Marta Sánchez
Isabel Preysler debutó como presentadora por Jesús MARIÑAS
La última cena organizada por la joyería Suárez sonó a «Cumpleaños feliz». Le pusieron música de tango interpretado por José Mercé que lo acercó a su aflamencamiento y fue el que más gustó. Marta Sánchez pareció artificiosa y antinatural, aunque no estuvo mal su «A media luz». Sobraron agudos más propios del tenor Zapata.
La gala se celebró en el Teatro Real, y se impuso el negro. Resulta convencional y apropiado. De ahí que lo llevaran Isabel Preysler que festejó sus increíbles 60 y Naty Abascal, con un diseño de Oscar de la Renta –el dominicano no está tan malito como dicen–. Maribel Yébenes también estaba de celebración: ha inaugurado unas impresionantes instalaciones en el Paseo de la Habana, «frente al restaurante Thai Gardens», señaló mientras mostraba unas piernas imponentes que rivalizaban con las de su hija Miriam. Menos convencional se vio a la señora de Jacques Hachuel. Miriam Cortina recuperó un Valentino con pantalón de hace varias temporadas. Marisa de Borbón, clásica como siempre, compartió mesa con Ramón Hermosilla y Julio Ayesa. Cary Lapique, sin embargo, parecía desplazada en el lugar de la anfitriona. María Fraile exhibió su sonrisa a la vez que observaba las numerosas felicitaciones que recibía Boris Izaguirre por su entrevista a Preysler en «Vanity Fair». Yo le comenté que me resultó reveladora: «Isabel y yo llevábamos décadas sin hablarnos y le costó creer en mi rendimiento», me confesó. Ana Rosa Quintana pudo presenciarlo después de despojarse de la gabardina apanterada que portaba.
Preysler debutó presentando la tanguera gala en compañía de Paco Arango. El teatro se abarrotó y todos comentaron lo impecable que estuvo Isabel aunque sólo pronunciara quince palabras agradecidas. La recaudación iba destinada a la Fundación Aladina. Portó un pulserón en pavé con diamantes similar al de Miriam Cortina.
Fuera ya pelaba mientrasdentro estaba todo «a media luz». Marta Sánchez se masculinizó con un esmoquin de Lorenzo Caprile que alternó con un bárbaro traje rojo con la espalda al aire y vuelo recogido en un enorme broche. Le favorecía más que sus desgañites tanguistas que demuestran que nunca asimiló a Gardel o Troilo. Lo titularon «Tango y lágrimas» y terminamos entristecidos. No pueden quejarse ni Miguel Blesa, que presumía de su pareja, Gema, ni Amusátegui, muy feliz con Amalia. Lo suyo fue pasodoble.
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