Energía
Radar peatonal
Desde que se ha metido a inventor, el Gobierno va viento en popa. En sólo dos meses, de la idea de arruinar al sector hostelero con la Ley Antitabaquista ha pasado a la reducción de la velocidad a 110 por hora para tocar las narices a los conductores y, de ésta, al «apagón» de Blanco, que triplicaría las muertes en carretera. ¡Para que luego digan que en España no hay ideas! Ahora entiendo por qué Unamuno exclamó «que inventen ellos». No era por desidia hispanita sino por instinto de conservación. Sabía que en este país hay gente muy bruta y que, como se ponga a inventar algo, acabamos con los plomos fundidos. Yo, por mi parte, he decidido ponerme constructivo –no como el PP– y hacer mi aportación. Le he estado dando vueltas toda la noche a cuál podría ser la próxima iniciativa brillante de nuestros ministros y se me ha ocurrido una que reúne todos los requisitos, o sea que es capaz de indignar profundamente a los ciudadanos y no destaca por su inteligencia. Mi ocurrencia es la imposición de un aumento de la velocidad peatonal por decreto, que compensaría la reducción de los 10 km por hora en las carreteras. El peatón normal camina por las calles a una media de 1,50 km por hora. Se trataría de duplicarla igualándola a la del ejercicio aeróbico. El ahorro en el gasto médico sería espectacular gracias el colectivo consumo de grasas y al desarrollo del músculo cardíaco. El cumplimiento de la ley podría seguirse por una legión de despiadados multadores y radares peatonales. Y –lo mejor de todo– por fin este país parecería lo que es: una película de Charlot.
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