Afganistán
Teniente Coronel Juan Bustamante: «Los afganos darían su vida por España si fuera necesario»
Entrevista al Jefe de la Plana Mayor de la Escuela de Guerra del Ejército que presenta el libro «Envíos afganos», una recopilación de correos en los que narra la guerra con humor
Desde noviembre de 2012 a mayo de 2013, el teniente coronel Juan Bustamante estuvo desplegado en la Base Ruy González de Clavijo de Qala i Naw (Afganistán). Era el jefe del equipo de instructores que asesoraba al débil Ejército afgano y durante este tiempo escribió correos a familiares y amigos contándoles su vida en este remoto lugar. Lejos de la visión clásica de una guerra, Bustamante narraba su propia historia con humor. Ahora, ha reunido en un libro estos mails, en los que también explica sus vivencias con una importante dosis de humildad, lo que no quita para conocer la realidad de un país en guerra. «Envíos afganos. Soba na Soba», así se llama el libro que hoy presenta en el Matadero de Madrid. ¿Qué significa? En 150 páginas está la respuesta.
–¿Por qué decidió escribir este libro?
–Yo no quería escribir ningún libro. Fue el libro el que me encontró a mí. Yo escribía correos a mis amigos como escape a una situación intensa. Una vez regresé, mi editor y yo vimos que podía ser un libro.
–Narra con mucho humor la guerra. ¿Es necesario para un despliegue tan largo?
–No. En una experiencia tan larga es muy difícil ser distinto a como eres. El que tiene sentido del humor, es divertido; el que es serio, no es divertido... Pero es difícil pretender adoptar una actitud de sentido del humor durante una mision tan larga. ¿Es necesario el humor? No. Es una forma más fácil de llevar los problemas.
–Aun así, hay momentos tristes y duros. ¿Qué sensaciones le han dejado esos seis meses en Afganistán?
–Lo que más me ha marcado son las relaciones humanas. Te das cuenta de que el afgano, el español o el americano responden de la misma forma ante estímulos de amistad o enemistad. Para la parte técnica de la guerra estamos sobradamente preparados; la parte humana es la clave.
–También se nota cierto sentimiento de ternura hacia los afganos, unos tipos de aspecto rudo, ¿se les llega a querer?
–Más que querer a los afganos o a los españoles, al final se quiere o deja de querer a las personas. Es verdad que tienen características que les hacen entrañables por su simplicidad, su falta de malicia... y se convierten en seres algo tiernos, porque sus procedimientos son a veces infantiles.
–Una noche sufrieron un ataque mientras dormían en sus tiendas de campaña. ¿Es cierto que se puso a cubierto el último para ordenarla por si pasaban revista?
–Fue un ataque de madrugada, a 15 bajo cero, con granadas de RPG, cuatro de las cuales impactaron en el vehículo junto al cual dormíamos. Llegué el último por dos motivos. Uno, porque era consciente de que subíamos al vehículo, abandonábamos la tienda, y no quería dejarme nada. Y porque era el mayor del grupo y para salir de la tienda y en espacios pequeños me muevo más lento. El ataque fue muy intenso y peligroso, pero reaccionamos con bastante soltura y rapidez. Al final nos reímos muchísimo... pero después.
–¿Tuvo miedo en algún momento? Sobre todo por los «green on blue», los ataques por parte de los desertores afganos...
–Sin sacar pecho, no, nunca. Y me atrevería a decir que no lo he visto en nadie a mi alrededor, a pesar de que mi equipo de asesores era el más expuesto a los ataques de los desertores. Posiblemente, esta falta de miedo se deba a una buena preparación y a tener la conciencia de que el miedo ayuda bastante poco.
–A pesar de estas situaciones, ¿lograba tranquilizar a su familia?
–Creo que sí. Yo pretendía tranquilizar y en algunos episodios suavizaba la carga de peligro que hubiera habido, pero al mismo tiempo quería contar lo que me pasaba.
–Volviendo al humor, hay cierta fijación en el libro por el peluquín del general al que asesoraba y la calvicie en Afganistán. ¿No hay afganos calvos?
–Sí que los hay (se ríe), por ejemplo, mi general. El libro gira en una buena parte en torno a mi relación con el general Dawood Sha Wafadar, al que bauticé como Rafa, y que era el general jefe de la brigada en la cual desplegábamos. Adornaba su cabeza con un peluquín muy evidente que me dio algo de juego con la escritura, pero siempre con muchísimo cariño.
–Cuenta cómo un «barbudo» (talibán) telefoneó a Rafa para que se cambiase de bando... ¿qué pasó?
–Por eso lo de que inspiran ternura. Fue una cosa digna de Gila: un talibán llamó a mi general para intentar convencerle de que cambiara de bando y demostrarle que nuestro apoyo era negativo. Llevaban un rato argumentando pros y contras, y el talibán le dijo al general que si no le importaba colgar y llamarle, porque se quedaba sin saldo. Pero Rafa defendió a los españoles y rechazó los argumentos del talibán.
–En un momento dado dice que quiere un turbante, que le gustaría trabajar como los afganos, con menos planificación. ¿Es necesaria tanta burocracia?
–No hay alternativa. La seguridad es muy importante y conlleva muchos procedimientos. Y los procedimientos conllevan cierta lentitud, pero la seguridad es tan importante que requiere coordinación entre nosotros, con otros ejércitos, órdenes de operaciones claras, medidas de seguridad estrictas... Dicho esto, y admitiendo que el procedimiento ha de ser así, echaba de menos, y es una cuestión de corazón más que de cabeza, que de vez en cuando nos invadiera una vena más romántica y salir a una misión como ellos, picando espuelas, a galope y con una planificación expeditiva, a lo loco. De vez en cuando, te dan ganas de eliminar procedimientos y órdenes, simplificar y salir cuando el cuerpo te pide salir.
–Un mando afgano me dijo hace un año lo mismo que cuenta en su libro, que si España necesitase algún día ayuda, ellos estarán allí para apoyarnos. ¿Se fiaría?
–Me fio de su corazón. Lo dicen en serio. Y con esta ternura de la que hemos hablado, lo dicen, lo harían, se entregarían y darían su vida si fuera necesario. Ahora bien, como país dipuesto a apoyar a España, preferiría un hermano de Zumosol más potente que los afganos.
–Usted trabajaba codo con codo con los afganos, enseñándoles. ¿Son capaces de garantizar la seguridad de su país?
–Más que ser o no ser, lo importante es cuánto han mejorado. Han mejorado muchísimo, les hemos dejado un conocimiento militar bastante amplio y con un control de la situación duradero. Si los talibán se mantienen como hasta ahora en la provincia de Badghis, que era la nuestra, no tienen por qué perder la guerra.
–El fin de la misión de ISAF está cerca, ¿ha cumplido España en Afganistán?
–España ha cumplido con sobresaliente. Nosotros lo sabemos, pero creo que los españoles no lo saben porque no se lo hemos contado.
–¿Volvería a Afganistán?
–Sin duda, pero son misiones de mucha exigencia física y psicológica, y es indispensable un descanso de un año o dos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar