
Familia
La supervisión del adulto, algo muy diferente a “controlar” a los niños
El control no beneficia a nadie. Ni a quienes lo ejercen, que normalmente suelen sentirse frustrados por no conseguir los resultados que buscan, ni para quien se controla, que acaba creyendo que no es válido.

Cuando se trata de los más pequeños tendemos a querer tener todo bajo control, eso nos ofrece una sensación de seguridad. Cuando tienes hijos se apodera de ti el miedo (a que les pase algo, a equivocarte, a no saber hacer las cosas...) Pero, ¿y si te dijera que ese control es lo que más perjudica a los niños? La supervisión del adulto es necesaria pero es algo muy distinto que controlar a nuestros hijos.
El control no beneficia a nadie. Ni a quienes lo ejercen, que normalmente suelen sentirse frustrados por no conseguir los resultados que buscan, ni para quien se controla, que acaba creyendo que no es válido. En numerosas ocasiones ni tan siquiera somos conscientes de que estamos controlando. Nos sale de una forma instintiva y no nos damos cuenta de que estamos desaprovechando una gran oportunidad de que nuestros hijos aprendan. La supervisión del adulto supone que dejemos que nuestros hijos actúen y tomen decisiones pero cumpliendo unas normas que hagan que todos estemos cómodos en esa situación.
Son numerosas las ocasiones en las que se genera un conflicto por el control que queremos tener sobre nuestros hijos. Queremos que todo se haga como a nosotros nos parece y no dejamos que los pequeños tomen ninguna decisión. Además, si la situación no se desenvuelve como nosotros habíamos previsto nos enfadamos sin dar opción a que cabría la posibilidad de hacerlo de otra manera. Esta situación genera en nosotros una gran frustración, primero por la sensación de que “nada sale bien” y segundo por el conflicto ocasionado. Por otro lado, resolver un conflicto ocasionado por un control excesivo es complicado sin acudir a la autoridad que creemos tener por el mero hecho de ser los padres y eso acaba derivando en una continua lucha de poder con nuestros hijos. En como gestionar rabietas y berrinches en los niños podrás encontrar recursos para resolver estos momentos.
Los niños, cuando sienten que no se les tiene en cuenta suele ocurrir que acaban teniendo la creencia de que no sirven para nada. Si no damos la opción de tomar decisiones y pretendemos que únicamente obedezcan a lo que se les pide acabarán creyendo que no son válidos para pensar por si mismos y acabaremos minando su autoestima. Un control excesivo por parte de los padres acaba en unos pequeños inseguros de si mismos y dependientes, lo que derivará en una necesidad de aprobación por parte del resto a la hora de tomar decisiones.
Desde la supervisión del adulto podemos dejar que los niños desarrollen y ejerciten su autonomía. Gracias a ello sabrán responsabilizarse, se sentirán parte y aprenderán a tomar decisiones por si mismos. Para que aprendan es necesario que les dejemos hacer, si siempre estamos encima de ellos nunca podrán “practicar”. Debemos asumir que es necesario que nuestros hijos se equivoquen para que aprendan a hacer las cosas. Es imposible que aprendan a servir la leche si nunca les dejamos hacerlo porque se les va a caer...
Son muchas las veces que hacemos nosotros las cosas por nuestros hijos porque es más rápido y más cómodo. Entiendo perfectamente que tener paciencia y esperar a que un niño de 3 años se vista solo no es fácil. Requiere tiempo y la mayoría de las veces no lo tenemos, pero, ¿recuerdas tu primer día de trabajo?, cuando no tenías idea de cómo se hacían las cosas, ¿qué hicieron (o qué te hubiera gustado que hicieran) tus jefes y tus compañeros? Piensa que tu hijo se encuentra en su “primer día de trabajo” todos los días... Cada día tenemos infinidad de retos y oportunidades para que nuestros hijos aprendan, ¡no los desaprovechemos!
No hay duda de que los niños necesitan límites. Son absolutamente necesarios para su desarrollo y también para que se sientan seguros, por ello es importante que existan normas que todos conozcamos. Pero en la creación de estas normas también pueden participar nuestros hijos, si el ambiente familiar se basa en un yo ordeno y tu obedeces, ¿cómo crees que será ese clima? Todos necesitamos sentirnos parte y pertenecer y para eso es necesario que se nos tenga en cuenta.
Una cosa es poner límites y mantenernos firmes en ellos (sino tampoco servirá de mucho) y otra cosa es tener un control absoluto de cada uno de los movimientos de nuestros hijos. Pongamos como ejemplo el tema del orden. Los juguetes hay que recogerlos pero podemos hablar con nuestro hijo sobre cuando quiere hacerlo, antes o después del baño y que sea él quien decida el momento. En este caso la supervisión del adulto sería únicamente comprobar que se está cumpliendo la norma (recoger los juguetes) pero controlar al niño sería ir detrás de él diciendo dónde y cómo debe ir cada juguete e incluso terminar ordenando nosotros... ¿Cómo te sentirías si tu jefe estuviera todo el día diciéndote como tienes que hacer las cosas?, ¿y si al final terminara haciéndolas por ti?
Es muy fácil caer en el control, la rapidez de nuestro día a día unido al temor a que se equivoquen o sufran nos lleva a querer proteger a nuestros hijos. Pero es el peor de los “regalos” que podemos hacerles... Cuando un niño ve que confían en él y que tienen en cuenta su opinión se siente mucho más capaz de hacer cosas. La supervisión del adulto la necesita para saber que estamos a su lado y que si nos necesita puede contar con nosotros.
Rosa Rasche Santaolalla, especializada en Crianza Respetuosa, certificada en Disciplina Positiva para Familias y miembro de la Positive Discipline Association (PDA). www.embarazoycrianza.com. @embarazoycrianzablog
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