Política

Pascua Militar

Melchor, Gaspar, Baltasar... y Don Juan Carlos

La Razón
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Uno de los errores más clásicos de quienes desconocen lo que es una monarquía –o una de las bazas que los antimonárquicos usan para propugnar defenestraciones de reyes por la vía de la abdicación– es considerar que reinar es un «trabajo»y, por tanto, una labor que tiene implícita el descanso de fin de semana y la jubilación. Pero es más que eso. Es una función y un deber, y supone la consciente asunción de por vida de una nada fácil responsabilidad proveniente del linaje y de una Constitución refrendada. El Rey, lo mismo que el Príncipe de Asturias, lo es las veinticuatro horas del día.

Tenemos la suerte de que Don Juan Carlos sabe muy bien quién es, cuál es su función y cómo llevarla a cabo: la experiencia es un grado. Eso va a ser imprescindible en este nuevo año en el que habrá de poner todo su empeño en contrarrestar fuerzas centrífugas que intentan –mediante hechos consumados– desmembrar esta España de cuya unidad es símbolo. Me atrevería a aventurar que ésa es una de las mayores preocupaciones de nuestro monarca. Y no es para menos. La función moderadora y arbitral que el Rey ejerce se habrá de poner de manifiesto con toda su fuerza, procurando aportar unidad, continuidad e identidad, mediante el consejo certero y la palabra oportuna y discreta.

El Rey nació una víspera de Epifanía y, desde luego, no estaría de más que se encomendara a Melchor, Gaspar y Baltasar para que le iluminen y le permitan hacer la magia de sacar afecto de donde algunos sólo introducen odio. Y ser –como hasta ahora– el Rey de todos los españoles, incluso de los que no quieren serlo, seguramente porque no han caído en la cuenta de que pertenecen a un gran país, uno de los más relevantes en la historia.