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Tamara: «Sí, Ana está con Verdasco»
Lanzada al tráfago y al bullicio tan alejados de su meditadora espiritualidad en la que anda inmersa sin tomar los hábitos, Tamara Falcó volvió a encandilar igual que justo hace una semana lo hizo florida, cual vergel de luz y de color, en la cita valenciana, se supone que bien pagada, que acogió el enlace de la heredera de Porcelanosa, María Colonques. Los invitados tenían en la habitación una cajita con chocolatinas del francés Roger Vivier, que endulzó, como los ladrillos, sus mejores sueños. La familia progresa en detallitos. Algunos recuerdan todavía estupefactos aquella Navidad en que la empresa castellonense las felicitó con un azulejo de la firma que reproducía la exótica cara de Isabel Preysler. Aún les dura el pasmo, tanto que lo conservan entre sus mejores reliquias «kitsch».
El bombazo
Convertida en portavoz familiar, acaso animada por lo que mamá Preysler ya había dejado entrever, Tamara aprovechó su cita en la casa Follie Follie –realmente fue una doble locura, ya que Ramsés estaba atiborrado y no se podía dar un paso. Además, casi te obligaban a comer bocaditos de salmón que no podías ni digerir– para soltar el bombazo. No fue su ingreso en ninguna orden religiosa, ni el ánimo de hacerse monja. Vive feliz entregada al Todopoderoso, de ahí su total placidez física, que cada día se asemeja más a la de su señora madre. Le costó superar el jaleo circundante, pero lo hizo y casi nos infartó: «Sí, Ana está con Verdasco. El amor la ha cambiado mucho, la veo entusiasmada y sólo piensa en el tenis, que ya domina. Juega muy bien, no como yo, que siempre hago reír a mis hermanos –hermanastros, ojo– Julio José y Enrique, porque me ven como una barbie disfrazada cuando me visto para jugar», afirmó.
–¿Juegas con pantaloncito «short» o con falda tableada?
–Con faldita, porque soy de viejas costumbres.
–¿Hay boda a la vista?
–Veo entrega y mucha ilusión.
–¿Sabes que el campeón tiene fama, y bien merecida, de rompecorazones?
–Ése no es mi problema. Ana no es tonta y sabe lo que hace.
–Sí, pero bien que perdió el tiempo durante tres años con Diego Osorio. Es todo un señor, pero todos sabíamos que no llegarían a nada.
–Y a ti, ¿ no hay quien te camele o te quiera apasionadamente? Aunque también has tenido lo tuyo.
–A mí, sólo me quiere Dios.
Tamara no perdió la sonrisa, ni el contrapunto irónico con el que, quizá, juega. Pero siempre nos cautiva con su ternura su naturalidad, virtudes no compartidas por su más tiesa hermanastra.
–A Ana le hacía trasero el traje de lentejuelas rosa que lució en la boda de María Colonques.
–Ja, ja, ja. Es que de caderas es mucho más ancha que yo.
Tamara hizo con las manos un gesto remarcador de anchuras que tiene poco que ver con la estilizada y momificada figura de su madre mientras, en un Madrid caótico la Duquesa de Alba también reaparecía, fiel a su incansable ánimo y cuerpo de jota. Alfonso Díez, por su parte, sorprendió, en la calidez de la noche, con una gabardina amplia. Todos nos preguntamos a qué venía, ya que hacían 25 grados. Cayetana Fitz-James vistió de rojo para contrarrestar con su hija Eugenia Martínez de Irujo, que combinó una falda de gasa con un cuerpo de cuero negro. Apoyaron una subasta benéfica en la que resplandecieron Paloma Cuevas y Margarita Vargas, que estaba imponente con un Valentino rojizo que remarcaba su tipazo, como el conde de Creixell su querencia por la delgada duquesa de Montoro. Hay tema.
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