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Hoover travesti

La nueva película de Clint Eastwood, «J. Edgar», recupera la figura de quien fuera director del FBI y plantea la duda sobre su gran misterio: si fue homosexual

Hoover travesti
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Durante casi medio siglo, J. Edgar Hoover fue el director del FBI. Fue el hombre encargado de dirigir con mano dura la seguridad de Estados Unidos, pasando por sus manos algunos de los crímenes más destacados del siglo pasado: desde los asaltos de Dillinger a los asesinatos de John F. Kennedy o Martin Luther King, sin olvidar el secuestro del hijo de Lindberg o las confesiones del arrepentido mafioso Joe Valachi. Hoover vuelve a ser protagonista gracias a «J. Edgar», la película que le ha dedicado Clint Eastwood con Leonardo DiCaprio como protagonista. Con guión de Lance Black, ganador de un Oscar por «Mi nombre es Harvey Milk», el filme toca uno de los temas más polémicos de cuantos han perseguido a Hoover tras su muerte: su supuesta homosexualidad y simpatía por el travestismo.
En 1993, el periodista británico Anthony Summers era el primero en explicar la cara oscura de Hoover en un libro editado en nuestro país por Anagrama. «Oficial y confidencial. La vida secreta de J. Edgar Hoover» dedicaba páginas a desvelar aspectos desconocidos de Hoover. Para ello tomaba como fuente a Susan Rosenstiel, esposa de uno de los aliados del gánster Frank Costello. Rosenstiel le explicó a Summers que en dos ocasiones le había visto en el Hotel Plaza de Nueva York vestido de mujer y compartiendo habitación con Roy Cohn, el célebre abogado que apoyó al senador McCarthy.

Vestido de seda y negro
Según Rosenstiel, Hoover vestía de manera insólita: «Llevaba un sedoso vestido negro, muy sedoso, con volantes y medias de encaje y zapatos de tacón alto, y una peluca negra y rizada. Se había maquillado y llevaba pestañas postizas. La falda era muy corta y Hoover estaba sentado en la sala de estar de la suite con las piernas cruzadas. Roy me lo presentó diciendo que se llamaba "Mary"y Hoover contestó con un "buenas tardes", con brusquedad, igual que la primera vez que nos vimos. Resultaba obvio que no era una mujer, se le notaba que se había afeitado. Era Hoover. Nunca había visto nada parecido. No podía creerlo, no podía creer que estaba viendo al jefe del FBI vestido de mujer». Un año más tarde, según recoge Summers, Rosenstiel volvió a ver a Hoover con «un vestido rojo y un boa de plumas negras alrededor del cuello». Supuestamente, la mafia sabía de estas perversiones y habría chantajeado a Hoover al tener fotografías comprometedoras del director del FBI. Eso explicaría la poca diligencia que se tuvo durante muchos años para acabar con el crimen organizado. «Oficial y confidencial» también exponía que Hoover y su brazo derecho, Clyde Tolson, habían mantenido durante años una relación que iba más allá de lo profesional.

Cuando estas declaraciones vieron la luz, Hoover pasó a ser blanco de chistes para humoristas como Jay Leno o, incluso, el presidente Bill Clinton y el senador Bob Dole. Todo el mundo dio por buena la historia de Rosenstiel hasta que empezaron a surgir las primeras dudas. Uno de los estudiosos del tema, Athan Theoharis, y uno de los ayudantes directos de Hoover, Cartha D. «Deke» Deloach, rebatieron estas teorías de distinta manera. Deloach, forzado a dejar el FBI tras conspirar para ser el director de la agencia, escribió en 1995 un libro de memorias, «Hoover's FBI», que contiene un capítulo de título curioso: «¿El director gay?». El ex empleado dice que Rosenstiel fue condenada en su momento por perjurio. Odiaba a Hoover por la persecución a la que sometió a su marido. También recuerda que su jefe y Tolson eran buenos amigos, pero esto también era consecuencia de ser este último la única persona en la que realmente confiaba Hoover.

En su libro «J. Edgar Hoover, sex and crime. An historical antidote», Theoharis expone casos en los que el director del FBI señaló la posible existencia de homosexuales en altos cargos de las administraciones Roosevelt, Eisenhower y Nixon. El mismo Hoover ordenó que se investigara a todo aquel que afirmaba que podía tener una doble vida y solamente aceptaba agentes heterosexuales en sus filas. Theoharis recuerda que Rosenstiel nunca supo explicar qué hacía una mujer en una orgía entre homosexuales.

El jardín de la ambigüedad
Curt Gentry, uno de los mejores biógrafos del director del FBI, explica en «J. Edgar Hoover. The Man and the Secrets» que los rumores de homosexualidad lo persiguieron durante toda su vida. Sin embargo, en su casa de Washington guardaba una especie de jardín secreto. Estaba decorado con fotografías de mujeres desnudas, entre ellas el famoso calendario de Marilyn Monroe, así como con esculturas de hombres jóvenes desnudos. Hoover jugaba a la ambigüedad sexual.