José Antonio Vera
Amnistía por necesidad y conveniencia, no por convicción
Preocupante discurso del presidente, que fue apabullado por Feijóo
Si alguien albergaba la esperanza de oír en boca de Sánchez una explicación añadida sobre el porqué de la amnistía, diferente o enriquecedora a la que dio ante el Comité Federal, se equivocaba. Hoy, en las Cortes, con total solemnidad, o mejor dicho, sin solemnidad alguna, el presidente en funciones despachó el asunto como si de un tema menor se tratara, al final de un agotador discurso de promesas hueras y soflamas contra la derecha, más propio de una sesión de control parlamentario que de la investidura de quien está llamado a repetir otros cuatro años como presidente del Gobierno. Volvió a reiterar el candidato que la amnistía a los delincuentes del «procés» es necesaria porque se ha visto obligado a hacer de la necesidad, virtud. Es decir, la amnistía por conveniencia, no por convicción ni por justicia ni porque lo pida la ciudadanía, sino porque necesita aprobarla para seguir sentado en la Moncloa, extremo reconocido con una desfachatez que asusta. Y haciendo bandera de ello, además, para decir que sólo es de izquierdas aquel que está a favor del perdón a Puigdemont, y de derechas quien reclama que se cumpla la ley. Así de simple. Así de escuálido el argumento de quien tuvo la oportunidad de amnistiar a los protagonistas de la rebelión durante los cinco años que con anterioridad gobernó España, pero que no lo hizo porque entonces no le convenía. O porque le convenía lo contrario, decir que perseguiría a Puigdemont hasta encarcelarlo en España, y decir cien veces, con un coro al unísono de hasta 13 ministros, que la amnistía era ilegal porque no cabía en la Constitución. Y no cabía, hasta que decidió lo contrario no porque estuviera convencido de la virtud de la norma ni por el reencuentro o la convivencia. La convivencia está cada vez peor, es la verdad, como demuestra el descomunal despliegue policial que ayer tuvo que proteger la sesión del Congreso. Lo que está mejor es su permanencia en el Gobierno gracias a la concordia con el independentismo dándole cuanto pide, conmutándole las penas, amparando sus delitos. A eso se reduce ley de amnistía, dado que fue incapaz el candidato de dar una explicación mínimamente coherente. Perdió casi dos horas prometiendo cosas parecidas a las que ya exhibió hace cuatro años («vamos a»… repitió incansable no menos de 20 veces) y arrancó el aplauso de su mansedumbre contando uno tras otro los defectos, errores y perfidias de la derecha y la ultra-derecha. Nada nuevo bajo el sol. Nada más pobre para quien debería haber acudido al Congreso con la voluntad expresa de pedir la autorización de las Cortes para acometer la medida más grave de la democracia después de la negociación con ETA. Aquello tuvo en su día el respaldo de los diputados, esto de ahora no. A Sánchez le vale con su voluntad y la de los propios amnistiados. Pobre argumentación. Preocupante discurso del presidente, que fue apabullado por Feijóo, con una intervención redonda del gallego poniendo en evidencia las contradicciones, el fraude, la humillación y la «corrupción política» que supone conceder la amnistía a cambio de votos. La amnistía por necesidad y conveniencia. El presidente del PP encajonó a un Sánchez que se defendió abusando de los minutos, recurriendo al golpe bajo, el insulto facilón y enumerando historias viejas sobre el ex presidente de la Xunta, falsos hitos de su gobierno y el raca-raca cansino sobre la derecha que niega el cambio climático, la violencia machista y la inmigración. Lo mismo de siempre. Le volvió a golpear Feijóo con una sentencia lapidaria: «No soy presidente porque no me vendo ni vendo a los españoles», recordando la última sentencia del exministro Cosculluela sobre sus compañeros socialistas: «Me causáis vergüenza». Se defendió el candidato diciendo que «todo es mentira, señor Feijóo». Y asintió el de Orense: en efecto, es mentira la amnistía, su justificación y el argumentario. Todo el mundo lo sabe. El candidato, mejor que nadie.
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