Literatura

Barcelona

Hermanos de sangre

La Razón
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Yo pensaba que lo que hacían Los Morancos era humor local hasta que me acordé de mi tía Paca asomada a la ventana, sacando la gaita por detrás de los geranios. La tita tenía, y aún conserva, una voz que ni Pepepótamo, y a eso de la hora de la merienda se asomaba a su particular alminar y llamaba uno por uno a mis primos. Mi primo no es Jósua, no, que es Josué, Josuuuuu en versión balcón, y el otro Christopher, esto es, Cristoooooooo, y llamarle a voces en plena siesta sonaba más a fin del mundo que a otra cosa. Luego me acordé de alguna visita a la playa, con un tenderete grande como la carpa de un circo al que, efectivamente, le faltaban nada más que unas macetas por fuera como tenía el de Antonia y su madre. Así que pensaba una que era humor local y, al final, resultaba ser la parodia de una parte de la vida real de este país, más allá de los acentos.

De Los Morancos sabemos que son dos, Jorge y César, aunque a veces nos cueste saber quién es Jorge y quién es César, y lo que sabemos también es que son dos hermanos que dan la sensación de divertirse mucho juntos, de estar en un nivel de química admirable y de conocerse al dedillo el uno al otro a base de quererse mucho y de haberse querido mucho más después de haber pasado algunas fatigas. Y transmiten también la impresión de haberse reído mucho de sí mismos. Sin ir más lejos, recuerdo una escena en la que Jorge llegaba vestido de legionario a la recepción de un hotel a coger una habitación. «No hay, caballero, tenemos esto lleno, porque están aquí Los Morancos alojados. "¿Loh Moranco?"», preguntaba César después de beberse un vaso de arena y vestido de caqui. «¿Esoh no son do hermano que uno es gordo y otro mariquita?» El mismo César que reivindicaba delante de Jorge la celebración «der Día der Orgullo Mashote», que consistía en salir de manga larga a las cuatro de la tarde cayendo lo más grande.

A mí me gustan mucho Los Morancos, pero sobre todo es que me caen estupendamente bien y todo este rollo era únicamente una excusa para decírselo, ahora que se vienen a actuar a Madrid al Teatro Häagen-Dazs después de triunfar en Barcelona. Para decirles eso, que por más que he intentado lo contrario me hacen una gracia grandísima y para añadir otra cosa: menos temple y más pintura plástica.