Política

Roma

Un rey católico, no un católico rey

Francisco, el 27 de abril, recibió a los Reyes en la Plaza de San Pedro tras la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII. Un día después, recibiría a los Reyes en la que sería la audiencia más larga de su Pontificado
Francisco, el 27 de abril, recibió a los Reyes en la Plaza de San Pedro tras la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII. Un día después, recibiría a los Reyes en la que sería la audiencia más larga de su Pontificadolarazon

Cuando Francisco recibió a los Reyes un día después de la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, Don Juan Carlos no pudo evitar comentarle al Obispo de Roma cómo había cambiado el protocolo vaticano. Pasillos y pasillos hasta que consiguió llegar a la sala donde coincidiría con el Papa Roncalli. Pero la Iglesia ha cambiado. Y el Rey de España ha sido testigo y partícipe de ello con una relación más que fluida con religiosos y laicos, obispos y Papas. En la Transición que impulsó, contó con el respaldo de un Episcopado que abanderaba el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. «Debemos formular la promesa de borrar todo cuanto pueda separarnos y dividirnos», sentenció el entonces arzobispo de Madrid, en el funeral ante el cadáver de Francisco Franco. Días después, en su intervención en la Iglesia de San Jerónimo el Real en Madrid durante el acto de consagración de la Corona en la Iglesia, ante los nuevos Reyes, el purpurado les lanzaba una petición, consciente de la tarea que ya venían realizando:»"Pido que seáis el Rey de todos los españoles, de todos los que se sienten hijos de la Madre Patria, de todos cuantos desean convivir, sin privilegios ni distinciones, en el mutuo respeto y amor».

Años más tarde, en 1992, ante la tumba de San Pascual en Castellón, Tarancón aplaudía aquel trabajo mano a mano con Don Juan Carlos, al repasar la historia de nuestro país: «La misma realeza ha adquirido un carácter más sencillo, más abierto, está más enraizada en el pueblo y la sociedad española quiere afrontar decididamente el futuro, en un clima de comprensión, de respeto, de libertad, con espíritu auténticamente democrático».

«La Corona española siempre se ha definido como lo que antiguamente se llamaba "paladín de la fe"», recuerda echando la vista siglos atrás Francisco Vázquez, el que fuera embajador ante la Santa Sede, para poner en valor una vinculación histórica que adquiere un nuevo sentido con Don Juan Carlos. «Siempre ha sido respetuoso con la Constitución, respetando el principio aconfesional del Estado. Aunque él es católico y ha dado testimonio público de su fe, ha sido también el rey de los otros españoles, tanto de aquellos que han profesado otra religión como de los no creyentes». Así lo reconoce la comunidad judía española, que ayer hizo hincapié a través de un comunicado su trabajo por la libertad de culto. Prueba de ello es su visita a la sinagoga Beth Yacov de Madrid en 1992 en la que afirmó que «Sefarad no es ya una nostalgia, sino un hogar en el que no debe decirse que los judíos se sientan como en su propia casa, porque los hispano-judíos están en su propia casa».

De su estancia en Roma, Vázquez subraya además cómo «los Reyes siempre han sido muy respetados en el Vaticano, no sólo por los vínculos históricos, sino por el estrecho compromiso que siempre ha manifestado Don Juan Carlos entre trono y altar». «Ha tenido y tiene una idea clásica de monarquía católica. Se ha sentido como un rey católico, no como un católico que además ejerce de rey. Y lo ha vivido así en el seno de una familia católica. Sus hijos no sólo han recibido los sacramentos, sino que han estado en los acontocimientos clave de la vida de la Iglesia en nuestro país», explica el doctor en Historia de la Iglesia Juan María Laboa, que trae al presente un hecho nada anecdótico que tuvo lugar apenas dos meses después de su coronación. «A Don Juan Carlos hay que agradecerle el gesto de renunicar al privilegio de supervisar el nombramiento de los obispos, algo a lo que no renunció Franco aunque Pablo VI se lo pidiera. Al nuevo rey no hizo falta recordárselo y en enero, por iniciativa propia, renunció a ello». Lo cierto es que la preocupación del Rey por el trabajo cotidiano de los cristianos también ha sido una constante, más allá de su respaldo a cada uno de los grandes acontecimientos eclesiales como las Jornadas Mundiales de la Juventud en Santiago y Madrid, o el Encuentro Mundial de las Familias en Valencia. Por ello, tras conocer la noticia de la abdicación, los obispos españoles quisieron agradecer «su entrega generosa y su contribución a la historia reciente de España, en particular a la instauración y a la consolidación de la vida democrática, con especial relevancia durante el período de la Transición política».