Congreso Extraordinario del PSOE
Rubalcaba vs Zapatero un juego entre «intrigas»
«Reforzar el Gobierno, ganar músculo y estar en condiciones de ganar... Luego, ya se verá quien será el caballo para la carrera». Así explica un importante ministro el ascenso de Alfredo Pérez Rubalcaba a la vicepresidencia política del Gobierno y las especulaciones sobre si Zapatero le sitúa así en primera línea para la carrera por la sucesión.
Zapatero aún no ha decidido, aunque sostiene que lo intuye, si será o no candidato en 2012. Pero su apuesta por el ministro del Interior le sirve para un escenario y para el contrario. De momento, le utilizará para fortalecer un Gabinete hasta ahora de escaso perfil político; se aprovechará de su reconocida capacidad para la estrategia y rentabilizara la fuerza de sus apariciones en los medios como portavoz del Gobierno (nadie habla tan alto y tan claro como él ante una cámara). Y si el horizonte electoral mejora y el secretario general del PSOE decide abandonar y ceder el testigo, se apuntará el tanto de un hipotético doble éxito: el acierto en la elección y la retirada después de haber enderezado el rumbo del socialismo cuando a año y medio de las elecciones las encuestas le situaban 14 puntos por debajo del PP.
Por el contrario, la elección tiene ventajas e inconvenientes porque en el recuerdo de muchos aún está que el más incombustible de los socialistas fue el portavoz del Gobierno de los GAL, el que enterró al último Gabinete de Felipe González. Quienes así piensan esgrimen en su favor que «igual que ha enterrado gobiernos, los ha alumbrado». Y que ahí está en su curriculum el diseño de la campaña electoral con que Zapatero ganó al primer intento las primeras elecciones a las que se presentaba.
En todo caso, si hay algo en lo que coinciden todos los socialistas es en que esta arriesgada apuesta deja muy despejado el camino para 2012 y que sólo hay dos posibilidades de candidato: Zapatero o Rubalcaba. Con permiso del Congreso Federal, que tendrá que decirlo, claro. Pero ya sabemos que el hoy ministro de Interior lo mismo se deja la piel por el «felipismo» que por el «zapaterismo», que su camaleónica piel política le sirve igual para defender un proyecto o el contrario, apoyarse en una generación o en la siguiente o para convencer de sus tesis con su verbo fácil al más furibundo de sus enemigos. No hay que echar la vista atrás, hasta principios de 2001, cuando tras varios meses de desconfianza mutua, no sólo se ganó el respeto y el reconocimiento de Zapatero sino una plaza fija en su «empresa». Le costó lo suyo, pero su inquebrantable amistad con Felipe González y su inmensa capacidad para el enredo y la intriga, le convirtieron en uno de los principales muñidores del pacto antiterrorista que PP y PSOE firmaron con Aznar en el Gobierno. Desde entonces, su lealtad a Zapatero es tanto o más inquebrantable como la que un día juró a González, otro a Almunia y otro a Rosa Díez. Así es él, así es el nuevo vicepresidente político, el ministro del Interior y el portavoz del Gobierno... Un hombre que, hace poco los escribimos en estas mismas páginas, cien secretarios generales tendrá el PSOE, cien candidatos o cien congresos, que siempre estará en el lugar acertado. Zapatero y él se necesitan, se complementan. Ambos son igual de «astutos» y de «intrigas».
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