Salud
Un síndrome complicado por Marina CASTAÑO
Todavía son muchos los que manifiestan risitas infantiles cuando surge en la conversación un tema relacionado con el sexo, y ya no quiero imaginarme si la conversación gira en torno al tema que hoy nos ocupa: el síndrome de excitación persistente, una afección que padece un porcentaje mínimo de mujeres –porque sólo se da entre mujeres–, pero que no es fácil de solucionar.
Nada tiene que ver con la hipersexualidad, que se manifiesta también en el varón y que resulta ser un afán por tener sexo en todas las ocasiones, con el mayor número de mujeres. No, esto es otra cosa que, curiosamente, afecta a féminas en edades en torno a la menopausia, cuando, según una creencia extendida, la mujer pierde el apetito sexual. Hace algún tiempo, en el noticiero de RCN Colombia, para el que trabajo desde hace ya muchos años, comentábamos la noticia de que algunas mujeres experimentaban al día más de trescientos orgasmos sin la intervención de nada que los provoque, de forma espontánea, donde quiera que se encuentren, sintiendo excitación en casi todos los momentos del día sin nada que la provoque.
En efecto, es una enfermedad psiquiátrica que necesita tratamiento.
Nadie puede imaginarse lo que puede ser ese permanente estado mientras se trabaja, se pasea, se va a un teatro o se asiste a un velatorio, sin que el hecho de experimentar el orgasmo, el máximo placer, pueda calmar su agitación, viviendo en una desesperante angustia que nada la apaga.
De hecho, las mujeres que experimentan este sinvivir suelen inhibirse de contarlo por pura vergüenza, ya que la ninfomanía no tiene muy buena prensa: no se relaciona con una enfermedad mental, sino con una conducta indecente.
Me pregunto por qué aún existe tanta ignorancia en torno a los temas de sexo, por qué tanta picardía al abordarlos, por qué tanta estupidez.
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