Casa Real

Ocho años de felicidad

Primogénita de los Príncipes de Asturias. La Infanta Leonor, que celebra hoy su octavo cumpleaños, es la viva imagen de su padre: curiosa, espontánea y natural

La Infanta Leonor, que celebra hoy su octavo cumpleaños, es la viva imagen de su padre: curiosa, espontánea y natural. Foto: Gtres
La Infanta Leonor, que celebra hoy su octavo cumpleaños, es la viva imagen de su padre: curiosa, espontánea y natural. Foto: Gtreslarazon

Cuando se tienen ocho años el mundo parece un lugar enorme visto desde los ojos de la inocencia y la inquietud. Pero si uno lleva, además, el título de Infanta de España y responde al nombre de Leonor, ese mundo se convierte en un gran escaparate en el que todos sus movimientos acaban siendo de dominio público. Sin embargo, la primogénita de los Príncipes de Asturias, que cumple hoy ocho años, ha sabido adecuarse a la perfección a los «flashes» de las cámaras, los vítores y aplausos, e incluso a algún que otro acto oficial de altura. Si cuando nació era «gordita y redonda», según palabras de la Reina Doña Sofía –que exhibía orgullosa fotos de su propia niñez para que los periodistas fueran conscientes del parecido físico que guardaba con su nieta en sus primeros años–, ahora que se ha hecho mayor su carácter espontáneo y natural recuerda mucho al de Don Felipe.

Los españoles han sido testigos directos de la evolución de la personalidad de la mayor de las hijas de los Príncipes. La Infanta Leonor encandiló desde el primer día las lentes de las cámaras y las caras de sus padres que parece que con ella a su lado nunca pierden la sonrisa. En su última aparición pública acompañó a Don Felipe, Doña Letizia y su hermana a visitar al Rey en la habitación del hospital en el que se recuperaba de su operación de cadera y llevarle como regalo un dibujo hecho por ella. Con aire desenvuelto y una imagen juvenil que acompañaba su vestimenta informal, asintió con una sonrisa cuando al llegar al hospital sin soltar la mano de su padre, los periodistas le preguntaron si iba a visitar al Rey. A la salida y sin perder su aspecto risueño se atrevió incluso a pronunciar su primer discurso público: «Está muy bien el abuelo».

En sus apariciones públicas en ocasiones especiales como las vacaciones en Palma, la Semana Santa y el principio del curso, se comporta de manera correcta, y destaca su tranquilidad y su manera de observarlo todo desde una postura seria y formal. A través de su actitud transmite serenidad y buen carácter, y quienes están cerca de ella la califican de curiosa e inquieta. Desde aquel lluvioso 31 de noviembre de 2005, cuando su padre anunció en la Clínica Ruber que había nacido su primogénita –«esto es lo más bonito que le puede ocurrir a alguien en la vida», comentó orgulloso–, la pequeña se ganó el corazón de todos los que la rodean. Hasta que comenzó la edad escolar iba a una guardería ubicada en el palacio del Pardo en el que compartía clase con los hijos de los empleados de palacio y los de la Guardia Real. Cuando cumplió tres años y medio sus padres tuvieron que hacer la difícil elección de llevarla a un colegio que cumpliera todas las condiciones necesarias para que su educación fuese tranquila y provechosa. Así la inscribieron en Nuestra Señora del Rosario, un colegio situado en Aravaca, localidad cercana a La Zarzuela, el mismo centro en el que estuvo matriculado el Príncipe Felipe, quien guarda gratos recuerdos de aquellos años. Él mismo reconoce que fueron los «años más felices de mi vida». La decisión de que asistiera podría haber sido de Doña Sofía o de la Princesa, ya que su ideología no está ligada a ningún grupo político ni religioso, y, según Zarzuela, prima que sea un centro laico, pese a que los alumnos reciban formación católica «que es la religión de sus padres», y que la Infanta se eduque en castellano y también en «los valores humanos». A su llegada el primer día, todos los nuevos reciben un caluroso recibimiento de los alumnos de cursos superiores con una ceremonia que incluye guiñoles, actividades de pintura y alumnos tocando instrumentos. A Doña Leonor, a la que han descrito como una niña normal «cariñosa y obediente», le gusta «corretear» como a todas las de su edad pero sin dejar de lado sus obligaciones escolares. Su día transcurre en el colegio desde las 9:30 hasta las 17:30 de lunes a jueves y los viernes sale después de comer, cosa que hace con sus compañeros en el comedor de la escuela. Al llegar a casa también tiene deberes como todos los alumnos, pero en su caso se centran en el inglés –que habla con su abuela y una de las cuidadoras– y la Historia de España y de la dinastía a la que pertenece.

