Buenos Aires
España sin ley de huelga por Martín Prieto
La presidenta Fernández de Kirchner debe acudir a «Villa Freud» (una céntrica plaza porteña donde tienen consulta los mejores psicoanalistas) porque padece una insólita fobia contra los españoles que, junto a los italianos, arman la sociedad argentina, que la lleva en su desequilibrio a tomar a burla la crisis española y a llamar «peladito» al ministro De Guindos, que tiene más problemas que la alopecia. Ya se sabe que los argentinos nacen en crisis, crecen en crisis, se reproducen en crisis, mueren en crisis y siempre votan peronista, que es lo que multiplica la crisis. En 1984 su inflación se acercaba a la de la República de Weimar y al presidente Raúl Alfonsín los sindicatos peronistas acabarían organizándole 14 huelgas generales. Con Felipe González desayunaba en la terraza de nuestra Embajada en Buenos Aires comentando esta perversión sindical que tiene la huelga general como un picnic y no como un acto revolucionario. Felipe proponía para Alfonsín una economía de guerra, y no sé si hoy le sugeriría lo mismo a Mariano Rajoy. El comunista Cayo Lara sí lo tiene claro cuando afirma que hay que transformar la movilización de la calle en poder. Toxo y Méndez, los contables de las dos centrales sedientes de subvenciones, amenazan ya con otra huelga general para septiembre con la que pulverizarán la prima de riesgo. Están en su derecho y la Constitución les ampara, pero nadie pía por una ley de huelga, que es otro mandato constitucional dormido como Blancanieves desde 1978 sin que aparezca príncipe que la bese y la despierte. Huelga general sí, pero con reglamentos, normas y responsabilidades. Si alguien quiere tomar el Palacio de Invierno que pague los destrozos, pero el clarinetazo a la huelga general multiplicada no puede salir gratis.
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