Lactancia
Lo que debes saber de las leches artificiales (verdades y mentiras)
Todas cumplen con los requisitos marcados por la ley, ni las más caras son mejores ni las más baratas, peores
Muchas madres, especialmente las primerizas, confunden erróneamente calidad con precio a la hora de elegir la leche maternizada, desconociendo que hay una ley que obliga a todas a llevar los mismos nutrientes y composición.
Marta tiene 35 años y un bebé de 3 meses. En un mes tiene que volver a su puesto de trabajo y ha decidido que no va a continuar con la lactancia ya que debe viajar varias veces a la semana y cree que la opción del sacaleches no será viable. Como es primeriza acude a la consulta del pediatra y le comenta qué cree que debe hacer. El pediatra entonces le recomienda una leche para que se la vaya introduciendo de manera gradual para iniciar el destete y evitando que a Marta le puede provocar una mastitis. Dicha leche artificial tiene determinados elementos extra que, según el pediatra, le vendrán muy bien al bebé de Marta. Como Marta es primeriza y cree firmemente en su pediatra, coge la receta (una receta no financiada por la SS) y acude a la farmacia a comprar la leche. Porque la que su pediatra le ha recomendado solo se puede vender en farmacias y, ¡oh sorpresa! es el doble de cara que cualquiera que se vende en grandes superficies.
Marta esto no lo sabe pero el día que lo sepa, como muchas madres, probablemente optará por seguir dándole a su bebé lo que su pediatra le ha dicho porque ella quiere lo mejor para su hijo. Pero ¿es verdad que lo mejor para su hijo pasa necesariamente por la leche más cara? Si nos atenemos a lo que marca la legislación española todas las leches que están en el mercado, absolutamente todas, se rigen por una ley súper estricta en cuestión de composición. Esta ley está registrada aquí, en el Codex Alimentarius (si te interesa saber cuáles son las normas pincha aquí) Es decir, objetivamente ninguna leche es mala, ninguna leche es peor nutricionalmente hablando. Lógicamente habrá preferencias (los bebés también tienen sus gustos) y a algunos bebés les sentará mejor una marca y a otros, otra. Generalmente las madres hacen un ejercicio de prueba/error para averiguarlo.
Por lo tanto, el criterio del pediatra a la hora de recomendar una u otra leche será por costumbre, porque le gusta más una que otra o porque él mismo ha usado esa leche con sus propios hijos pero no porque una sea objetivamente mejor que otra a nivel nutricional.
Si se lee con detenimiento la ley sobre la fabricación de leches artificiales podemos respirar tranquilos en cuanto a garantías nutricionales. Están perfectamente estudiados cuáles son los mínimos que un bebé necesita para su correcto desarrollo.
Aceite de palma, pues también puedes estar tranquila
Marían García, conocida en las redes como Boticaria García por su completísimo y a la vez divertido blog y que acaba de sacar recientemente libro, El moco radiactivo, es profesora de Nutrición en la Universidad Isabel I, nos explica el misterio sobre el aceite de palma presente en las leches artificiales y porqué no debemos asustarnos: Aunque a muchos les sorprenda, el ácido palmítico está presente en la composición de la leche materna. De hecho, el 25% de la grasa de la leche materna corresponde al ácido palmítico. Dicho esto, conviene aclarar que el ácido palmítico de la leche materna presenta una diferencia estructural con respecto al ácido palmítico del aceite de palma: el de la leche materna es principalmente "beta-palmitato"y el de los aceites vegetales, "alfa-palmitato". Entre sus ventajas, el beta-palmitato mejora la absorción de las grasas y el calcio. Tecnológicamente es posible añadir a las leches beta-palmitato y, por este motivo, es interesante buscar las fórmulas infantiles que lo incluyan en su composición, ya que pueden resultar más parecidas a la leche materna”. Si quieres profundizar más sobre el tema, lo explica aquí.
La farmacéutica y experta en nutrición añade que “considero positivo que exista cierta inquietud acerca de la alimentación infantil pero es importante ser coherentes. De nada sirve rasgarnos las vestiduras por el aceite de palma en la leche infantil si posteriormente vamos a dar a nuestro hijo alimentos como galletas maría, helados, pizzas y otros productos ultraprocesados en general, que también lo contienen. ¿La clave? Una vez más, que la mayoría de nuestro carrito de la compra contenga alimentos frescos o muy poco procesados.
Una vez aclarados estos conceptos que son tan básicos y a la vez tan desconocidos es importante recordar que el mejor alimento para el bebé siempre será la leche materna pero que si la lactancia no se da por lo que sea, porque la madre no quiere o se ha sentido superada, la leche artificial ni constituye una peligroso veneno ni hay unas leches mucho mejores para su crecimiento porque, casualmente, son más caras. Cuando la OMS habla de las recomendaciones lo hace a nivel mundial. No es lo mismo para una madre de Oslo o de Cuenca dar biberón que para una madre de la selva brasileña, de Nepal o de un poblado nigeriano. Para estas tres últimas y debido a su escaso acceso a agua potable y, en general a la higiene, tomar biberones supone un riesgo muy importante para la salud del bebé, condiciones que en el primer mundo no se dan. Lo que no quita que lo mejor, como siempre se recalca, sea la leche materna por razones nutricionales, de apego, de conexión y todas las maravillas asociadas a la lactancia placentera.
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