Andalucía
Susana Díaz, una ambición más fuerte que la política
La presidenta de la Junta de Andalucía se ha sometido a un tratamiento de fertilidad para cumplir su sueño de ser madre
Dos madres periodistas, o dos periodistas madres, aprovechan el veranillo de membrillo andaluz, que en 2014 se prolongó hasta finales de octubre, para pasar un fin de semana en la costa gaditana. Se ocupan de la información política en medios no precisamente afines al PSOE y al Gobierno de la Junta pero conocen a Susana Díaz desde que era una concejala alevín en el Ayuntamiento de Sevilla y ellas se hacían sus primeras armas en la crónica municipal, de modo que su relación es cordial. Suman entre las dos tres hijos, que juegan despreocupadamente en la playa, y cuando se encuentran de bruces con la presidenta, una mujer que se autodefine sin embozo como un «animal político», no intercambian ni una palabra sobre la actualidad: todas las atenciones del matrimonio Moriche, que así se apellida el marido de la dirigente socialista, son para los niños.
Doce semanas después, se hace público que Susana Díaz está embarazada... de tres meses. La maternidad era un viejo anhelo de la presidenta andaluza, una ambición personal quizá mucho más poderosa que sus altas miras políticas. Y una noticia, claro, que piensa capitalizar durante este 2015 rico en acontecimientos electorales porque el alumbramiento genera de manera natural una corriente de simpatía capaz de apuntalar unos resultados. «¿Acaso no aprovechó Tony Blair el embarazo de su esposa durante la campaña para su reelección?», preguntan desde las entrañas mismas del ejecutivo regional. Pero de ahí a convertir la preñez de Díaz en una cuestión de Estado hay varios trechos, principalmente el que separa la verdad de la mentira.
Cumplidos los 40 y casada desde 2002 –contra la furia laicista que invade hoy a la izquierda, Susana Díaz recibió el sacramento del matrimonio en la Capilla de los Marineros, sede canónica de la Esperanza de Triana–, no era un secreto que sus deseos de ampliar la familia por la vía biológica requerían de ayuda médica. Tratamiento al que se ha sometido en un hospital público, fiel a su afirmación de que «el orgullo de los andaluces» es el sistema sanitario autonómico.
Sólo la precipitada decisión de hacer público el embarazo empañó una noticia deseada, pues la presidenta conocía su estado desde el lunes 12 de enero y tuvo que admitirlo justo una semana después debido a una filtración a los medios.
En las últimas horas, la feliz pareja ha debido incluso desmentir por conductos oficiales que la madre primeriza traiga gemelos, como insinuaron algunos medios. «Están un poco preocupados porque el asunto, en una ciudad tan novelera como Sevilla, se puede ir de las manos. A la gente le gusta mucho hablar», cuentan desde el entorno laboral de José María Moriche. Los adeptos a la rumorología han atado cabos: alguna ausencia de Díaz de un acto oficial aduciendo problemas de salud cuando ciertos tratamientos de fertilidad requieren dos o tres días de reposo, la frecuencia con la que el sometimiento a éstos culmina con embarazos múltiples... «Para quien no vive de la prensa del corazón, es muy incómodo ver convertida su vida privada en un circo y en este país hay una acusada tendencia a ello».
El marido de Susana Díaz, a quien su esposa llama castiza y cariñosamente «Er Morishe», es de una extremada discreción. Un año menor que ella, se trata de un trianero y sevillano ejerciente que no se sustrae de cultivar los tópicos de la ciudad: fue costalero del Cristo de las Tres Caídas («el paso que mejor anda de la Semana Santa», a decir de los entendidos) y es hincha furibundo del Betis. De hecho, lo que más le incomoda de los deberes protocolarios a los que está obligado por el cargo de su cónyuge es acudir al palco del Benito Villamarín, ya que debe renunciar a sentarse en su asiento de toda la vida. «Al servicio de seguridad de Susana no le gusta que se empeñe en ir de paquete en la moto de su amigo Víctor, su vecino de localidad en el estadio», dice alguien que lo conoce bien.
Los detractores de Susana Díaz, especialmente sus compañeros de partido (que, como advertía Giulio Andreotti, son los enemigos más peligrosos de la política), han rastreado como hurones la biografía de José María Moriche en busca de un flanco por el que atacar a la presidenta. En vano, pese a que durante un tiempo realizó trabajos relacionados con la formación sindical, uno de los sectores más contaminados por la corrupción de la vida andaluza. Desde hace tres años, antes de iniciarse el vertiginoso ascenso de su mujer en el PSOE, trabaja como administrativo para una cadena de librerías a cambio de un salario «algo superior a los mil euros mensuales», según una fuente de la empresa.
«El día que Susana caiga, si es que cae, seguro que no es por culpa de su venalidad. Pueden tener muchos defectos pero el dinero no les importa en absoluto».
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