Actualidad

Comparaciones por María José Navarro

La Razón
La RazónLa Razón

La semana pasada ya comentábamos aquí lo poco que se generaliza y la falta que hace. Hay que generalizar más, recuerden. Es injusto, vale, pero se queda uno tan pancho que no sé cómo no vamos todo el día generalizando por ahí. Acabemos ya con las excepciones: son un coñazo. Además del consejo de generalizar, hoy vamos a optar también por comparar. Las comparaciones son odiosas, de acuerdo, pero muy instructivas y aleccionadoras. Hoy, mis queridos niños, vamos a comparar y me temo que los resultados no nos sacan muy favorecidos. Verán, el pasado fin de semana estuvo mi cuerpo serrano visitando Dublín para asistir al partido que enfrentaba a Irlanda y Escocia en el torneo VI Naciones de Rugby. El Aviva Stadium, donde juegan tanto la selección irlandesa de rugby como la de fútbol, está situado a unos veinte minutos andando del centro y rodeado de magníficos pubs y de casitas con jardín. Casitas donde las verjas están abiertas sin aparatosos cierres ni protecciones en las ventanas. Los accesos al estadio por las calles más estrechas estaban cortados, quedando sólo libres las avenidas grandes. Cortados por un solo policía que, amablemente, indicaba el camino a seguir. Comparemos. Si ese partido se hubiera celebrado aquí, posiblemente, en las calles cortadas hubiera estado desplegado un grupo de antidisturbios tuteando a la gente con imperativos. La gente, que tiene un trago también, hubiera atajado por los jardines de los vecinos e incluso estoy convencida de que algún compatriota no habría perdido la oportunidad de orinarle entre los setos a una anciana venerable. Por no hablar de los restos, la basura y los vasos. Comparar es odioso, sí. Lo peor, sin embargo, es perder en las comparaciones.