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Rajoy da por superada la «ruina» socialista
Asume la dureza de los ajustes y de la situación social: «El camino es aún difícil». Anuncia un paquete de reformas para reactivar la economía y más penas a los corruptos
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, utilizó ayer el Debate del Estado de la Nación para recuperar la iniciativa después de un difícil año, en el que su Ejecutivo ha tenido que mostrar su cara más desagradable y dura en un contexto político y económico nada favorable. Y en el que, para enredar aún más un terreno de campo de minas, el ex tesorero del PP Luis Bárcenas ha revivido como una dura losa que no deja de amenazar al partido y al Gobierno.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, utilizó ayer el Debate del Estado de la Nación para recuperar la iniciativa después de un difícil año, en el que su Ejecutivo ha tenido que mostrar su cara más desagradable y dura en un contexto político y económico nada favorable. Y en el que, para enredar aún más un terreno de campo de minas, el ex tesorero del PP Luis Bárcenas ha revivido como una dura losa que no deja de amenazar al partido y al Gobierno. Frente a todo esto, Rajoy ofreció ayudas a pymes, autónomos y parados jóvenes: en su mayoría, promesas electorales pendientes hasta ahora de ejecución por la situación económica. Y ofreció también más controles para los partidos, los políticos y los corruptos, con endurecimiento incluso del Código Penal, como anticipó este periódico. Para saber en qué se quedará esa reforma penal habrá que esperar porque está en estudio. De momento, desde Justicia solo anticipan que será «fuerte», pero que se tiene que «estudiar mucho».
En su primer examen parlamentario tras llegar a La Moncloa, Rajoy defendió que el principal mérito de su gestión es haber evitado la «ruina» de España, la suspensión de pagos y el «rescate». El presidente intentó acercarse a la calle asumiendo las quejas, mostrándose incluso comprensivo con las protestas y haciendo pedagogía sobre el pasado y el futuro, en el que aún queda un camino «largo y difícil» para alcanzar el gran objetivo de esta Legislatura, la creación de empleo. La justificación de toda su política está en la herencia recibida, que llevaba al país a la ruina, según insistió en varias ocasiones. Y como ya ha hecho otras veces, también explicó los recortes y los incumplimientos electorales en esa herencia y en esa obligación de evitar el «desastre». «No me ha sido posible cumplir con algunos de mis compromisos electorales porque he tenido que cumplir mi deber como presidente del Gobierno [...]. Se nos criticó porque las medidas que adoptamos eran duras. No era el Gobierno quien las imponía, sino la ruina que nos amenazaba».
En el balance y en la explicación de las decisiones adoptadas, el discurso fue muy previsible en la forma y en el fondo. Bien armado, con una narración muy completa en materia económica y con un buen paquete de medidas para reactivar la economía, que incluye ayudas a pymes y autónomos y también un plan de empleo, especialmente para jóvenes. El nuevo paquete de reformas destinadas a que la economía vuelva a crecer se concreta, entre otras iniciativas, en 45.000 millones para apoyar la liquidez de empresas; una tributación reducida para las nuevas empresas; bonificaciones del cien por cien en contratos a tiempo parcial para jóvenes; aplazamiento del pago del IVA a los autónomos hasta cobrar las facturas; más incentivos a I+D+i; nuevo plan de pago a proveedores; y la creación de los «business Angels» (incentivos fiscales para los particulares que inviertan temporalmente en empresas nuevas).
En el debate, Rajoy volvió a echarle en cara al líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, las malas cifras, y las cifras ocultas, que dejó su Gobierno. Y el «cara a cara» se convirtió en un «revival» de los que ya hemos visto en esta legislatura, con los matices que impone el presente. «Usted plantea lo contrario de lo que hizo cuando gobernaba», le espetó Rajoy. Y ante el requerimiento de Rubalcaba para que hablara de Bárcenas, replicó: «Mi partido no ha sido condenado por financiación irregular, el suyo, sí».
La parte más novedosa del discurso de Rajoy, además del nuevo paquete de medidas, fue el lenguaje con el que aludió a la situación social del país, por su crudo realismo. «España tiene ya la cabeza fuera del agua. La peor amenaza se está convirtiendo en recuerdo. Ahora debemos afrontar otros desafíos, pero no serán tan graves», sentenció, antes de reconocer que «nunca hemos conocido tantos parados, tantas empresas cerradas, tantos autónomos arrinconados».
«Nunca habíamos visto a tantos jovenes cualificados buscar su futuro lejos de España. Nunca han estado tan repletos los comedores sociales ni ha cundido tanto el desánimo», admitió, en su primera intervención ante el Pleno de la Cámara. Esta realidad la moderó con un mensaje de optimismo, contenido, sobre el futuro. «Entre los que nos contemplan, desde fuera nadie apostaba por España hace un año. Nadie. Pues bien, nadie desde fuera piensa hoy que España no logrará salir adelante. Hemos dejado atrás la inminencia constante del desastre y ahora comenzamos a ver despejada la senda del futuro».
Rajoy garantizó que se han puesto los cimientos de la recuperación económica, aunque precisó que hoy seguimos en la fase previa a la recuperación. «Estamos acertando, y si hemos sido capaces de llegar hasta aquí, nada podrá impedirnos llegar hasta el final y nada lo impedirá». A las dudas sobre sus medidas contestó que «éste es el camino inevitable» y que seguirá con las reformas. En la segunda parte de su discurso combinó el anuncio de nuevas medidas anticorrupción con la negación de que en España haya un estado generalizado de corrupción. «Ni España es la nación más corrupta, ni todos los políticos son corruptos, ni nos hundimos por culpa de la corrupción», alegó en nombre de la clase política y de la imagen de España. Las reformas afectan al control económico de los partidos, a la transparencia de los políticos y al endurecimiento de las penas, la agilización de los procedimientos y la prescripción del delito.
El presidente convence a un partido preocupado
Los diputados del PP abandonaban ayer a mediodía sus escaños con mejor cara que la que traían a su entrada en el Congreso para escuchar el discurso del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. En la bancada popular hay preocupación por el clima político y las consecuencias desestabilizadoras de todo el ruido creciente sobre corrupción, espías o cuentas en el extranjero a nombre del ex tesorero del partido y supuestos sobresueldos. La intervención de Rajoy convenció y dio también oxígeno a su bancada frente a las dificultades. El líder del PP es un hábil parlamentario y tanto su discurso económico como sus reformas anticorrupción sirvieron para que los suyos llegaran a la conclusión de que el presidente taponaba «agujeros» recuperando la iniciativa. Esa sensación positiva creció con el «cara a cara» con Rubalcaba. Rajoy se defendió contraatacando en la cuestión más delicada, el caso Bárcenas, y también convenció a los suyos. «De ésta le echan seguro», comentaba, socarrón, un veterano diputado popular sobre el líder socialista. Ahora bien, el PP sabe que el debate de ayer no arregla problemas como el del paro ni tampoco el que plantea el ex tesorero.
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