Barcelona
Una americana un voto
En campaña todo vale, hasta las críticas más feroces al estilismo de los candidatos. Tanto es así, que un «look» acertado equivale a muchos votos. Tantos, que lleven a la victoria. Por eso, es más que habitual que los políticos recurran a ingeniosos asesores de imagen. Quedan terminantemente prohibidas las estridencias, ser «fashion» o «trendy» y, curiosamente, los relojes dorados y los bolígrafos con brillos sospechosos. Como lo leen.
Comencemos con Alicia Sánchez-Camacho (Barcelona, 1966), única mujer candidata a la Generalitat. Su imagen coincide plenamente con la ideología que representa, aunque reinterpretada por el innegable aperturismo estético catalán. Definida como «cerebral, educada y valiente», mantiene un estilo formal, que no conservador. Estrella de sus propios estilismos, la líder del PP catalán es una apasionada de la blazer a la cintura, en todos sus colores, aunque huye de los estampados. Pero su prenda fetiche es la americana blanca.
Pero no es casualidad, sino tendencia. Son muchas las devotas de esta cómoda prenda. Sin ir más lejos, la actual ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, o la Princesa de Asturias.
En la retina de muchos está el traje que Doña Letizia lució el día de su presentación oficial como novia de Don Felipe. El traje que lució en aquella ocasión, blanco y de Giorgio Armani, simboliza desde entonces la elección perfecta a la recomendación de un «dress code» formal y cercano. Llama la atención que la candidata del PP huya de las clásicas chaquetas de tweed que visten compañeras de partido como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, o de las americanas-sastre más clásicas que suele lucir la número dos del PP, María Dolores de Cospedal. Es más: hace tan sólo un par de días se atrevió incluso a llevar una americana negra, con hombreras exageradas, al más puro estilo Balmain. Evita los foulares y los trajes enteros y excesivamente serios. También ha retocado su peinado. El tono castaño-caoba y el corte de «efecto despeinado» ha logrado que su rostro sea más espontáneo y cercano.
En lo que respecta a José Montilla (Iznájar, Córdoba, 1955), actual presidente de la Generalitat, poco cabe destacar. Sorprende que en su forma de vestir ya nada quede de una juventud rebelde, algo hippy. Si algo define la imagen del president es el traje oscuro, la camisa blanca siempre y la corbata clásica a más no poder. Eso sí: casi todos son de Ermenegildo Zegna, firma italiana que suele adquirir en outlets o directamente de fábrica, según ha confesado. Lo único en lo que ha mejorado es en la elección de esas pequeñas gafas que le dan un aire intelectual pero no distante. El paso a la montura negra, sin llegar a las conocidas como gafapasta ha sido todo un acierto.
Y llegamos a Artur Mas (Barcelona, 1956), candidato de CiU. Pese a tener sólo un año menos que Montilla parece más joven. Es uno de esos políticos que por su imagen podría ser el candidato americano perfecto: sonrisa «profidén» –de la que, por cierto, no hace alarde–, y eso que se denomina comunmente como «buena planta».
Y a esto hay que sumar su buena relación con los medios de comunicación. Tan pronto acude a un desfile de Mango ycharla con Scarlett Johansson como concede una entrevista a la revista Lecturas. Es un candidato muy seguro de sí mismo, de esos que es fácil que caiga simpático al electorado. También es consciente de sus errores, en lo que a estilismo se refiere. Nunca más ha vuelto a utilizar en su vida pública ni los trajes claros ni las gafas. Por lo demás, todo en orden.
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