Este año, el cuarto para la hija pequeña de Don Felipe, ha comenzado sin el habitual posado debido a que sus padres no querían molestar el normal funcionamiento del primer día para el resto del alumnado. Aún así las ocasiones en las que hemos podido verla han aumentado con la excursión de este verano de toda la familia a una granja en Esporlas (Mallorca). Es en estos espacios naturales donde la Infanta se siente más a gusto y relajada y puede lucir su sonrisa. También es donde aparecen las semejanzas con su padre y su carácter extrovertido protagonizando algunas anécdotas que denotan su caracter abierto. Durante la visita a la granja la pequeña se dirigió al dueño de la finca y le contó que ella ya había podido estar en una granja-escuela en una visita organizada por el colegio y que llevó unas zapatillas blancas que se le ensuciaron porque acabó pisando una «caca».

Tambien triunfa en sus relaciones familiares. En el Palacio de la Zarzuela es muy conocida su predilección por escaparse siempre que tiene ocasión al despacho de Don Juan Carlos –como también hacía Don Felipe–, lo que le deparó la ocasión de conocer a Mariano Rajoy en uno de sus despachos con el monarca. Aunque ya no puede tirarse en la alfombra de su despacho para jugar, como hacía con su hijo, es visible la complicidad del Monarca con las dos pequeñas, como el día que hicieron una sesión de fotos en la que aparecía el Rey con Don Felipe y Leonor, y que acabó con otra instantánea a la que se sumó la pequeña Sofía, celosa del momento familiar. El propio Príncipe es el primero que las lleva a visitar a su abuelo como hizo este octubre nada más volver de su viaje oficial a Panamá. También es de sobra sabido el amor que profesa Doña Sofía a todos sus nietos, pero que existe una conexión especial con la mayor de las hijas, a la que besa con ternura siempre que tiene ocasión como durante este verano en Mallorca. Pero uno de los papeles que desempeña con mayor dedicación Doña Leonor es el de hermana mayor. Desde que nació la Infanta Sofía prácticamente es imposible encontrar una imagen en la que no esté pendiente de la pequeña. El año pasado al comienzo del curso la mayor confesó a los periodistas congregados a las puertas del centro que cuidaba a su hermana en estos primeros días de clase, aunque no conseguían verse durante el recreo. Aseguró que Sofía «lo estaba pasando bien» y que se adaptaba con facilidad a la disciplina del colegio.

Una década del anuncio «sorpresa»

Fue un comunicado escueto, pero de gran importancia: «Sus majestades los Reyes tienen la gran satisfación de anunciar el compromiso matrimonial de su hijo, Su Alteza Real El Príncipe de Asturias Don Felipe, con Doña Letizia Ortiz Rocasolano», con estas palabras, el 1 de noviembre de 2003, la Casa Real hacía pública la relación del Heredero con la entonces periodista de Televisión Española. La nota cogía por sopresa a más de uno, ya que, a principios de ese mismo año, Don Felipe atajaba las cuestiones sobre su vida personal alegando que «no hay novedades en el horizonte que permitan esclarecer esa faceta de futuro, no hay planes ni nombres que puedan satisfacer ese interés». Asimismo, dejaba clara su intención de que «no por satisfacer esa necesidad institucional abandonaré la pretensión de abordar el matrimonio con una persona de la que me sienta enamorada». Casi diez meses después de aquellas declaraciones, los Reyes hacían pública su felicidad ante el compromiso de su hijo con una joven «concienzuda, coherente, consciente, madura y seria», según expresó un portavoz de la Casa Real. Cinco días después, más de 300 periodistas se acreditaban para dar cobertura a la pedida de mano en el Palacio de El Pardo (en la imagen), acto en el que Doña Letizia se convertía en la protagonista de la noticia y comparecía ante sus antiguos compañeros de profesión. Son algunos de los momentos especiales y de dulces recuerdos que el matrimonio atesora y que celebra estos días.