PP
«¡Que cada palo aguante su vela!»
Aquella expresión de la secretaria general en pleno «caso Bárcenas» resuena ahora en Génova. Ella aguanta: no quiere que la obliguen a dejar la política sin dignidad
Aquella expresión de la secretaria general en pleno «caso Bárcenas» resuena ahora en Génova. Ella aguanta: no quiere que la obliguen a dejar la política sin dignidad.
«Es una realidad que el PP estaba en el punto de mira. Las alarmas ya habían saltado con la puesta en escena del caso Gürtel. Fue calculado al milímetro, con la colaboración de alguna de las instituciones del Estado, para perjudicarnos con la exhibición de los detenidos de nuestras filas esposados ante las cámaras y un largo reguero de sospechas sobre escuchas y seguimientos ilegales». Así lo rememora un antiguo alto cargo popular, fiel amigo de María Dolores de Cospedal, para contextualizar los audios de la ex secretaria general con el ex comisario José Manuel Villarejo.
Por aquel entonces, ciertamente, los despachos de los máximos dirigentes fueron sometidos a continuos rastreos y barridos en busca de micrófonos, incluidas las líneas de teléfono fijas y los ordenadores. Muchos mandatarios del PP llegaron al extremo de emplear distintos móviles ante el temor de que sus comunicaciones, por muy triviales que fueran, resultasen interceptadas y «pinchadas». «Fue una locura», apunta la misma fuente.
La sensación generalizada de que el principal partido de la oposición estaba sufriendo una persecución sin precedentes lo dice todo. Y el hecho añadido de que la «número dos» del Partido Popular apenas llevase un año al frente de tal responsabilidad la obligaba a tomar las precauciones necesarias y a auscultar su formación de arriba a abajo, precisamente, para separar el grano de la paja. «Eran días de portadas de periódicos demoledoras. Todos pedíamos adelantarnos a los medios, emprender las investigaciones para detectar a los aprovechados que con sus conductas irregulares deshacían el partido», concluye quien en esas fechas tenía mando en la calle Génova.
María Dolores de Cospedal, siempre proclive a soltar lastre cuando se trataba de proteger la marca, chocó de lleno con Javier Arenas, partidario de la resistencia numantina. La rocosa defensa desplegada por el vicesecretario de Política Territorial en favor del ex tesorero Luis Bárcenas hizo sospechar a la secretaria general. El nivel de complicidad entre ambos llegó a disparar en los mentideros la creencia de que Arenas compartía con Bárcenas la titularidad de las cuentas que le habían encontrado en Suiza. Nada hubo, pero las fricciones entre Cospedal y Arenas, que se arrastran desde que chocaron en el Ministerio de Trabajo en 1998, han llegado hasta el día de hoy y la revelación del encargo de un dossier ha caído como un obús, particularmente en el PP andaluz, donde partidarios y detractores de uno y otra agrandan sus diferencias en plena carrera a las urnas del 2 de diciembre.
A la vista de la filtración de las conversaciones (que parecen ser una parte por ahora; de hecho, hay personas del círculo de Cospedal que no descartan que pueda aparecer alguna jugosa entrega sobre la entonces portavoz del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, la «íntima enemiga»), queda también patente cómo despachaba Ignacio López del Hierro los asuntos del partido sin tener cargo en la organización política que le habilitase para ello. Esto es lo que más ha enfadado, por más que se supiera. Algunos recuerdan ahora cómo María Dolores de Cospedal, unos meses después de las comprometedoras conversaciones que ven la luz, cuando ya estaba lanzada en su segundo intento por la Presidencia de Castilla-La Mancha, fue advertida por gentes de su confianza en Toledo, de que su marido era su talón de Aquiles y que, por su bien, debía alejarlo de los asuntos relacionados con su tarea política. Sin embargo, Ignacio López del Hierro tuvo que ser de nuevo frenado, más tarde, ya con Mariano Rajoy en La Moncloa, en medio de una enorme polvareda externa, pero sobre todo dentro del PP, en su tentativa de hallar un lugar en el consejo de administración de la empresa pública Red Eléctrica Española.
Esos episodios, ciertamente, ya son historia del Partido Popular. «Lo peor ahora mismo es tirar para adelante sin saber por dónde vendrá el siguiente tiro. ¡María Dolores es tan hermética!», reconoce un genovés que la acompañó en las primarias pasadas y ya ha interiorizado el espíritu de la nueva dirección pablista. A ojos de los próximos a Cospedal, Casado ya ha empezado a hacer «luz de gas» a su antigua secretaria general. El vínculo entre ambos ha llegado a ser «estrecho», aseguran quienes conocen bien el tema, y el joven presidente del PP siempre estará agradecido por un respaldo que lo catapultó al liderazgo. Sin embargo, el líder popular ha intentado sortear las procelosas aguas sin comprometerse a nada. Ha caído como una losa en férreos cospedalistas que el interlocutor de la ex «número dos» haya empezado a ser su sucesor, Teodoro García Egea, en una demostración clara y evidente de que el «Cospegate» es de lo más inconveniente para Pablo Casado. La puerta de salida, claro, está abierta.
En efecto, incluso dirigentes populares que quieren a Cospedal asumen con pesar que la sensación que se transmite sobre ella es de interinidad. Reconocen incluso, aunque lo entiendan como una fatalidad, que en este momento «lastra la labor» de oposición. En la actualidad es diputada, presidenta de la Comisión de Exteriores del Congreso y vocal del Comité Ejecutivo Nacional. «Poca cosa, a estas alturas, para María Dolores», resumen compañeros que se muestran convencidos de que «no tardará en tomar una decisión». Por propio pie. No quiere que un escándalo la arrastre a abandonar sin dignidad la política. Cuánto debe recordar estos días aquel desafiante fruto del hartazgo que pronunció en una Intermunicipal del PP allá por 2013: «¡Que cada palo aguante su vela!».
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