Estreno

Comedia

La Razón
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Como en el teatro, así va la comedia de la España actual. Salvo que la realidad de ésta supera la ficción de aquél. En la comedia clásica regía el principio de verosimilitud: la escena debía pintar la realidad. Los temas recurrentes eran el engaño, el robo, la burla y la estafa, problemas de personas comunes con defectos, debilidades y vicios. Como ahora. Pero en la comedia nacional a la que asistimos, ni las palabras ni las escenas guardan decoro con los hechos. Como en la «comedia nueva», se tiende a exagerar mezclando lo trágico con lo cómico hasta convertir el texto en espectáculo irrisorio. Y esto se consigue con solo cambiar el lenguaje. Por ejemplo, afirmar que «los que estén recibiendo formación no deben ser considerados parados porque están trabajando para el país».

Es un sarcasmo y la fatalidad de contar con un Gobierno que anda desnortado. Tener unos sindicatos que saltan al ruedo ibérico para dar la vuelta gritando: «No queremos cambiar el Gobierno» es indultar un toro que debía haber regresado a los toriles. Congelar la pensión a unos cinco millones de ciudadanos que cobran menos de 633 euros al mes es injusto y cruel. Si de las palabras depende, no hay paro, sino «ausencia temporal de actividad programada». «En este mundo traidor», como escribió R. Campoamor, «nada es verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira».