores a pesar del duro desgaste sufrido por el PP. Ni la cacareada recuperación económica que no llega a muchos sectores ciudadanos, ni los duros recortes en servicios, ni los escándalos de corrupción, ni los silencios dubitativos del presidente Rajoy, han sido suficientes para que el PSOE se convierta en referente y tenga la iniciativa política. Al PSOE sólo le queda aferrarse al bipartidismo. Si bien muchos analistas ponen en cuestión este sistema, no parece que las cosas vayan a cambiar. El PSOE no recoge los beneficios de un desgaste en el Gobierno por parte del PP –estos réditos van a parar a Izquierda Unida por un lado, y por otro a UPyD– pero no se hunde como le ocurrió a la UCD en 1982. Sigue siendo el partido más organizado y con mayor presencia en el territorio, junto con los populares. A esto se aferra Rubalcaba y su equipo para evitar el cambio que a todas luces necesita el PSOE si quiere volver a ser alternativa de gobierno. Sin embargo, la tarea es ingente porque el PSOE no tiene una alternativa creíble y, sobre todo, acumula «cabreo» de los ciudadanos que le han girado la espalda y han depositarios de su apoyo a otras fuerzas políticas.

Con este escenario, Elena Valenciano asume la candidatura del PSOE en estas europeas con el objetivo de intentar recuperar el voto de la desesperanza después de dos años de gobierno Rajoy. Si las encuestas no yerran, una buena parte del electorado todavía no ha decidido su voto, y es ese voto el ansiado por los socialistas. Muchos de estos electores han abandonado al PP, pertenecen a sectores de centro moderado, están descontentos con el Gobierno y las europeas –guste o no guste– son unas elecciones muy propicias a pegar una «patada en el culo» a los tuyos para que enderecen el rumbo.

Valenciano no es una mala candidata. Le va a poner empeño y tiene su carta de presentación en el aspecto de las libertades individuales y la lucha contra la desigualdad social. Sin embargo, su tarea es compleja y su objetivo –ganar- harto complicado. La primera piedra en el zapato de Valenciano se llama Cataluña. El PSC cae de forma abrumadora en las encuestas. Las más positivas adelgazan el apoyo a los socialistas catalanes a la mitad que tuvieron en 2009. Otras, tienen peores augurios. Lo que apuntan todas es que el socialismo catalán ha dejado de ser la fuerza hegemónica de otros tiempos. Ahora en Cataluña la incógnita no es saber si gana el PSC o CiU. La incógnita es cuál de los dos partidos soberanistas se lleva el gato al agua. En Valencia o Madrid se puede ganar pero en su conjunto no aportarán el caladero de votos necesario para compensar las turbias aguas catalanas y los desfases que se puedan producir en otras comunidades. Sólo queda Andalucía para compensar. Se espera mucho de Susana Díaz pero de momento la presidenta andaluza es humana y no va por el mundo con varitas mágicas.

Ante esta situación, Rubalcaba y Fernández Vara han movido pieza en Extremadura. La moción de censura no se presenta tanto –que también- contra José Antonio Monago sino que se presenta contra Izquierda Unida. Los de Cayo Lara se presentan como los únicos que plantan cara a la derecha y pueden quedar retratados a diez días de las elecciones como los únicos que evitan la caída de un gobierno de derechas.

Los socialistas han cerrado filas ante las europeas aunque la procesión vaya por dentro. Quien más, quien menos, también tiene la vista fija en el mes de mayo de 2015 en el que se celebrarán las municipales y las autonómicas. Pero todos, me atrevería a decir que sin excepción, están esperando el 26 de mayo. Ese día se puede destapar la caja de los truenos en función de la magnitud de la tragedia. Si Valenciano consigue dar el vuelco a las encuestas, Rubalcaba se sentirá legitimado para llevar el timón y marcar la pauta. Mantendrá el poder y el control del partido aunque el PSOE siga vagando por el desierto. Si Valenciano es derrotada, Rubalcaba pagará el pato. Sólo falta saber cuál es el precio. Unos abogan por primarias inmediatas más un congreso que deje el partido en manos de un nuevo líder. Otros se aferran al poder y quieren que el sucesor sea elegido por un grupo de notables que un congreso respalde. A la vieja usanza. Todos esperan el día 26 calculadora en mano. Sólo quieren saber cuál es la magnitud de la derrota. Nadie en el PSOE espera que en este 2014 cambie el ciclo electoral.