Ciclismo

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Una cura de humildad

Contador termina noveno y doblado por Tony Martin, arcoíris en la «crono»; Castroviejo, vigesimosegundo

Alberto Contador terminó noveno en el Mundial de contrarreloj
Alberto Contador terminó noveno en el Mundial de contrarrelojlarazon

Maastricht- «Que sí, que creo en ello». Y todos creyeron con él. «Que sí, que no estaría aquí de pensar lo contrario». Y todos con ese cosquilleo, esa ilusión adolescente. O del que se sabe y se piensa superior. Así amaneció Alberto Contador, y toda la delegación española. Así, a la una y cuarto del mediodía, con Valentín Dorronsoro, su masajista, al volante y Faustino Muñoz, su mecánico, en el asiento de atrás y después de pasarse la mañana al resguardo del hotel y con el rodillo, sin salir a entrenar al aire libre, puso rumbo a Heerlen, al punto de partida de los 45,7 kilómetros de contrarreloj. Los sintió Alberto Contador todos y cada uno en las machacadas piernas, «con un dolor impresionante desde el principio». No fue capaz de cumplir con las expectativas de medalla, hasta del oro, los más optimistas, y no pasó del noveno puesto.

Al cobijo del autobús –el de Movistar, la guarida del enemigo que pone el techo en los Mundiales a España–, Contador se libró del chaparrón que cayó sobre Heerlen. Salió un poco más tarde a calentar, pero era igual. No se libró del aguacero. En los primeros 14 kilómetros ya perdía más de medio minuto con Tony Martin, el alemán que no deja espacio a la improvisación o a la sorpresa, y se colgó el oro. Hasta él llegó con Alberto a las espaldas. Escasos metros antes de cruzar el arco del segundo punto intermedio, en el kilómetro 30, el madrileño no tuvo ni que girarse. «Vi que mi coche se estaba alejando y me lo imaginé. No es que me haya venido abajo. Me he centrado en mantener mi ritmo y regular», contó después.

Desde entonces hasta la meta, 16 kilómetros de guerra psicológica. «Cuando llegaban los repechos veía su coche más cerca, pero en el falso llano se me iba». Y Contador en medio de su tortura. «No sé qué plato llevaría, pero era bastante más gordo que el mío. ¡Y encima lo movía!».

Viéndose alejado del medallero, con el piso mojado y el buen puñado de curvas, Contador se desenchufó. Nada de riesgos. «Pero el tiempo que me he dejado no se pierde en las curvas». Ni contento ni decepcionado, se defendió, «con las piernas forzadas» como iba, «bajando piñones» mientras pedaleaba. Se buscó y no se encontró Contador. «Me ha faltado concentración», asumió. Y piernas. Como al cansado Castroviejo, Juegos Olímpicos, Vuelta de defensa a ultranza de su primer rojo y valor del futuro. El vizcaíno fue 22º. «Nunca había corrido una crono tan dura como ésta», confesó. Nunca la cura de humildad había sido tan grande.