El Rey abdica
«Ahora necesitamos políticos de altura, reales y leales»
Mariano no habló ni con su mujer. Así definen en Moncloa la extrema discreción con que el presidente del Gobierno manejó la abdicación del Rey. Sólo cuando fue necesario, forzado por las circunstancias institucionales, se lo comunicó a la vicepresidenta del Gobierno. Soraya Sáenz de Santamaría es una experta jurista, y como tal formó un grupo de trabajo «cerrado a cal y canto» para, en coordinación con La Zarzuela, perfilar todos los detalles. No hubo una sola filtración. Don Juan Carlos había tomado su decisión en solitario, pero tras hablar con su hijo el Príncipe Felipe, debía compartirla con varios políticos. En su mente primero estuvieron tres hombres clave: Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba y Felipe González. Después, los otros dos ex presidentes, Aznar y Zapatero. Y se puso en marcha lo que un colaborador cercano del Rey definió con propiedad así: «Ahora necesitamos políticos de altura, reales y leales».
En efecto. El Rey deseaba también que el secreto quedara «encapsulado» hasta el momento de difundirlo. Así fue. Ni Rajoy, ni Alfredo, ni Felipe soltaron prenda. Don Juan Carlos ha mantenido una relación impecable y muy profesional con Rajoy. «Le tranquiliza mucho su carácter», reconocen en Zarzuela. Con Rubalcaba, su relación es fluida e institucional. Y con Felipe, muy estrecha. Ha sido el presidente del Gobierno con quien más años ha despachado con excelente sintonía personal, dada la abierta personalidad de ambos. Muy diferente a la de José María Aznar, más hermética y cerrada. En cuanto a José Luis Rodríguez Zapatero, en Zarzuela nunca ocultaron su preocupación por el devenir de su última Legislatura y el auge del separatismo. No obstante, las relaciones del Rey con todos los presidentes siempre fueron correctas, institucionales y de lealtad.
En Zarzuela y Moncloa admiten en privado que la salida de Rubalcaba del mando del PSOE precipitó la decisión regia. Los resultados del 25-M y el relevo en el liderazgo socialista vaticinaban cambios. «Entre "el coletas"y Madina, algunos se pusieron nerviosos», afirma un veterano dirigente del PSOE. El avance de la extrema izquierda, la irrupción del fenómeno Podemos, la «jaula de grillos» del primer partido de la oposición y el desafío catalán son una mezcla preocupante. Añadido el debate sobre Monarquía-República que, aunque minoritario, no conviene desdeñar. «Abrir este melón es peligroso», dicen políticos que vivieron la Transición. De ello se habló largamente en La Zarzuela. El Rey nunca olvidará el pacto suscrito entre Felipe González y Santiago Carrillo para acatar la Monarquía en la Constitución del 78 y que hizo pronunciar a Alfonso Guerra y Gregorio Peces-Barba una memorable frase: «Siempre monárquicos antes que una República de derechas».
El Jefe del Estado y Mariano Rajoy, con dilatada experiencia y excelentes conocedores de nuestro país, eran conscientes del crucial momento. En Zarzuela se recibió con alivio a Rajoy, un político serio, sensato y nada frívolo. El presidente conocía los deseos del Rey, pero no la fecha, que resultó una sorpresa. Lo mismo sucedió con Rubalcaba y Felipe, conjurados en el gran secreto. La situación era muy compleja desde el accidente del Rey en África, sus problemas de salud y el escándalo Urdangarín. Fuentes de la Casa Real aseguran que Don Juan Carlos siempre ha encontrado en Rajoy un consejero leal, sereno y con sentido común. Una especie de «bálsamo institucional», comenta alguien muy cercano al Monarca, con años de trabajo a su servicio. En Alfredo Pérez Rubalcaba ha visto un hombre con sentido de Estado, «un referente de sosiego», en medio de las tensiones políticas y familiares. De los ex presidentes, Felipe es el que más veces ha visitado La Zarzuela y hablado con el Monarca. De ninguno de ellos «se espera una salida de tono», aseguran en el entorno regio. No así de otros dirigentes sin la altura de miras que en su día tuvo Santiago Carrillo. Algo muy necesario en esta etapa convulsa, de crisis y desafíos, que hereda el futuro Rey, Felipe VI.
Las relaciones de los seis presidentes democráticos con el Rey han sido diversas y con altibajos personales. Expertos que han trabajado largo tiempo en Zarzuela y La Moncloa coinciden en el diagnóstico. En los años setenta, con Adolfo Suárez, se vivía un momento excepcional. «Eran como dos amigos de la misma edad, ilusionados con devolver la democracia a España». En general, mantuvieron una buena relación hasta el final, cuando el incesante zarpazo del terrorismo y el intento golpista del 23-F acabaron con la era suarista. Leopoldo Calvo-Sotelo, un presidente fugaz, monárquico por familia y convicción, apenas profundizó con el Monarca. Distinto sería Felipe González, con quien el Rey mantuvo una «gran complicidad». Un ministro de entonces afirma que al Rey le gustaba el carácter de Felipe: simpático, extrovertido, con carisma. Era una relación basada «más en la afinidad que en la profesionalidad». Fue la época en que mayor número de viajes hizo el Rey al extranjero y en la que más se cruzaron «simpatías personales» entre Zarzuela y Moncloa.
La llegada de José María Aznar propició «una cierta tirantez», en palabras de un miembro de su Gobierno. El carácter recto, introvertido y distante de Aznar chocaba con un Rey jovial, locuaz y flexible. Fue el presidente «menos borbónico de todos», según la misma fuente. En cuanto a Rodríguez Zapatero, las versiones coinciden en que la relación fue cordial, aunque al Soberano no le gustaban «ciertas frivolidades» del presidente. En especial, las que vaticinaban una «relajación de principios y valores, y un riesgo para la unidad de España». A los dos les llamó personalmente para darles la noticia. Lo que también hizo con tres presidentes autonómicos: Artur Mas, Íñigo Urkullu y Susana Díaz. Esta tercera de gran calado, pues todo el mundo la ve como una sólida alternativa al liderazgo nacional del PSOE. Según fuentes de San Telmo, la conversación fue «cordial y muy institucional». La presidenta andaluza, que se ha visto con el Rey varias veces, le garantizó su absoluta lealtad.
En cuanto a Artur Mas y Urkullu, fuentes de la Generalitat y del Gobierno Vasco las califican de «correctas y escuetas». En La Moncloa no ocultan su malestar por las declaraciones de Mas, quien se apresuró a decir: «Habrá cambio de Rey, pero el proceso catalán sigue adelante». Máxime cuando el Rey y el Príncipe han viajado mucho a Cataluña en los últimos meses. No obstante, la consigna en Zarzuela es prudencia, «no echar leña al fuego». Un catalán destacado sí ha hablado mucho con Don Juan Carlos y supo de su decisión: Miguel Roca, padre de la Constitución y abogado defensor escogido para su hija, la Infanta Cristina. Al mismo tiempo, los dirigentes empresariales más importantes del IBEX fueron informados de la decisión real. Todos cuantos han hablado con Don Juan Carlos desconocen el verdadero y profundo motivo de su decisión. Pero todos coinciden en algo. El Rey se va con una espina: Cataluña. Un gran reto para su hijo.
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