Jorge Vilches
Tomatazo a la democracia
La madre de todas las batallas es que la impunidad de los golpistas es necesaria para que el PSOE de Sánchez esté en Moncloa
La democracia española no se juega por una canción titulada «Zorra», ni por la protesta del campo. Lo primero no define a nuestro país. Solo es un producto musical que presenta una de las televisiones públicas a un concurso, y que dice cosas que eran mojigatas en la década de los 80. Si alguien no le gusta, que no la escuche. ¿Cuántos pagamos RTVE y no la vemos nunca? La mayoría. Lo segundo, con tractorada incluida, tiene remedio con reformas legislativas. Conviene no victimizar. No olvidemos que no solo el campo lo está pasando mal. La cuestión forma parte de la política diaria, no de los fundamentos de esta comunidad democrática que todavía llamamos España.
Mientras intentan distraernos con problemas ficticios –la canción– y otros reales –el campo–, pasan por detrás hechos que muestran la extrema debilidad de nuestra democracia, y que harían temblar a cualquier Gobierno decente. El Parlamento Europeo votó este jueves investigar la injerencia rusa en la política comunitaria, especialmente en España, y más en concreto, en Cataluña. El objetivo de la intervención del Kremlin es desestabilizar a los gobiernos europeos ofreciendo cobertura económica y logística a sus partidos rupturistas.
El señalamiento europeo no acaba ahí. Pasó por España la Comisión Europea para la Democracia a través del Derecho, la conocida como Comisión de Venecia. Su interés es verificar el estado de la independencia judicial en España, los motivos por los que no se renueva el CGPJ y los ataques políticos a los jueces. También están sorprendidos por el choque entre el Gobierno y el Senado, tan representante de la soberanía nacional como el Congreso, que clama contra la ley de amnistía. En suma: la comisión viene a comprobar si somos una democracia homologable al resto, o nos ponen junto a los regímenes iliberales.
Los plazos corren y el panorama se pone gris oscuro para amnistiar a los golpistas de 2017 en los plazos acordados. Esto ha obligado a Pedro Sánchez a pensar en el cambio de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para acelerar el proceso de amnistía a Puigdemont y sus delincuentes. Porque esa es la madre de todas las batallas. La impunidad de los golpistas es necesaria para que el PSOE de Sánchez esté en Moncloa.
Algunos dicen desde los medios sanchistas que es una medida de «gobernabilidad», de «búsqueda de consensos», propia de la «tiranía de las minorías». Falso. Es una versión cutre de la servidumbre voluntaria, tal y como la definió Étienne de La Boétie en el siglo XVI. Sánchez cede libremente el poder a Junts al prometer su sumisión a las demandas independentistas. El socialista tenía otras opciones para dar estabilidad a su Gobierno y encontrar consensos, como mirar a la oposición o devolver el encargo al Rey. Sánchez prefirió someterse a la tiranía de los siete.
Y en medio de este ataque a los pilares de la democracia, las elecciones en Galicia, donde nos jugamos más que nunca. Es evidente que si no gobierna el PP habrá un aliado institucional más de Sánchez y de los rupturistas, de esos mismos que desprecian el orden constitucional. De producirse esto último caeremos por la pendiente soñada por los independentistas. El resultado dependerá de un puñado de votos, sin duda, por mucho que las encuestas aseguren la mayoría absoluta del PP.
Si la ley de amnistía sigue su curso se negará el Estado de derecho. Si esto sucede se enterrará definitivamente la igualdad entre españoles, y veremos la instalación del derecho de autodeterminación de las naciones del Estado español, que a un paso estamos. Si el Poder Judicial acaba fusionándose con el ejecutivo, que ya es el mismo que el legislativo, no habrá fiscalización de los gobernantes. Si todo esto ocurre, si aparece una tiranía con las formas de una democracia, ¿qué más dará una canción en Eurovisión o el precio de los tomates?
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