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El Duque de Alba impone el silencio sobre Cayetano

Las revelaciones del duque de Arjona en «de Cayetano a Cayetana» sobre su vida y la de su familia, sin quererlo, impactan por su crudeza

Cayetano Martínez de Irujo (en el centro), junto a su hermano Carlos Fitz-James Stuart y Eugenia Martínez de Irujo
Cayetano Martínez de Irujo (en el centro), junto a su hermano Carlos Fitz-James Stuart y Eugenia Martínez de Irujolarazon

Al inicio del verano ya se había filtrado que Cayetano Martínez de Irujo tenía ya listo su libro con sus vivencias emocionales, profesionales y deportivas. No se dio más publicidad que la justa hasta que llegara el momento en que apareciera en el mercado. El contenido era secreto y se guardaba bajo siete llaves. Los únicos que estaban al tanto eran el protagonista, las personas de la editorial y Luis María Anson, que además de prologar «De Cayetano a Cayetana» fue en realidad quien supervisó el manuscrito. Nadie imaginaba que el duque de Arjona (el título que ahora utiliza) era capaz de hacer su catarsis personal de cara al público.

Las revelaciones que hace sobre su propia vida y la del resto de su familia, que son también protagonistas, sin quererlo, impactan por su crudeza. Los cinco hermanos no han procesado aún el contenido. Según cuentan no tienen intención de leer las vivencias que narra Cayetano, donde la falta de afecto, de compenetración, de cariño durante su infancia y adolescencia por parte de su madre no facilitó la convivencia entre los hermanos. Y más aún sirvió para que Cayetano justificara una vida de descontrol donde las adicciones y la vida loca formaron parte de esa etapa. Por el momento ninguno de los afectados por el tsunami que han originado las confesiones ha querido manifestarse. «Callan para no echar más leña al fuego. Están terriblemente dolidos con la que ha organizado. No entienden la necesidad, salvo la de querer ser protagonista. Va a ser complicado que Carlos (actual duque de Alba), Alfonso y Jacobo le vuelvan a hablar, Veremos si hay segunda parte», explican a

LA RAZÓN.

Fernando, es el único hermano del que habla bien en el libro y ya comentó ese desarraigo hace tiempo a quien esto firma: «Mi madre nunca facilitó la relación entre nosotros. Y por eso cada uno ha ido por su lado. Cayetano le hacía gracia, pero el resto (salvo Eugenia) le aburríamos. Quizá hubo un tiempo en que también se entendía con Jacobo». A raíz de la donación en vida de su patrimonio que hizo la duquesa unos años antes de casarse con Alfonso Díez, que fue su tercer marido, el hijo intelectual mantenía buena sintonía. Al menos de cara a la galería también formaba parte de los elegidos. Después llegaron los comentarios poco acertados de la matriarca de la saga sobre Inka Marti, la mujer de Jacobo a la que llamó interesada y una mala influencia para su hijo. Y no solo esos comentarios públicos rompieron el delgadísimo hilo de comprensión hacia la madre sino que consideraba que no había sido justa al no dejarle a él la casa palacio de San Sebastián.

Después de la duquesa

Como dicen en las testamentarías con ironía «la familia es lo que queda después de repartir una herencia».Y efectivamente si ya las relaciones con la matriarca del clan de los hijos mayores eran muy frías, más lo eran con Cayetano, al que consideraban que manipulaba a su madre en beneficio propio. Esta premisa podría resultar válida en los últimos años de la vida de la duquesa cuando ya su deterioro físico era palpable. Pero antes era imposible y así lo confirman los amigos íntimos de la duquesa cuando se les pregunta por esa cuestión. «A Cayetana no la manejaba nadie. Quizá en un momento dado Jesús Aguirre lo intentó cuando quiso que se le reconociera como el salvador del patrimonio cultural. Y no fue él sino Luis Martínez de Irujo el que puso los mimbres. A Cayetana lo que le gustaba era el ambiente de rojerío (como lo llamaba) que rodeaba al cura Aguirre. En realidad le encantaba escandalizar a las señoras de la aristocracia de las que decía eran rancias y envidiosas, pero nadie la manipulaba. «¡Menuda era!».

Esa personalidad arrolladora de la matriarca de la Casa Alba era casi incompatible con la manera de ser de cuatro de los cinco hijos varones. Eugenia, la niña mimada, quedaba excluida de esa falta de afecto porque ella sí recibió ese cariño que no tuvieron el resto. Y Cayetano, el más parecido en carácter, se revolvió contra esa relación tan fría hacia él que consideraba antinatura. La narración de su historia vital ha sido como un huracán que ha llegado al Palacio de Liria. Las consecuencias de la terapia literaria parece que son positivas para el protagonista que ha querido de esta manera desterrar esos fantasmas que como asegura hicieron que su vida no fuera fácil. Nació en cuna de oro y aparentemente lo tuvo todo menos el cariño de su madre.

Desde el entorno de la familia se preguntan si en realidad Cayetano lo que ha hecho ha sido una especie de ajuste de cuentas con el destino. La duquesa de Alba fue una mujer admirada, querida y ahora, con las manifestaciones que aparecen en el libro, una madre desconocida y sobre todo distante para sus hijos.

Lo que sí es cierto, y así lo manifiestan las amistades y las personas que la trataron en vida, es que no se puede analizar con los ojos del recuerdo (como hace su hijo) la personalidad de una mujer como Cayetana. Se quedó viuda muy joven con seis hijos y con las únicas directrices que había recibido de su padre Jacobo Fitz- James Stuart, un hombre que la transmitió que por encima de placeres terrenales estaba mantener la Casa de Alba. Su infancia no fue fácil. Se quedó huérfana muy niña y pasó más tiempo en internados que en su propia casa. Ya de mayor nunca se quejó de esa vida sin madre y sin hermanos que según decía la hizo muy fuerte. Habrá que esperar si el revulsivo que ha originado el libro tiene segundas partes.