Fotografía
Peter Lindbergh, el fotógrafo que creó a las supermodelos
El legendario fotógrafo de moda, falleció el martes a los 74 años rodeado por su familia
Hubo un tiempo, que me disculpe Helmut Newton y la infinita corte de los admiradores de su exquisito porno sado chic, en el que todo el mundo quería ser Peter Lindbergh. Era tal su prestigio que quien no podía permitírselo, era bastante inalcanzable, le pedía a su fotógrafo de cabecera que lo imitara a toda costa. El mundo se llenó de fotos de moda en blanco y negro donde rostros de una belleza insultante pasaron de perfectas desconocidas a esas top de las que todos los albañiles del mundo se saben el nombre y los apellidos. He elegido a los albañiles sin ningún rencor de clase, podrían ser igualmente los arquitectos. Fue a Javier Vallhonrat, el fotógrafo español de moda más importante del siglo, a quien oí pronunciar ese nombre por primera vez añadido a la lista de sus irrenunciables: Irving Penn, David Bailey, Louisse Dahl-Wolfe y Richard Avedon. Estamos hablando de los primeros años 80, en mitad de aquella efervescencia creativa que bajo la etiqueta de «La movida» puso de moda España incluso en Alemania. Entre una nube de fotógrafos entusiasmados con la moda, Peter Lindbergh se abría paso en las páginas del «Vogue Italia», quizas la revista de moda más comprometida del imperio Condé Nast con un estilo que no dejaba indiferente a nadie. Y mira que, desde Cecil Beaton a Robert Mapplerthorpe, se han visto estilos en la fotografía de moda.
Lindbergh, que era alemán como Newton y había nacido en 1944, veinte años después del otro maestro teutón, buscaba una nueva imagen de la belleza femenina. Y aunque lo recordaremos por muchas cosas más, aquí está el primer título que le merece ser recocido. Es, con permiso de Herb Ritts y Mario Testino, el que más bellas sacaba a las modelos, quizas por eso no solo le posaron todas sino que lo hicieron desnudas, la máxima entrega de una modelo a su fotógrafo. En su exquisito libro «Images of Women», por cierto, con dirección artística de nuestro inmenso Juan Gatti, aparecen los pubis angelicales de algunas de ellas para que vean que no hablo de farol. Eso que se supone que pasa entre Veruschka y Bailey en «Blow-up» ocurrió muchas veces delante de su cámara. Con Lynne Koester en 1986, Tatiana Patitz en Deauville en 1986, Naomi Campbell en Deauville en 1988, Linda Evangelista en Santa Mónica en 1988, Kristen McMenamy en Ostia en 1991, París 1994 o California en 1995, Cordula Reyer en Arles en 1993, Uschi Obermaier en Los Ángeles en 1994, Nadja Auermann en California en 1996, Iris Palmer en Los Ángeles en 1997, y Mini Anden y Missy Reyder en París en 1997.
Muy casual
Lindbergh, que había entrado en este mundillo por la puerta falsa del escaparatismo, a veces se elevaba hasta la categoría que da una academia de Bellas Artes o una escuela de Arquitectura, pues en sus sillas abandonadas en la playa, en sus retratos de mujeres en grupo, en sus espacios «à la manière» de Durero, en las atmósferas industriales de la república de Weimar había esa intencionalidad que solo da lo ya visto. No era casual su belleza, sino muy causal. Los gitanos de Alfred Stieglitz, las medias de Man Ray, el espacio de La Bauhaus, «El Ángel azul» de Sternberg, los rostros de Richard Avedon, los desnudos de Edward Weston, los retratos de Edward Steichen, están ahí.
Decía Chanel que los que presumen de su originalidad no han leído nada. He aquí la prueba. Qué suerte Rosalía, que lo tuvo delante hace solo unos días, y qué suerte todos los que lo conocimos aunque fuese a través de esa obra maestra del cine que vimos en la última edición del Fashion Festival Film. Allí está el mejor Lindbergh, ese niño que salvó su vida en la durísima posguerra de la Alemania derrotada. De aquellas ruinas grises de Duisburg nació su pasión por el expresionismo en blanco y negro. Dice Walter Benjamín que, a veces, basta un instante para explicar una vocación. Tiene razón.
Autor de la portada del «Vogue» de Markle
Lindbergh fue el encargado de realizar la portada que protagonizó para «Vogue» Meghan Markle. El fotógrafo señaló que había recibido instrucciones precisas de la esposa del príncipe Harry para que los retratos fueran muy naturales.
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