Jerez de la Frontera

La madre de diez años

La Razón
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Como la realidad siempre se venga de los chupacirios y de las malas leyes, una niña de diez años ha venido a parir desde Rumanía hasta Jerez de la Frontera. Las gitanas que almuerzan un paquete de pipas a las puertas del hospital-general sólo dijeron que el bombo ya lo traía del Perú, que quiere decir que se presentó por urgencias y a punto de caramelo. Siendo madre sin saber si la Tierra es redonda, la van a convertir en la mujer barbuda de Freaks; tentada por el circo y la televisión, no retornará al camino de la infancia porque ya nació vieja, pobre, analfabeta y ajena a sus desdichas, que están, sobre todo, en los ojos quietos de los que hoy la miramos como a un ratón blanco. Ella ya es madre y su madre abuela en la treintena: la única medalla que le cuelga es la de la vejez, porque ha devorado de golpe todas sus edades. «Nacimiento dice muerte», fue capaz de condensar Valle-Inclán. Este cuento neorrealista de invierno andaluz tambaleará incluso a los veloces de la Igualdad. Pasado un tiempo, como con los límites del aborto, lo rebajarán a un capítulo de National Geographic: pura biología, el macho cubre a la hembra y, tras el periodo de gestación, aparece la cría. La cría, disculpen, viene a engordar el aparheit de rumanos-gitanos, que recorren fantasmales una Europa de burros y caravanas. Como dibujó El Roto, no se sabe si huyen porque son errantes o son errantes porque el destino es huir.