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Reciclado de plásticos por Ramón TAMAMES

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Fue en la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (Unced, Estocolmo 1972), cuando por primera vez se planteó el tema de los desechos de todas clases a escala internacional; una cuestión a resolver más pronto que tarde, habida cuenta de que en la era del consumo en masa, los residuos aumentan de forma vertiginosa. Con efectos muy dañinos para el entorno y especialmente por el deterioro de los suelos y de la calidad del agua de los acuíferos; dos problemas muy difíciles de resolver después.
En reciclado, el progreso ha sido grande, desde la concepción del desarrollo sostenible, con cuya óptica resulta obligado recuperar todos los subproductos de lo usado y consumido, en vez de ampliar más y más los vertederos con todas sus nefastas consecuencias. En otras palabras, hay que reducir al mínimo el impacto de las contaminaciones en la biosfera, y mantener vivo el stock de productos básicos, para que, reciclados, retornen a la cadena productiva; logrando una mayor eficiencia energética y disminuyendo así las emisiones de gases de efecto invernadero.
El ecólogo norteamericano Barry Commoner en «El círculo que se cierra», supo explicar hace ya tiempo la cuestión, al exponer que de un producto concreto, el oro, se ha conservado la inmensa mayor parte de su producción; cifrándose sus existencias presentes en no menos de un 70 por 100 de todo lo que se extrajo de la corteza terrestre durante dos milenios. Algo que debería hacerse respecto a gran número de otros productos, y sobre todo con los plásticos, que están acumulándose; no sólo en tierra sino también en mares y océanos, como sucede masivamente en el Pacífico en una extensión como la de España. En esa dirección, es bien conocido que la Unión Europea pretende que los buques pesqueros, en épocas de inactividad, tengan una faena complementaria en la recogida de plásticos marinos. Mejor es reciclar que arrojar al mar y volver a recoger.