Barcelona
Moussa viajó este mes a Marruecos a «despedirse»
Sus profesoras aseguran que «cuando vuelven de vacaciones a los 16, 17 años, ya regresan mal. Allí les radicalizan porque son vulnerables»
Un control de seguridad en la Riera de Sant Quintí con ocho patrullas de Mossos da la bienvenida a Ripoll, el pueblo gerundés de poco mas de 10.500 habitantes que unos terroristas han colocado en el mapa y cuyos vecinos están sobrepasados por los acontecimientos.
Un control de seguridad en la Riera de Sant Quintí con ocho patrullas de Mossos da la bienvenida a Ripoll, el pueblo gerundés de poco mas de 10.500 habitantes que unos terroristas han colocado en el mapa y cuyos vecinos están sobrepasados por los acontecimientos. Aquí casi todo el mundo se conoce y ponen cara a los islamistas sin saber, lógicamente, que lo eran. De aquí serían, al menos, cinco integrantes de la célula que sembró el terror en Barcelona y Cambrils la tarde y noche del jueves. Tres de ellos, de hecho, viven en el mismo edificio. Los hermanos Oukabir (Driss, de 28 años, y Moussa, de 17, posible autor del atentado y abatido por los agentes en Cambrils) vivían con su familia en el bajo 3 del portal 27 de Carrer Antoni Gaudi. Es un edificio de VPO de 2004 de tres alturas que ayer por la tarde tenía literalmente echado el cerrojo a la puerta del portal. A Driss, el joven que alega que le robaron el pasaporte para alquilar las furgonetas con las que cometer los atentados, y cuya imagen fue difundida el primer día como autor, hacía tiempo que no le veían por la casa. Sí le recuerdan tomando algo por la zona de bares del pueblo, según un grupo de jóvenes. Pero sólo de vista: reconocen que hay un gueto de la extensa comunidad musulmana en la localidad, una de las más elevadas de Cataluña, según fuentes de la investigación. Sí se veía a su hermano pequeño Moussa. La Policía investiga si estuvo en Marruecos del 3 al 13 de este mismo mes. «Dado el carácter suicida de su perfil, fue a despedirse de la familia, requisito para convertirse en un héroe de la yihad», explican fuentes policiales. «También es muy probable que la célula ideológica esté allí y sea desde allí donde establecen las relaciones con Daesh», sostienen. En cualquier caso, estas escapadas de verano a Marruecos en la adolescencia son las que, según el entorno de estos jóvenes en el pueblo, «les cambian». «Alguna profesora me ha comentado que cuando vuelven de vacaciones a los 16 , 17 años, ya vuelven mal. No les viene bien. Allí les radicalizan porque a esa edad es cuando son más vulnerables», explica una vecina que trabaja para Cáritas y que les conoce de sobra de verles allí recogiendo «de todo». «Es lo que nos ha sentado mal. En este pueblo se les ha ayudado mucho. No sólo con comida, ropa, bombonas de butano para el invierno, hay voluntarios que les ayudan en tareas del colegio para que no se queden atrás. ¿Por qué hacen esto ahora?», dice la mujer, conteniendo el llanto. «Es mucha impotencia esto», añade. También, como ocurre en tantas localidades, eran sus familias las de las rentas más bajas y por tanto los que recibían las ayudas al alquiler. «No son chavales que les vieras excluidos, al contrario», apunta otro vecino. Es más, el presidente del club de fútbol sala de Ripoll, Juan Avilés, destaca que eran jóvenes tímidos pero no de los que armaban «follón». Moussa jugó aquí dos temporada hace dos años en los cadetes. Pero al que se le daba de verdad bien el fútbol era a Houli, otro de los arrestados. Él jugaba en juveniles, la última temporada creen que fue la 2013-14. Cuando dijo que lo dejaba le preguntaron por qué si podría tener futuro en el deporte. «Quiero centrarme en estudiar» les dijo, y se apuntó a un módulo superior. Al parecer es este hombre el que tiene el locutorio del pueblo, cerrado por su arresto de ayer. Su esposa también permanecía recluida tras declarar ante los Mossos.
Todos fueron al instituto Abat Oliva, también el vecino del tercero del famoso edificio de la entrada del pueblo donde vivían los hermanos Oukabir. Es Mohamed Hychami. Sus hermanas estaban ayer consternadas y corrían tapándose la cara de los periodistas. En su casa sólo unas apenas visibles alfombras para el rezo daban signos de su condición musulmana. «Es una pena porque todas estas familias van a tener que acabar yéndose del pueblo. No creo que puedan soportar el estigma», dice un comerciante. En ese momento, la plaza vuelve a llenarse de agentes con pasamontañas. Van a practicar un nuevo registro. Dos segundos después unos niños en bici llegan a dar la última noticia del intenso día en Ripoll. «Acaba de estamparse un coche junto a las vías y el conductor ha salido corriendo monte arriba». La atención de los vecinos cambia de escenario y todos en romería van al nuevo lugar. «Llevamos todo el día con rumores. Ya no sabes ni que es verdad de todo lo que se ha dicho», comenta la camarera de un bar nada acostumbrada a tanta gente en la terraza.
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