Fotografía

Rosa Benito, colgada en su aniversario

La tertuliana, por Madrid
La tertuliana, por Madridlarazon

El tiempo nos da la razón a los pocos que siempre vaticinamos que volverían a estar juntos. Una extraña pareja, o quizá como otras tantas. RosaBenito siente por Amador Mohedano una especie de atracción fatal. Él domina la situación y por eso la agonía de estos dos últimos años comunicando en directo vía «¡Sálvame!» el previsible naufragio conyugal en tiempos parado por la Jurado cuando convirtió a su cuñada en peluquera personal evitando así los desmanes y tonteos de un «hermanísimo» que entonces las llevaba de calle. Era un real mozo, poco que ver con el casi descuidado anciano actual. Siempre le dije a Rosa que apostaba por la reconciliación, nos conocimos cuando ella se convirtió en la sustituta de Fernando Torrent, peluquero tan habitual como complemento de reportajes de moda y belleza, que a su vez había reemplazado a Luis, otro hombre de confianza de la cantante chipionera. Conozco el paño y veo que ya no se tiene en pie su prolongada farsa con generalizada tomadura de pelo. Está rebosante de mentiras, deformaciones, embustes y disfraces que ella misma reconoció en humilde estrategia televisiva para Emma García, donde intentó disculparse sin conseguirlo por habernos vendido gato por liebre. Sólo el viernes, en un «¡Sálvame Deluxe!» que casi equiparó en audiencias con un 24% de cuota de pantalla al 25 obtenido al reaparecer Belén Esteban en olor de multitudes y morbo. En el programa en que Rosa contó su intentona de irse de este mundo no se superó el 18% de «share». Fue la mejor evidencia de que ya nadie admite sus embustes repetidos y mantenidos, una postura rentable en permanente lagrimeo que, sin embargo, faltó en estas dos últimas apariciones, sin duda más patéticas y conmovedoras. Pero muy frías, más preparadas que sentidas, con la protagonista maquillada de un blanco fantasmal en una cara en la que apenas sobresalían los labios, con los rojos tan vivos e intensos que ahora se llevan.

Todo estudiado, hasta la palidez del blusón «semi hippie», cuando el blanco es un color negado en la tele. Curiosamente, también lo vistieron una imparable María Patiño y la nada sorprendida Mila Ximénez, que aportó más comprensión que furia. Todo por el suelo gracias a Marisa «la del chándal». Fue sincera, creíble –¡qué dificil en este clan!– y directa en sus acusaciones: «Rosa y Amador están conchabados, ha sido un cuento». Y pasmó contando cómo el 10 de noviembre, cuando se cumplió el 35 aniversario nupcial de la hábil pareja, pensaban celebrarlo juntos «pero Amador prefirió quedarse conmigo y pretextó un lumbago». Luego, Rosa ratificó esta revelación: «Y tuve que anular el billete para Chipiona. Yo creí la excusa de mi marido». Como eso, todo: «De vez en cuando le presto dinero y aún me debe 500 euros, vive de Rosa, que le paga hasta la luz». Y Marisa –no sé si lanzada o malvada– añadió: «Él es el primero que no cree en el arte de Chayo, su hija. Dice que canta como un grillo...». Curioso, ahora que ha sido retomado como representante aunque «a lo mejor no supo llevar a una artista como Chayo», considera Rosa, a quien le costará salir de este descrédito. Me pregunto qué comentará en las tertulias a partir de ahora.