La vida en un Post-It por Paco L Mengual

Murcia
¿Quién puede pedir más? Murcia; uno de esos domingos soleados y luminosos de invierno. Entrar a medio día a un bar de la capital; que te echen sobre la barra un pastel de carne y le propinen dos cortes -uno vertical y otro horizontal-; que te pongan un plato de aceitunas de Cieza, y te ayuden a pasarlo todo con un par de copas de cerveza, de esa que fermenta en Espinardo; luego, una sublime taza de café con nombre de un escultor del XVIII. Domingos así, me pregunto como hay gente que puede vivir en otro lugar. ¡¡Mucha Murcia!!

La Conservera
Nunca pensé que una obra de arte contemporáneo pudiese llegar a trastocar mis sólidos cánones de belleza. Pero ocurrió el otro domingo en La Conservera de Ceutí. Ni siquiera ante El éxtasis de Santa Teresa de Bernini en Roma llegué a sentir la emoción que me produjo ese día una escultura hecha con papel de aluminio, lienzos de tela y cordones. La obra de Diana Al-Hadid, artista siria afincada en Nueva York, es digna de presidir el ábside de una catedral.

Tabaco
Ayer, vi una imagen que me retrotrajo varias décadas: Un niño de nueve o diez años, sentado en un portal y fumando. Aunque, en un principio, me conmocionó la estampa, recordé que esa era una práctica habitual en los años de mi infancia y adolescencia. Confieso que, a esa misma edad, yo fumaba cada mañana un cigarrillo en el bus escolar. Estaba prohibido, pero a la vez tolerado por el conductor. Nosotros fumábamos para ser mayores, ahora los treintañeros juegan a la playstation para seguir siendo niños.

El mar
Un día, mi amigo Elías Meana, novelista y navegante, me contó que hasta hace sólo unas décadas los marineros no solían aprender a nadar. En un principio, me pareció algo sorprendente y contradictorio, pero luego lo argumentó: en caso de naufragio o de caer a las heladas aguas de los océanos, los marinos preferían ahogarse con rapidez y evitar, así, una agonizante y penosa lucha contra el mar que inexorablemente acababa siempre en la muerte.