Carmen Enríquez
Franco y Carmen Polo: la boda que quiso impedir la familia de ella
A pesar de que pertenecía a una familia de la alta burguesía de Oviedo y él era un simple comandante del ejército de tierra, nada les detuvo para convertirse en el hombre más poderoso y la mujer más influyente de España.
A pesar de que pertenecía a una familia de la alta burguesía de Oviedo y él era un simple comandante del ejército de tierra, nada les detuvo para convertirse en el hombre más poderoso y la mujer más influyente de España.
Ellos formaron durante todo el tiempo que estuvieron juntos una pareja indestructible, desde que se conocieron en una romería típica asturiana cuando Carmen era una jovencita de 17 años, morena, de ojos oscuros, esbelta y de gran atractivo. Allí surgió una chispa que se encendió entre ellos y que no se volvió a apagar jamás. Francisco entonces no era más que un joven militar de 25 al que llamaban «el comandantín», de baja estatura, complexión endeble y de voz un tanto aflautada que había fracasado en su intento de entrar en la Armada. Es verdad que ya había iniciado una fulgurante carrera militar por su valerosa actuación en la Guerra de Marruecos y tenía grandes aspiraciones para ascender. Carmen pertenecía a una familia de la alta burguesía de Oviedo, educada en el prestigioso colegio de las Salesas, donde se daba a las chicas de la élite social asturiana una educación básica en geografía, historia, lengua y aritmética, además de enseñarles idiomas o a tocar instrumentos como el piano. De lo que se trataba era de prepararlas para casarse y formar una familia con algún muchacho de su misma esfera social. Los Polo intentaron disuadirla de todas las maneras posibles para que aquel enamoramiento no continuara. Ella merecía algo más que el entonces comandante del Ejército de Tierra que provenía de una humilde familia de Ferrol, cuyo padre había abandonado a su mujer y a sus cuatro hijos de forma irresponsable. Carmen fue internada en el colegio de monjas en régimen de clausura para aislarla de su pretendiente, pero sus familiares no pudieron impedir que Franco asistiera a misa en la capilla del convento cada mañana para entrever la figura de su amada a través de una espesa celosía, ni que la pareja siguiera adelante con su romance, intercambiando tiernas cartas de amor que, inexplicablemente, llegaban a manos de uno y otra. La familia Polo tuvo que rendirse a la evidencia y permitir, tras casi dos años de trabas, que formalizaran su relación y se unieran en matrimonio. Una unión que se demoró en un par de ocasiones debido a la campaña de Marruecos, en la que Franco empezó a ascender por méritos de guerra hasta convertirse en el general más joven de España. Por fin, siendo ya Jefe del Tercio de la Legión y habiendo ascendido a teniente coronel por el monarca Alfonso XIII, el 16 de Octubre de 1923 se casaron en la iglesia de San Juan de Oviedo. Fue una ceremonia de gran repercusión social a la que asistieron las grandes familias de la sociedad local y cuya reseña se publicó en numerosas revistas de Asturias y Madrid. Alfonso XIII apadrinó la boda, ya que el novio había sido nombrado gentilhombre del rey, aunque delegó en otro militar para que le representara en la ceremonia. El enlace matrimonial de la pareja fue la culminación de la primera etapa de la relación sentimental de Franco y Carmina, una pareja que luchó por su amor con las circunstancias en contra y que logró salvar todos los escollos que se interpusieron ante ellos hasta lograrlo. Él ya era un militar de prestigio cuando dio el sí quiero a su prometida, una mujer de la que estaba seguro le iba a ayudar a alcanzar la posición social a la que aspiraba. Ella estaba feliz de que su flamante marido hubiera superado su humilde posición social y ya fuera todo un personaje admirado y respetado del que estaba seguro iba a llegar a puestos más importantes.
