África

Conflicto armado

Libia hace balance: van 30000 muertos

Libia empieza a hacer el recuento de las víctimas de la guerra, ahora que ésta se acerca a su fin tras la caída de Trípoli. 30.000 muertos y 50.000 heridos -20.000 de ellos graves- es la última estimación oficial del Gobierno rebelde, que asegura que todavía harán falta varias semanas para tener números más precisos y definitivos

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La razón, que aún se están descubriendo fosas comunes, entre otros horrores, y aún no se sabe qué se encontrará en los últimos bastiones del régimen, donde podrían estar muchos prisioneros de guerra. Al menos 4.000 personas siguen desaparecidas: muertas o todavía encerradas en alguna cárcel de Gadafi.

De los 30.000 muertos, la mitad serían combatientes gadafistas, según el ministro de Sanidad rebelde, Naji Barakat, aunque es complicado conocer los números del bando gubernamental porque jamás se supo de cuántos hombres disponía el régimen. En el otro bando, se dispone de más datos –recogidos por las autoridades revolucionarias, los hospitales y los propios rebeldes– que configuran el grueso de los mártires. En esta guerra han fallecido sobre todo combatientes, porque en general se ha luchado en medio del desierto, alejada de los centros habitados, menos en el caso de Misrata, que fue asediada y bombardeada por las fuerzas de Gadafi durante dos meses -entre marzo y mayo pasado-, en la que ha sido la batalla más larga y brutal de la guerra libia, y de la que todavía permanecen las huellas, tanto en la ciudad como en sus 300.000 habitantes. En Misrata hay 2.000 mártires, según las autoridades locales: 1.200 combatientes, según el mando de los rebeldes, y el resto serían civiles.

Los heridos alcanzan los 4.000, sólo los casos más graves, y cientos los mutilados: todo ellos necesitan asistencia y la necesitarán durante mucho tiempo. En el patio del Centro Policlínico, el principal centro sanitario de la localidad, han establecido un hospital de campaña sólo para hacer seguimiento de estos pacientes. Al menos 50 hombres acuden a curar sus heridas de guerra cada día, explica el doctor Ali, mientras que la doctora Amna recibe a varias mujeres, como a una que recibió un disparo en una pierna en el fuego cruzado. «La prioridad es dar asistencia sanitaria a los heridos», explica Munir Al Gayiyi, trabajador humanitario local, quien añade que «estamos haciendo frente a la emergencia pero no tenemos los medios suficientes», teniendo en cuenta además que cientos de heridos graves que han sido evacuados al extranjero volverán en algún momento y necesitarán hacer un seguimiento.

En uno de los modestos y pequeños centros de fisioterapia que hay en la ciudad, el equipamiento es viejo y las instalaciones insuficientes: reciben unos 70 pacientes cada día, son 10 médicos especialistas, 5 hombres y 5 mujeres, y cuando hay cortes de luz sólo pueden recurrir a los masajes y ejercicios para los heridos, que sufren problemas sobre todo en las piernas.

Según Al Gayiyi, las heridas más difíciles de curar y que tomarán más tiempo son las psicológicas, especialmente en mujeres y niños. Los pequeños sufrieron primero la violencia directa y ahora la situación de anormalidad, en una ciudad con 20.000 hombres armados y donde todavía suenan los disparos a todas horas. Un niño de 9 años yace desde hace una semana en coma cerebral en la UCI destartalada del Centro Policlínico de Misrata: una bala perdida le atravesó el cráneo durante las celebraciones por el fin del ramadán, que fue marcado con ráfagas de kalashnikov al aire en la plaza de la ciudad.

Los casos que jamás recibirán tratamiento son los de las mujeres violadas, que se cree que en Misrata son más que en ningún otro lugar de Libia y que podrían alcanzar las 100, según fuentes hospitalarias y militares. Ninguna acudió en su momento a recibir tratamiento médico y ninguna se atreve a buscar ahora apoyo psicológico.