Ibiza
Grandvalira clandestina: mucho más que esquí en Andorra
Dicen que los años de nieves siempre son años de bienes. Así parece haber sido en Grandvalira, que en lo poco que llevamos de temporada, se ha situado como el segundo resort con más kilómetros esquiables de toda Europa. Los esquiadores estarán contentos, claro, pero para quienes lo clavar bastón no sea lo suyo, también deberían estarlo. Os cuento por qué.
Chimenea, spa, sábanas blancas y suaves y una gastronomía que quita el hipo. Tras la ventana, un paisaje blanco, invernal, que hasta desafía las ganas de esquí. Estamos en el hotel Grau Roig, exactamente a 2.100 metros de altura en Grandvalira, Andorra. Aquí, a pie de pista, se encuentra este romántico hotel donde el verdadero valor añadido está en la amabilidad y predisposición de su personal, en su cuidada gastronomía y unas habitaciones que son un refugio. El hotel Grau Roig tiene 42 habitaciones, un spa ideal para el après-ski, 3 restaurantes –nadie debería dejar el hotel sin haber probado la rica fondeu casera de La Vaquería- y mucho tacto en todo lo que hacen. No lo digo yo, es lo que se percibe nada más entrar. Y aunque cueste abandonar sus cómodas instalaciones, nos esperan muchas emociones en la estación más grande del sur de Europa. Si eres esquiador, te alegrará saber que la estación ha invertido cerca de 9,2 millones de euros en mejorar y ampliar la oferta del dominio y que entre numerosas novedades, se encuentra la de, ¡por fin!, una nueva pista nocturna de La Solana (Pas de la Casa). Para animar la oferta de esquí nocturno también se abre de noche el restaurante Cala Bassa Beach Club, que es como estar en Ibiza pero con unos cuantos grados menos y en la nieve, pero con cócteles y Dj en directo. Más y mejores puntos de conexión wifi, mejora de los accesos e instalaciones y todo un listado de buenas noticias que los esquiadores acogerán de muy buen agrado. Pero aún hay más, porque también los no esquiadores acogerán con los brazos abiertos su –inmenso- abanico de actividades fuera del esquí, pero dentro del concepto nieve, que para eso son una estación.
Grandvalira tiene preparadas una serie de experiencias cuyo leitmotiv será la música y el concepto la clandestinidad, algo tan de moda últimamente. La clave de estas experiencias será la confianza, ya que los clientes dispondrán de muy poca información hasta el día del evento, sin conocer el lugar ni el invitado. En mi caso, viví mi propia experiencia clandestina el pasado fin de semana, cuando en moto de nieve y ya de noche, me trasladaron hasta el Vodka Bar, un encantador chalet de madera reformado por la varita mágica de Lázaro Rosa Violán, donde en un espacio al aire libre, y bajo el antiguo circo glaciar de Montmalús, disfruté de un concierto en acústico de Ramón Mirabet, que presentó su trabajo “Happy Days”. Curiosa analogía a lo que yo vivía en ese momento, porque no sé si fue uno de los días más felices de mi vida, pero desde luego sí de los más emocionantes, en mitad de la naturaleza, bajo un cielo repleto de estrellas y con un misterioso paisaje nevado a mi alrededor.
Una vez dentro del Vodka Bar, puse en orden mi temperatura corporal a base de cava, vinos ecológicos y un catering de productos naturales y biológicos capitaneado por el chef Isma Prados, que también coordina otros restaurantes en la estación. La vuelta al hotel fue haciendo un descenso nocturno dentro de una máquina pisa nieve adaptada para transportar pasajeros, una especie de autobús de montaña que puso el broche de oro a esta estancia tan clandestina como inolvidable en Grandvalira.
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