Literatura

Presentación

La nueva alerta climática es la vieja alerta feminista

Lo más preocupante de todo esto es que esta sociedad infantilizada nuestra se ha lanzado a salvar el mundo tan furibundamente como antes se lanzó a salvar a las mujeres. De golpe.

La nueva alerta climática es la vieja alerta feminista
La nueva alerta climática es la vieja alerta feministalarazon

Se está aplaudiendo en los medios un discurso que dice cosas tan sesudas como “está todo mal”, que pide “políticas y soluciones necesarias” y que amenaza con, si no lo hacen, un “nunca lo perdonaremos”. Atiende. Diagnóstico: todo mal. Solución propuesta: políticas y soluciones necesarias. Vale, Greta, tomamos nota.

No sé exactamente si fue el lunes o fue el martes cuando todo el mundo a mi alrededor dejó de ser feminista para ser ecologista. Pasamos casi sin darnos cuenta de la alerta feminista a la alerta climática. Mi vecina, la de diecinueve, dejó de llevar una camiseta lila y no ir clase porque había manifestación a llevar una camiseta verde y no ir a clase porque había manifestación. De su carpeta desapareció la foto de Leticia Dolera y ahora es Greta Thunberg la que me sonríe (es un decir) desde allí cuando me la cruzo al salir de casa. Ahora es vegana, y ya no le da miedo salir sola a correr sino el calentamiento global. Es muy fan de la posidonia y de Taburete.

Yo, de lo de la niña Greta (voy a dejar de llamarla “niña” porque calza 16 añetes la moza), ya dije aquí lo que opinaba al respecto allá por abril, cuando mi vecina la de 19 todavía estaba gritando “ni una menos” como una loca en medio de la enésima marea violeta, y desconocía la existencia de la posidonia que ahora le quita el sueño y del programa de reciclado. Y no he cambiado demasiado de opinión, la verdad. Sigo pensando que es ridículo que una niña vocifere como un camionero ebrio abroncando a un montón de mandatarios mundiales con un discurso vacío y hueco, lleno de generalidades y lugares comunes, que no habría pasado de un cuatro en una redacción de final de curso. Pero lo aplaudimos (estoy utilizando el plural mayestático para evitar señalar con el dedo, que es de mala educación, pero yo no he aplaudido nada) y lo tildamos de “emotivo”, “contundente” y “estremecedor”. Creo que voy a ir a que me miren los niveles de empatía porque a mí me ha parecido vacuo, histriónico y alarmista. Bochornoso, vamos.

Se está aplaudiendo en los medios un discurso que dice cosas tan sesudas como “está todo mal”, que pide “políticas y soluciones necesarias” y que amenaza con, si no lo hacen, un “nunca lo perdonaremos”. Atiende. Diagnóstico: todo mal. Solución propuesta: políticas y soluciones necesarias. Vale, Greta, tomamos nota. Vamos a salvar el planeta adoptando soluciones necesarias para evitar que no nos lo perdones nunca. Podría ser perfectamente el programa de Más País según Rita Maestre.

Lo más preocupante de todo esto es que esta sociedad infantilizada nuestra se ha lanzado a salvar el mundo tan furibundamente como antes se lanzó a salvar a las mujeres. De golpe. Como se lanza uno a la piscina o se quita una tirita o besa en la primera cita. Y eso implica que cualquiera que matice, que ose criticar lo más mínimo, será tildado (esto ya lo hemos vivido) de fascista, negacionista del cambio climático y capitalista. Así, sin medias tintas. Porque no tenemos tiempo para argumentar, para atender y entender, para procesar. Bastante tenemos con estar al quite y ser capaces de quitarnos la camiseta de una causa justa y cambiárnosla por la siguiente como para que encima nos pidáis que sepamos lo que significa la consigna que estamos coreando. ¡Anda ya!

Total, que esta superficialidad del activismo constante me obliga, llegados a este párrafo, a aclarar de manera meridiana que no niego en absoluto el cambio climático y que estoy muy a favor de tomar las medidas necesarias (concretas y propuestas por expertos en la materia, a ser posible y si se me permite manifestarlo). Y maldita la gracia que me hace porque eso significa que admito que la mayoría de las personas que van a leer esta columna van a hacerlo pegadísimas a la literalidad, como bailando en una canción de Sergio Dalma, y que su capacidad para procesar cualquier pensamiento abstracto es preocupantemente deficiente. Voy a dejar, con vuestro permiso, dos líneas en blanco que equivaldrán a un minuto de silencio por la difunta comprensión lectora.

Muchas gracias.

A lo que íbamos y por resumir. Que a mí todo este histerismo verde, como me pasó con el violeta, me da una pereza horrible. Pese a estar de acuerdo con la causa, como me pasaba con la anterior, sus formas y sus mecanismos me despegan de ella. Las reacciones desmedidas, las posturas polarizadas, los radicalismos, los activismos constantes, la pancartita reciclada, la chapita reversible, las afectaciones, la urgencia, el alarmismo. Es que os engancháis a la reivindicación de moda como el que se engancha a la telenovela del momento, a la última edición de Gran Hermano o al color de pantone del año. A lo loco y sin medida. Como si en vez de una buena causa fuera vuestro primer amor y solo os quedaran dos meses de vida. Me he comido últimas tabletas de chocolate con menos ansia y más mesura.