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Comunidad de Madrid

La vuelta del buitre negro

Su mala fama y el hecho de ser carroñero hicieron que el buitre negro estuviera a punto de desaparacer de la región durante los años ochenta. En aquella época tan sólo treinta parejas de esta especie sobrevolaban el cielo madrileño, pero gracias a los trabajos de recuperación y conservación de la Comunidad de Madrid ya se superan las cien, la cifra más alta de la historia.

Los especialistas realizan entre febrero y septiembre el análisis de toda la población de buitres negros de Madrid
Los especialistas realizan entre febrero y septiembre el análisis de toda la población de buitres negros de Madridlarazon

Entre febrero y septiembre se realiza el censo y el seguimiento de las parejas de buitre negro, periodo que abarca desde las primeras puestas –la incubación dura unos 60 días– y el desarrollo de las crías hasta que aprenden a volar –110 días más o menos–. Los especialistas localizan todos los nidos existentes y se concreta la fecha de la puesta, de la eclosión y del vuelo de los pollos en cada uno de ellos. Pero antes de que abandonen el nido, los técnicos en colaboración con la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Bird life) los anillan para poder seguirles la pista hasta que mueran. Un proceso delicado que requiere la experiencia de varios profesionales para que el animal se estrese lo menos posible. Este año han nacido 57 nuevos buitres negros y LA RAZÓN asistió al anillamiento del número 53, en el Parque Natural de Peñalara, en la Sierra de Guadarrama. Según explicó Juan Vielva, el director del parque, «el animal tiene que ser marcado cuando tiene entre 40 y 50 días, ya que todavía no han volado y así se evita que intenten escapar, lo que puede provocarles un accidente». Lo primero que hay que hacer es esperar a que «los padres» salgan del nido a buscar comida para poder trabajar cómodamente con la cría, porque «alguna vez han aparecido cuando estábamos en el árbol y nos han intentado echar, como es lógico». Después hay que subir hasta él, una misión algo complicada, ya que estas aves construyen sus hogares en las ramas más elevadas de árboles que llegan a medir alrededor de los 16 metros. José Pedreño, agente forestal especialista en fauna y trabajo en altura, fue el encargado de escalar hasta el nido con la ayuda de dos cuerdas y un arnés. A pesar de su experiencia, Belén Carrillo, vigilante del parque, estaba allí presente por si ocurría algún imprevisto, «tal y como indica el protocolo de este tipo de actuaciones». Al llegar al nido, Pedreño introdujo al buitre negro en una bolsa de tela y la bajó con una polea hasta que lo recogió Javier de la Puente, técnico de SEO de la Comunidad de Madrid. Una vez en el suelo, sacó a la cría para ponerle dos anillas: una métalica, del Ministerio de Medio Ambiente, y otra amarilla, de lectura a distancia de la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid. Gracias a ellas se podrá hacer un seguimiento sobre su paradero, saber dónde y cómo se alimentan, por dónde vuelan y si vuelven para reproducirse. Además, también aprovecharon para extraerle muestras de sangre, pesarle y tomarle medidas del pico, el cráneo y las alas, «unos números que introducimos en una base de datos central para identificarlos, ya que a partir de ahora se les controlará con un telescopio». Durante todo el «examen», el buitre negro permaneció tranquilo y casi sin moverse mientras comprobaban que se encontraba en perfectas condiciones. Cuando terminó el reconocimiento, lo volvieron a meter en la bolsa y lo depositaron en el nido. Este procedimiento individualiza a cada ejemplar de buitre negro para toda su vida y a través de sus códigos se podrán realizar los controles de esta especie para seguir mejorando la gestión y conservación en la Sierra de Guadarrama, que ya alberga al cinco por ciento del total de la población europea de esta ave carroñera.