Una carrera ascendente
Una vez finalizada la Guerra de Marruecos y de convertirse con solo 33 años en el general más joven del Ejército español, Franco y su esposa se instalaron en Madrid en 1926, donde lo más importante que les sucedió es que, por fin, después de tres años de espera, Carmina se quedó embarazada. El 14 de septiembre de 1926 nació en Oviedo Carmencita, la única hija que tuvo el matrimonio. La llegada de Nenuca, apelativo cariñoso con el que la llamaban, llenó de alegría al matrimonio y muy especialmente al padre, que declaró expresivamente que «cuando nació Carmencita, creí volverme loco de alegría». Ese cariño entre padre e hija pervivió a lo largo de las vidas de ambos que a veces se aliaron contra los excesos de doña Carmen en su época de esplendor. De hecho, en su lecho de muerte, Franco llamó a su hija para dictarle el testamento al ser ella la única en la que verdaderamente confiaba. La primera ocasión que apareció para que doña Carmen pusiera en marcha sus grandes dotes sociales fue cuando Franco fue nombrado en 1927 por orden del dictador Primo de Rivera director de la Academia Militar General de Zaragoza. Ella fue la artífice de la creación de una especie de pequeña corte alrededor del matrimonio Franco en la que estaban otros militares de prestigio y sus esposas, con las que Carmen congenió y estableció muy buenas relaciones que le sirvieron para no sentirse sola y tejer relaciones de cara al futuro. Su marido se sintió satisfecho del papel de su mujer, a la que veía en su salsa, manejando el grupo de señoras de los militares que la rodeaban; más tarde, algunos de ellos le ayudaron a preparar el golpe de Estado de 1936. Carmen Polo estaba contenta de poder ejercer su liderazgo con el grupo de mujeres a las que había que orientar para que desarrollaran correctamente el papel complementario al de sus maridos. Esta etapa feliz se interrumpió al poco tiempo con la llegada de la República y con la posterior decisión de Manuel Azaña de cerrar la Academia de Zaragoza, un movimiento que provocó un odio feroz del matrimonio Franco al dirigente político que los sacó de la capital aragonesa y que fue aumentando más y más con el paso del tiempo. A pesar de lograr un cierto resarcimiento con los nombramientos del general como gobernador militar de La Coruña, Comandante General de Baleares y Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, el triunfo del Frente Popular volvió a significar un revés para Francisco Franco. Azaña le cesó del cargo anterior que había hecho feliz a doña Carmen al ver a su marido convertido en el militar más destacado de su país y lo mandó a Canarias como Comandante General de las Islas. Desde allí, preparó el golpe de Estado contra el régimen constitucional de la República, que desencadenó la Guerra Civil en la que él salió victorioso y logró ser nombrado posteriormente Caudillo de España el 1 de octubre de 1936.
La más influyente de España
Después de vivir una auténtica peripecia, doña Carmen huyó a Francia con su hija durante los tres primeros meses del conflicto militar, en los que Franco alternaba su acción como miembro de la Junta de Defensa Nacional con su preocupación por la seguridad personal de su familia. La mujer y la hija del general regresaron junto a Franco en el mes de septiembre del año 1936. Y el día 1 de octubre, al mismo tiempo que se convertía en Jefe del Estado, Carmen Polo Martínez Valdés se transformó en primera dama de España. Así, la jovencita asturiana que soñaba con convertirse en una mujer con influencia en la carrera de su marido, que eligió a un insignificante militar para compartir su vida a pesar de tenerlo todo en contra, se vio convertida en la más influyente de España, la consorte del hombre con más poder del país, alguien que estaba convencida fehacientemente de que Dios estaba de su parte y de la de su marido. Cuando por fin terminó la guerra, tres años más tarde, se decidió que el Palacio del Pardo iba a ser la residencia de la familia Franco Polo –tras descartar la opción del Palacio Real que se barajó en esos días– y doña Carmen llegó a la que sería su residencia y la de los suyos el 15 de marzo de 1940. Seis meses después del final de la contienda que dejó al país devastado, aislado y empobrecido, Carmen Polo se convirtió en la señora del Pardo. Así lo decretó su marido, que se encargó personalmente de decir a todos los que trabajaban en el Palacio por aquella época que su esposa debía recibir únicamente el tratamiento de señora a partir de ese momento. Allí vivió la pareja, su hija y sus nietos durante más de tres décadas. Allí fue también donde ejerció su gran influencia y fundó la corte del Pardo en el que ella brilló sin la menor sombra de amenaza. Su marido permitió con disimulo los anhelos de grandeza de su esposa y también su afición desmedida por la pompa y las joyas, su ambición de poder ejercida en la sociedad. Pero es cierto que ella siempre le guardó lealtad, lo apoyó incondicionalmente en los buenos y en los malos momentos y que, a su muerte, dejó el Palacio del Pardo con gran dolor y se retiró para siempre de la vida pública.
¿Por qué la llamaban «la collares»?
Carmen Polo desarrolló una pasión por las alhajas que sobrepasó los límites que puede sentir cualquier mujer por lucir joyas de gran valor. Una pasión que no compartía su marido, tal y como demostró en una ocasión en la que su esposa quería cambiar varios obsequios de gran valor que le habían regalado al cumplir las bodas de oro por un brillante de gran tamaño y pureza valorado en más de 8 millones de pesetas. Al explicar doña Carmen a su marido que había que poner una cantidad alta de dinero además de las otras piezas regaladas para hacer el trueque, Francisco Franco se negó en redondo con una rotunda frase: «¿Cómo se te ocurre comprarte una cosa así? Nosotros no tenemos posición para tener ese diamante».
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