Debate Estado Nación

Zapatero hará de las reformas en marcha su gran baza

Hará un ejercicio de realismo político para enmendar la falta de explicaciones de los últimos meses.

Zapatero hará de las reformas en marcha su gran baza
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Examen de fin de curso. Zapatero y Rajoy afrontan la semana que entra el «gran partido» anual con una alto grado de enconamiento político tanto por la situación económica como por la amplia ventaja electoral que los sondeos otorgan a un PP que cada día se muestra más ansioso de llegar a la meta frente a un Gobierno que, por el contrario, lo que necesita es tiempo para que en el camino que le resta hasta 2012 se aprecien los resultados de las reformas. Los tiempos, los escenarios, los estados de ánimo y los objetivos, por tanto, son muy distintos para ambos líderes. Rajoy, que tendrá que pasar del reproche y la crítica a la alternativa, llega al campo de juego con ventaja, la que le otorga el descrédito de un adversario que ha cambiado de discurso a mitad del partido sin dar explicaciones. Pero, ¿será suficiente el desgaste del contrario para imponerse? Rajoy llega al Debate de la Nación con una cara más amable y en mejores condiciones que en anteriores ediciones, donde la crítica interna, el «cordón sanitario» o las dudas sobre su liderazgo eran constantes. Aún así el líder del PP tendrá que ofrecer algo más que la cabeza del contrario porque, atención, ni las encuestas, ni las críticas, ni siquiera la crisis económica lograrán que Zapatero tire la toalla. El adelanto electoral es una expresión que no existe en el vocabulario del presidente, un maestro en el arte de reinventarse a sí mismo.Hace días que el presidente mantiene reuniones con su núcleo duro para diseñar las líneas estratégicas del debate. Escucha, toma notas, encarga papeles, pero el discurso final con el que abra el XXI Debate de la Nación sólo está en su cabeza. En La Moncloa, sus colaboradores, saben ya por los primeros esbozos que será una intervención dura, muy dura, con apelaciones al esfuerzo colectivo, al sacrificio nacional y a la necesaria unidad política para acelerar la modernización que la economía necesita. De algún modo, Zapatero enmendará con su intervención el déficit de explicación del que han adolecido Gobierno y PSOE en los últimos meses en materia económica, sobre todo después de que Europa impusiese a España el mayor recorte de gasto público de la historia de la democracia y obligara al presidente a abdicar de su credo socialdemócrata y cerrar el grifo de los incentivos fiscales.Los suyos esperan que el miércoles el presidente haga pedagogía sobre el cambio en la política económica del Gobierno, y que ésta esté especialmente dirigida al electorado de la izquierda. En La Moncloa lo dan por hecho, lo que no tienen claro es que ese guiño pase por algún anuncio en materia de fiscalidad, concretamente en el llamado impuesto para ricos. El presidente no cree que sea el debate el momento adecuado para anunciar nuevas figuras impositivas, más bien es partidario de abordar este asunto en el marco presupuestario para 2011, después del verano. Aún así el asunto no está cerrado. Y, como dicen sus colaboradores, «gracias a la discreción e imaginación de algunos miembros del Gobierno y del PSOE», lo más seguro es que si hay algún anuncio no esté en el discurso escrito, sino que forme parte de las apostillas de última hora que introduzca el presidente la misma mañana del Debate de la Nación. Fiscalidad aparte, Zapatero enarbolará la bandera del «realismo político» a partir, seguro, de la afirmación de que sin las reformas que él ha promovido la protección social desaparecería. Vaya, que el miércoles veremos al presidente erigirse en el «gran reformista». Reforma laboral, reforma financiera, reforma de las pensiones… todas ellas, no necesarias, sino ya «imprescindibles» para acelerar la modernización de una economía que pedía los cambios hace lustros y se han hecho urgentes en el último año por la crisis. Así el presidente se apuntará el tanto de haber puesto en marcha los cambios que necesitaba España y que muchos, incluido el PP, pedían a gritos. Soslayará, sin duda, que todas ellas han venido impuestas desde fuera y además se felicitará por haber conseguido para todas las reformas el máximo consenso posible pues, como dicen en La Moncloa, salvo el «tijeretazo» social –que se aprobó sólo con los votos a favor del PSOE-, tanto la reforma laboral como la reestructuración financiera ha contado con el apoyo de la mayoría de la Cámara Baja. Y lo mismo ocurrirá con la revisión del sistema de pensiones, que no saldrá del Pacto de Toledo si no es con un amplio consenso. El Gobierno apremiará, eso sí, al acuerdo con el recordatorio de que hay que sanear el sistema e introducir elementos correctores si no queremos que dentro de 40 años la proporción entre activos y jubilados (hoy de 10 a 5) sea de 10-9.