Nueva York
«Doña Elena es el Rey con faldas»
La Infanta Elena no es la que asume un mayor protagonismo institucional en la Casa Real. Tampoco acabará ocupando el Trono de España. Sin embargo, encarna en su persona el concepto de Monarquía: tiene presencia, es cercana pero mantiene la distancia necesaria, prudente en sus declaraciones y una acérrima defensora de los valores tradicionales y representativos del país. La hija mayor del Rey llega a los 50 años en una etapa estable de su vida: separada de Jaime de Marichalar, dedica sus días a la educación de sus dos hijos, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, y, profesionalmente, además de su actividad oficial como miembro de la Familia Real es directora de Proyectos Culturales y Sociales de la Fundación Mapfre y apoya y participa personalmente en numerosas actividades de tipo educativo y cultural preocupándose especialmente de las actividades deportivas de los discapacitados. Además, es presidenta de honor del Comité Paralímpico Español. Los que la conocen llegan a decir de ella que: «Es el Rey con faldas». Destacan en Doña Elena las mismas características que ven en el Jefe de Estado: espontánea, con gran sentido del humor, y con el «mismo pronto explosivo que su padre». Al igual que el Rey, ha sabido rodearse de un círculo de amistades muy leal, que nunca habla de ella a los medios, ni para bien ni para mal, y que precisamente por eso han sido amigos de ella durante toda su vida. Sólo alguno de ellos, que prefiere permanecer en el anonimato, se lanza a reconocer que Doña Elena «no ha tenido suerte en el amor. Es difícil siendo la hija de un Rey».
En esta cuadrilla de incondicionales se encuentra su entrenador de hípica, Zuleta, hermano de José Zuleta, jefe segundo de protocolo de Zarzuela, y, aunque Doña Letizia no tenga una secretaría propia, podría considerarse el asesor de la Princesa de Asturias. Felipe es teniente coronel del cuerpo de Caballería y aunque el tiempo que pasan juntos dedicándose a la pasión de Doña Elena les ha unido, el carácter extrovertido y leal de él ha facilitado esta amistad. Además, fue uno de sus principales apoyos después de su separación con Jaime de Marichalar tanto que ella no dudó en trasladarse a vivir a la misma zona residencial de Madrid que él, en Fuente del Berro. Una de las amigas íntimas de «toda la vida» de Doña Elena es Rita Allendesalazar. Siempre a su lado, también fue vecina de Doña Elena cuando vivía en Ortega y Gasset con Marichalar. La Condesa de Ventosa no sólo se volcó con la hija mayor del Rey tras el fin de su matrimonio, sino que es amiga incondicional en el día a día, y ha ejercido incluso de canguro con los niños cuando se la ha necesitado.
También los hermanos Prado y Eulate, tanto Borja como Manuel y Teresa, hijos de Manolo Prado y Colón de Carvajal, administrador privado del Rey durante más de 20 años, fueron quienes acogieron a la Infanta cuando volvió de Nueva York, donde residió junto a su entonces marido para que éste se rehabilitara del ictus que sufrió. Cuando el matrimonio regresó y culminó su derrumbamiento, ellos la ayudaron a fundar una guardería en la exclusiva zona madrileña de El Viso.
Pero, sin lugar a dudas, su primera referencia en cuanto a amistades es su prima directa, María Zurita. La hija de la hermana del Rey, Doña Margarita, es la compañera inseparable de Doña Elena. En estos momentos mudándose de su casa, cercana a las inmediaciones del Bernabéu, en numerosas ocasiones se ha visto a Doña Elena por la zona, y también en compañía de la otra sobrina del Rey, Alicia Moreno de Borbón.
Del Retiro a Mercadona
En su vida diaria, Doña Elena intenta llevar una vida lo más rutinaria posible, dentro de su condición de hija del Rey. Además de dedicarse a su gran pasión, la hípica, según informan vecinos de la zona, es una habitual del supermercado Mercadona, donde acostumbra a hacer la compra. Hace mucha vida por el barrio, de hecho, Felipe Froilán, va al colegio marianista Santa María del Pilar. A la Infanta le gusta pasar el fin de semana en familia y no es extraño verla con sus hijos por el Retiro, su válvula de escape. Madre e hijos aprovechan los días de buen tiempo para montar en bicicleta, o patinar por el emblemático parque de Madrid. Religiosa, los domingos no falta a misa acompañada también por sus retoños. Según informan, para no llamar la atención suele llegar a la Iglesia algunos minutos tarde para intentar pasar lo más desapercibida posible y no interferir en el transcurso del oficio religioso.
Entre las aficiones de Doña Elena, la hípica es la más reseñable. Para ella, más que un deporte es un modo de vida. Desde pequeña la hemos visto montando a caballo en el Club de Campo y en el Palacio de la Zarzuela, y participando en campeonatos en los que, a sus inminentes 50 años, no ha dejado de lado. Es muy significativo que la mayoría de sus amigos íntimos pertenezcan al mundo de la equitación. Sin lugar a dudas su válvula de escape más efectiva en los momentos duros; cuando rompió su relación con Jaime de Marichalar Doña Elena se volcó más que nunca en sus caballos, e iba a montar todas las mañanas que sus compromisos le permitían. La hija mayor del Rey se ha preocupado por transmitirles esta pasión a sus hijos, y ha sido Victoria Federica quien ha seguido los pasos de su madre. Es frecuente que ambas, además de montar, vayan a ver campeonatos de saltos en diferentes ciudades del país. Además de la equitación, la Infanta es amante de la buena cocina y el buen servicio. Uno de sus restaurantes preferidos es Don Giovanni, del chef italiano Andrea Tumbarello, una pequeña Trattoria familiar y acogedora, que destaca por su buena comida y servicio. El estilo de vida de la Infanta es con el que muchos se sienten identificados ya que, además, Doña Elena, indirectamente a través de su actitud, es la mejor representación de los valores tradicionales y españoles. Si es habitual verla en la plaza de toros de las Ventas, no dudó en elegir para la boda de Victoria de Suecia un vestido inspirado en un traje de luces. Ni en lucir una camiseta roja y una gorra, pendientes, pulseras y pasador de pelo en rojo y amarillo, para bailar el «waka-waka» con la Selección española y celebrar la victoria del mundial. Durante la Semana Santa del año pasado, cuando todos la creían en Baqueira apareció de pronto en la madrileña procesión del Cristo de los Alabarderos. Madrina de honor, fue la encargada de dar la orden de la «levantá» de dicho paso. Por algo es que algunos allegados a Doña Elena la apoden «La Chata», del siglo XXI.
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