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Gerard Mortier prepara otra revuelta en el Real
Después de varios títulos de relación idílica con el público del Real, «C(h)oeurs» ha roto la buena racha. Su director artístico apostó personalmente por esta obra, aunque está por llegar un nuevo terremoto con la firma de Marina Abramovic
Quienes estaban sentados cerca y le podían observar a una distancia prudente se percataron de que Mortier no se sentía cómodo el día del estreno de «C(h)oeurs». «Feliz no estaba, aunque sí tranquilo, mientras asumía en su butaca el ‘‘qué se le va a hacer''», aseguran. El ensayo general y el pregeneral habían ido divinamente, aunque es lógico pensar que tenía cierta preocupación por la reacción que pudiera generar este montaje con el 15-M como bandera. Un par de filas detrás de donde él se sentaba tuvo que vivir sonoros pataleos por parte del público mientras que una de las actrices recitaba a Marguerite Duras, y escuchar voces de «fuera» o «váyanse», dirigidas directamente hacia los miembros del cuerpo de baile, alrededor de quienes se concentró la furia de los «indignados». Ayer, segunda función, más de lo mismo: público revolucionado y totalmente dividido en sus gustos y abucheos si cabe aún más fuertes que en el estreno.
Paradojas de la vida, no muy lejos del asiento de Mortier volvía el lunes a la que fue su casa por poquísimo tiempo Stèphane Lissner, superintendente hoy de La Scala y casi primer director del Real en su etapa inicial, que vivió la experiencia de estos coros-corazones con cierto regocijo. El director artístico del Real lo ha repetido una y otra vez: «No quiero que la gente vea una ópera y se marche a su casa después. Lo que deseo es que cuando haya acabado la función siga hablando de ella fuera». Desde luego, sus deseos se han cumplido al pie de la letra.
Mortier tenía ya varios compromisos adquiridos y pasará una semana lejos de España: ayer asistió al estreno de «Mahagonny» en Atenas; hoy pone rumbo a Viena, donde departirá los pormenores de un esperadísimo «Così fan tutte» con Michael Haneke, que firmará la puesta en escena. Y cerrará la semana en Lyon con un congreso de directores de teatro de ópera. Para cuando aterrice, la tormenta que ayer se desató ya habrá amainado.
Un idilio total
Las protestas durante el espectáculo estuvieron acompañadas de abandonos en la sala, unas 150 personas en un rosario intermitente. Unas hacían ostensible su disgusto, otras salían con sigilo, aunque nada comparable a la deserción masiva que se vivió en el arranque de temporada de 2009, cuando «Lulu» de Alban Berg –con la dirección escénica de Christof Loy– provocó la salida en cada una de las representaciones de alrededor de 600 espectadores. Sin embargo, éste es el primer fiasco que Mortier ha vivido con el público del Teatro Real tras una temporada en la que no se había escuchado una voz más alta que otra. Miguel Muñiz, director general del coliseo, lo explica así: «Llevábamos unos títulos de idilio total, una gloria, y este montaje ha sido el primero contestado con mayor o menor violencia verbal. No resulta nada agradable, pero esto ocurre en la mayoría de los teatros de ópera. Lo extraño es que no hubiese pasado aquí ya», explica intentando quitar hierro al asunto. Muñiz es consciente de que estamos ante una obra «controvertida en la que la dirección artística estaba muy interesada. Lo aplaudo todo y apoyo decididamente el proyecto, aunque es innegable que hubo una reacción que fue más que evidente, muy controvertida y violenta en su manera de expresión», comenta. El director general del teatro añade un par de datos importantes: «En los últimos tiempos, lo que funciona de verdad son las críticas y el boca a boca, que sirve para orientar al público. Una obra de estas características puede resultar muy interesante para los jóvenes y hacer que las entradas que aún quedan en taquilla se vendan», como así ha sucedido en los útimos días previos al estreno en los que se disparó la afluencia de ventas.
Temporada con curvas
Muñiz está conforme con la idea de que este tipo de producciones puedan atraer un público nuevo, «aunque no beneficia». Es de la opinión de que estos debates que se generan son sanos para un coliseo como el Real «porque la curiosidad que se genera es grande, como ha pasado en este caso, que era, además, un estreno mundial, y los medios extranjeros estaban pendientes de nosotros».
Estamos, como aseguran desde el teatro, dentro de una temporada «llena de curvas en la que tienes que agarrarte para no derrapar», pues el programa va casi de un extremo a otro y mezcla piezas abiertamente contemporáneas y experimentales con otras de corte bastante más clásico: de así «C(h)oeurs» se pasa a Mercadante con la batuta de Riccado Muti y su orquesta y coro para acto seguido sumergirse en la «performance» sobre la vida y muerte de Marina Abramovic, a quien seguirá después Plácido Domingo, una apuesta segura.
El detalle
EL MURCIÉLAGO VIVE
A sus 68 años, Gerard Mortier (en la foto) sigue siendo un provocador con la misma energía que cuando era director del Festival de Salzburgo. En 2001 se despidió de su dirección a lo grande: llevó a escena «El murciélago» de Johann Strauss, con puesta en escena de Neuenfels. El escándalo fue mayúsculo y hasta la viuda de Karajan abandonó precipitadamente el patio de butacas.
Con Abramovic, pan y cebolla
El estreno de «Vida y muerte de Marina Abramovic» el 11 de abril estará relativamente cercano al de «C(h)oeurs». Quien conozca a la artista puede intuir más o menos lo que subirá a escena en el Real. Junto a la creadora (en la imagen, durante una «performance» en la que comía una cebolla) estarán Willem Dafoe, Robert Wilson y Anthony, la voz de Anthony & The Johnsons. «Va a ser interesante la reacción del público en una teatro como el Real, porque tengo referencias de que es bastante clásico, antiguo, diría yo. Creo que nadie ha visto nada así aquí y que será interesante. Y refrescante», declaró en una entrevista a este diario Abramovic. «La ópera es un dinosaurio dentro del arte», añadió.
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