Tribuna

La osadía de apostar contra Pedro Sánchez

Puigdemont se comprometió a que no sería presidente con los votos de Junts, pero el líder del PSOE se ha salido con la suya pese a tener que comerse el sapo de la amnistía

Member of the European Parliament Carles Puigdemont arrives to give a press conference in Brussels, Belgium, 09 November 2023. The Catalan leader spoke about the last negotiations between Spanish Socialist Workers' Party (PSOE) and Junts per Catalunya to try to reach an agreement on the amnesty for Catalan separatists that will allow the investiture of Pedro Sanchez as prime minister. (Bélgica, Bruselas)
Carles Puigdemont, en Bruselas, en su comparecencia para valorar el pacto con el PSOEOLIVIER MATTHYSAgencia EFE

Tuve la osadía de jugarme una comida en Disfrutar apostando que íbamos de cabeza a elecciones el 14 de febrero de 2024. El arrojo me va a salir caro. Creía en ello firmemente porqué me tragué la impostura de uno de los actores políticos de la imprescindible entente –con sus siete diputados– para que salieran las cuentas. Tan claro lo tenía que en Más de Uno, ante Carlos Alsina, sostuve con aplomo a finales de Septiembre que Pedro Sánchez no alcanzaría la investidura. No porqué el gerifalte socialista no quisiera sino porqué Puigdemont –acorde con su estrategia– sostenía la máxima del bloqueo institucional y aseguraba que iba a forzar la repetición electoral.

Esa fue la máxima que defendió con vehemencia Puigdemont en las elecciones de julio de 2023. Y daba así continuidad a su relato de los últimos seis años. Un relato, claro está, que ante todo era una enmienda a la totalidad frente a su archienemigo Oriol Junqueras. Los pronunciamientos públicos del líder de Junts eran rotundos y defendían la confrontación con el Estado español. Aunque esa confrontación jamás pasó de la retórica, más allá de una batalla judicial (con Llarena) que tras seis años estaba ya en franco declive. Sobre la hipotética investidura de Pedro Sánchez, Puigdemont fue rotundo también en campaña electoral. Dijo cosas como esta: «A efectos de Cataluña, la diferencia es que el PSOE opera con anestesia y el PP sin, pero ambos amputan. Sánchez no será presidente con los votos de Junts, porqué miente e incumple». Era un 15 de julio, justo una semana antes de votar.

Pero es que tras las elecciones insistió tozudamente en ello. Ante los dirigentes de su partido y también ante los periodistas a los que recibía ese feliz verano. Feliz porqué pese a perder un diputado, ERC perdió seis. ERC se dejó más del 40 por ciento de los votos mientras la formación de Puigdemont sólo perdió uno de cada cuatro. Además, la CUP desapareció con estrépito. El independentismo había padecido un fuerte menoscabo electoral, pasando de 23 a 14 diputados. Pero pese a esa clamorosa evidencia, Puigdemont estaba exultante y acariciaba la idea de superar a los republicanos de Junqueras también en votos caso de repetirse las elecciones. Convocatoria electoral forzada que forzaría por su coherencia estratégica e interés morboso en dar una estocada a los republicanos. A nadie le amarga un dulce. Si algo duele a Puigdemont es no haber sido capaz de retener la tradicional hegemonía electoral del espacio que representa. No ya en el seno del conjunto de la sociedad catalana –cuestión que parece traerle sin cuidado– sino dentro del independentismo. A Puigdemont no le cabreó ser claramente superado por Salvador Illa en las elecciones catalanas. Lo que de verdad le sacó de quicio es que le adelantara Pere Aragonès.

El Puigdemont veraniego estaba exultante y saboreando ya la posibilidad de dar el zarpazo a Junqueras en unas nuevas elecciones. Lo que contrastaba con un Pedro Sánchez que se mostraba confiado en que sí iba a ser presidente y que iba a lograrlo arrancando los votos de Puigdemont. Era sorprendente cómo Sánchez insistía erre que erre en que sería presidente. Lo tenía muy cuesta abajo. No sólo era él quien alimentaba esa posibilidad que Puigdemont desechaba. Era todo su entorno. Moncloa entera estaba en esa tesitura cuando –por lo que seguía diciendo Puigdemont– parecían sostener un rumbo contra viento y marea.

Pues lo cierto es que Pedro Sánchez se ha salido con la suya. Desde el primer momento con una convicción extraordinaria. Si alguien se ha llevado el gato al agua es precisamente el secretario general del PSOE, que no quepa la menor duda. Y eso pese a tener que comerse un sapo como la amnistía que antes había negado del derecho y del revés. O de sostener sin derrumbarse en ningún momento los reproches de Felipe y buena parte de la vieja guardia socialista. O de personajes como García-Page, que pese a las críticas expresadas a la posición de Sánchez sigue en el partido aunque sin influencia alguna visto lo visto.

Sánchez es un líder sólido. Cerca del 90 por ciento de la militancia socialista avaló la estrategia de Pedro Sánchez en la consulta interna. Incluso tuvo más apoyos fuera de Cataluña que en Cataluña. Lo que no deja de ser significativo sobre el respaldo de las bases socialistas. Junqueras saborea que Puigdemont haya venido a las suyas. Y éste ahora celebra haber vuelto al terreno de juego, en el que no estaba porqué aritméticamente sus votos eran prescindibles. Otra cosa es en qué puede derivar este puzle. En España y también en Cataluña. Como ya apuntó Feijóo, hay cuestiones en que sus planteamientos, por ejemplo en política económica, le acercan a Junts y al PNV, mucho más que estos a Sumar.