Política

Bruselas

Moncloa apunta a los ministros: no gestionan bien las crisis

El presidente despachaba cada mañana de esta semana con Redondo: la consigna era resistir.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en uno de sus actos de la semana pasada en Nueva York
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en uno de sus actos de la semana pasada en Nueva Yorklarazon

El presidente despachaba cada mañana de esta semana con Redondo: la consigna era resistir.

Hablar de semana «horribilis» en el Gobierno de Pedro Sánchez comienza a ser tan frecuente que parece ya una norma instaurada. Sin embargo, los últimos días han sido especialmente negros por sumarse, a las múltiples polémicas encadenadas, la ausencia del presidente. La presión política y mediática ya era intensa y en lugar de apaciguarse -tras los casos de la dimitida Carmen Montón y la crisis del doctorado del propio Sánchez-, se acentuó con la publicación de las grabaciones de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, con el ex comisario Villarejo -ahora detenido y condecorado hace nueve años, cuando tuvo lugar el encuentro- y la difusión de la sociedad patrimonial del titular de Ciencia, Pedro Duque.

Sánchez ha vivido la crisis a distancia, intentando trasladar una imagen de fortaleza a nivel internacional, con reiteradas alusiones a que gobernará hasta 2020, mientras los cimientos de su Gobierno se tambaleaban y sus propios ministros reconocían que no alcanzarían ese límite temporal. Cada mañana el presidente se ponía al día de los acontecimientos a primera hora -al cambio, seis menos que en España- y despachaba con sus tres colaboradores más cercanos: la vicepresidenta, Carmen Calvo, la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra, y su director de gabinete, Iván Redondo. Los tres informaban a Sánchez durante toda la jornada y marcaban la respuesta que debía trasladarse de forma coordinada.

La estrategia de defensa del Gobierno se sustentó en dos frentes: el nacional y el internacional. En España, «su gente se debía batir en el fango» contra «una estrategia de acoso y chantaje al Estado en colaboración con los partidos de la oposición que, ante un ataque de este calibre, no se ponen del lado del Estado». Evidentemente en este plano también se ubicaban los ministros afectados. Sin embargo, en un principio los dos prefirieron actuar «por libre» lo que les llevó a cometer errores, según diversas fuentes consultadas. Los fallos de coordinación y de estrategia fueron evidentes, especialmente en el caso de la titular de Justicia, con el resultado del cese fulminante del grueso de su equipo de comunicación. Ante la envergadura de la crisis, ambos ministros se pusieron en manos del equipo del presidente. En Estados Unidos, Pedro Sánchez cumplió con su agenda oficial «lanzando mensajes en positivo, en contraposición a Rivera y Casado que no dudaron en utilizar un chantaje al Estado para erosionar al Gobierno y exigir elecciones». La idea era transmitir una imagen «presidencial, hablando en inglés con soltura, con encuentros bilaterales, con presencia en la ONU» y sin eludir los principales temas: Cataluña, elecciones, Presupuestos y crisis política.

Expansión y resistencia. Esa es la consigna. Y cada uno con su papel para hacer frente a una situación política que tenía una fuerte repercusión mediática. A principios de semana, el Ejecutivo de Sánchez parecía herido de muerte. La revelación de las conversaciones de la ministra Delgado agudizaron una situación, ya de por sí, difícil. La resistencia empezó a operar para hacer frente al tsunami. La vicepresidenta, Carmen Calvo, y la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra, entraron al trapo de los ataques en el ámbito público y mostraron su apoyo explícito a Delgado. La instrucción era sostener a la ministra mientras no se desvelara nada que la implicara en un ilícito penal.

Entre bambalinas, el director de gabinete, Iván Redondo, coordinaba la defensa junto con la dirección del grupo parlamentario dirigido por Lastra, que tiene en Rafael Simancas y José Zaragoza a sus más estrechos colaboradores. El mensaje era actuar con contundencia: es una crisis de Estado, aprovechada por la oposición, por lo que no se van a adelantar elecciones y el Gabinete no se va a remodelar. «Se quería visualizar que el Gobierno daba una respuesta política a la agitación de la basura», apuntan personas conocedoras de los acontecimientos de estos días.

En el Ejecutivo están convencidos que el acoso al Gabinete de Sánchez va a continuar e, incluso, arreciar. «Hay carpetas de todos los ministros», reconocía en Moncloa, en alusión a las informaciones comprometedoras sobre Delgado y Duque. «Estamos preparados, volveremos a la política. La oposición ha forzado un pulso para frenar una agenda política que consolide al Ejecutivo», dicen en Moncloa porque, añaden, «PP y Ciudadanos quieren forzar un bloqueo para justificar su insistencia de un adelanto electoral». «El Gobierno ni se remodelará ni se avanzarán elecciones. El Gobierno en sólo tres meses ha pasado de la adolescencia a la madurez», argumentan en el equipo de Sánchez. Ahora toca la segunda fase: «expansión». Enfocada en forzar una negociación presupuestaria. «El 15 de octubre debemos ir a Bruselas a presentar unos presupuestos con 6.000 millones más». Este punto es remarcado por las fuentes consultadas porque «las conversaciones se van a acelerar con todos los grupos que dieron soporte a la moción de censura». En estos días, se acentuarán los contactos que se mantienen con Podemos, ERC, PDeCAT Y PNV para intentar alcanzar un acuerdo, aunque el varapalo de la Mesa del Congreso ha obligado a Hacienda a trabajar en un plan b, con la senda de déficit que presentó el Gobierno de Rajoy.

No será el único frente que abrirá el Gobierno que tiene la intención de presentar proyectos sobre «pensiones, cambio climático, educación, infraestructuras o pobreza infantil, para devolver el debate a la política, al tiempo que se intensificará la defensa del Estado».