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Eugenia Ortiz Domecq: «Sandra y Águeda son nombres que me gustan para mis mellizas»

Eugenia Ortiz Domecq: «Sandra y Águeda son nombres que me gustan para mis mellizas»
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Acostumbrado como está al entrañable caos que acompaña a las familia numerosas, Bertín Osborne tuvo durante algún tiempo una espinita clavada en el corazón. Temía que sus hijos Kike y Carlos, de cinco y cuatro años, se perdiesen la experiencia de compartir juegos con sus primos. Eugenia Ortiz Domecq desvela el alivio que ha supuesto para su polifacético padre el que su hermana y ella se hayan lanzado –y de qué manera– a la experiencia de la maternidad. Sonriente, habla con LA RAZÓN sobre el que ha sido el notición del año en la familia Osborne: espera mellizas después de que su hermana Alejandra también diera a luz a dos niños en febrero de 2012. «Está feliz con sus niños, pero también le entusiasma el que nosotras hayamos tenido hijos tan pronto porque, claro, el problema está en que mis tías ya no van a por más, con lo cual, ni Kike ni Carlos iban a tener primos hermanos con los que jugar», explica. Problema resuelto.

Trabajo en equipo

Como ella misma dijo con humor durante la presentación de la nueva colección de la firma de joyas LAF, «parece que la familia se ha propuesto repoblar el mundo». La tercera Osborne no puede esperar al barullo que se generará en las habitaciones de sus casas cuando la familia al completo se reúna dentro de diez años. Hasta entonces le queda la parte del camino más ardua, que espera poder compartir esta vez con su marido, Juan Melgarejo, quien, al parecer, se mantuvo un poco al margen con su primer hijo, Juan. «Al principio no se implicaba mucho. Es que a lo hombres les gusta muy poco los bebés, porque como no hacen nada, les aburren. Ahora como ya es un poquito mayor e interactúa, cada vez está más involucrado». No será fácil para esta joven de veintisiete años: tres niños pequeños, un negocio recién abierto y la desventaja de que su marido tiene que cruzar el Mediterráneo cada semana por trabajo –parte de sus negocios están en Italia–. «Espero que en esta ocasión ya no sean sólo para mi los pañales, porque si no no voy a dar a basto», comenta algo agobiada, pero en seguida matiza que Melgarejo fue una gran ayuda durante las largas noches.

Prefiere no pensarlo mucho, porque entonces llegaría «el agobio». Aunque no ha dedicado tiempo a la nueva estructuración de la casa, sí que tiene una idea de por dónde irán los nombres de las dos pequeñas. «Una se llamará Sandra, como mi madre, y el otro nombre también lo elegiré yo, porque el trato con mi marido era que él ponía el primero y el resto, yo. Por supuesto no me decantaré por uno que no le guste nada, pero estoy barajando nombres raros que, la verdad, parece que horrorizan mucho a la gente: Águeda, Greta, Gilda...».

Respecto al sexo, la pareja ha cambiado sus preferencias. En un principio querían un niño, un compañero de juegos para Juanito, pero ahora tienen «muchas ganas de rosa». «Las hermanas unen mucho. En nuestro caso, cuando falleció mi madre, nos unimos muchísimo. Los niños son mucho más independientes. Las niñas siempre se quedan en casa, son mucho más de su hogar. Mi padre, que sólo tiene hermanas, es superfeliz y no creo que cambiase nunca esa circunstancia», razona.

El pequeño Juan permanece aún ajeno a la revolución que sufrirá la familia en unos pocos meses. Anteayer fue su primer día de guardería y las profesoras le dijeron a su madre que era un niño muy espabilado para su edad. «Estamos hablando en italiano, inglés y español, y entiende los tres idiomas. Es muy listo y muy, muy divertido». Le encanta, según cuenta su madre, pasar tiempo con su padre. «Cuando él vuelve de Italia, se lanza a sus brazos y es frecuente que ambos salgan juntos a desayunar o a jugar». Mientras, ella se queda en la cama, porque ya hace meses que nota el cansancio del embarazo. Cuenta que nada más enterarse de que estaba embarazada tuvo el presentimiento de que iban a ser gemelos o mellizos, pero que, como en la primera ecografía no mencionaron tal posibilidad, lanzó un suspiro de alivio. Fue en la segunda revisión cuando le confirmaron sus sospechas. Su reacción: ponerse a llorar.

No descarta ampliar más la familia. «Soy muy joven. Dentro de cinco años tendré 32, así que no descarto uno para entonces. Pero por ahora, sí me relajo».