Política

La Razón de... Jorge Fernández

Merecido homenaje

La Razón
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La solidaridad no es conmigo, sino ante todo para la Policía y la Guardia Civil. Con estas palabras, junto a su esposa Asunción, entraba Jorge Fernandez en un salón abarrotado para intervenir en LA RAZÓN. Fueron éstas sus primeras palabras, modestas y sinceras, al advertir el cambio escénico del tradicional acto en la Casa del Periódico. Por vez primera, tras el invitado, presentador y periodistas de rigor, se ubicaban todos los altos mandos del Ministerio del Interior. Un significativo símbolo, que el ministro agradeció hacia quienes realizan el trabajo más duro y menos lucido. «De ellos es el mérito de una España segura», comentaba el ministro fijando la mirada en sus colaboradores. Pocas veces un político concita todos los estamentos de la sociedad civil y militar. Gobierno, partido, empresa, iglesia, judicatura y fuerzas armadas. Como ministro del Interior, le han tocado sucesos luctuosos y dolor sin tregua. «Estaba preparado, aunque a la tragedia nunca te acostumbras», susurraba ante centenares de invitados que le asediaban hasta llegar al estrado. «Injusto, muy injusto lo que dicen algunos», comentaban los asistentes al evocar el drama latente estos días en Ceuta y Melilla. Jorge Fernández asentía, con el rostro de quien conoce su oficio y lo afronta con coraje. Rodeado, en especial, de Ignacio Cosidó y Arsenio Fernández de Mesa. Este último, director de la Guardia Civil, uno de los más felicitados. Y allí estaban todos. Soraya, como gran capitana del Gobierno, junto a los ministros Ana Pastor, Gallardón y Ana Mato. El partido, con su lideresa jefa, María Dolores de Cospedal, y Javier Arenas. Las dos damas de Madrid, Ana Botella y Cristina Cifuentes. Cataluña, en pleno. Alicia, Milló, Cornet. «Es catalán y de los nuestros», repetía Sánchez-Camacho a todo el mundo. El tejido empresarial, de primera: Brufau, Reinés, Florentino, Monzón. Las víctimas, por supuesto, con Ángeles Pedraza y Marimar Blanco. Altos mandos de las fuerzas de Seguridad del Estado, sin olvidar a la Iglesia. Es Jorge Fernández hombre de profunda fe, y allí acudieron varios prelados, con el secretario general de la Conferencia Episcopal española, José María Gil Tamayo, en cabeza.Fue un discurso meditado, en el que el ministro conjugó legalidad y derechos humanos. Con algunas menciones especiales: a las víctimas, a la tragedia de la inmigración ilegal, a Francia, por su colaboración en la lucha contra ETA, y a los jueces que han perseguido a terroristas. Aquí citó al embajador francés en España, y al juez Fernando Grande Marlaska, ambos presentes en el acto. Dolido, sin disimulo, por la actitud del PSOE ante los sucesos de Ceuta y Melilla. Como alumno aventajado, tiró de hemeroteca, sacó el Diario de Sesiones del Congreso y recordó las palabras del entonces ministro del Interior socialista, José Antonio Alonso. También las de Elena Valenciano, como eurodiputada en Estrasburgo. «Me quedo con sus palabras de que la inmigración es un problema de Estado, sin intereses partidistas». Para que no se olvide, que algunos tienen memoria frágil. Aplausos y emociones por doquier, para el cargo más áspero, crudo y menos sonriente del Gobierno. Pero también, el que más apoyo ciudadano despierta. «Estamos con Jorge y los suyos» repetía el auditorio. Como en Fuenteovejuna, ante la dificultad y el dolor, una noche con el ministro del Interior, todos a una.