Debate Estado Nación
Todo vale
La izquierda española se cree con las únicas credenciales para el gobierno democrático. Y todo gobierno que no sea el suyo debe ser considerado una excepción, si no una anomalía.
Cuando la realidad es tan evidente que desborda todo intento de dominio, termina imponiéndose y la mayoría le abandona, la alternativa política al PSOE siempre debe superar una última resistencia: la del agit-prop. Late en la genética leninista de nuestra izquierda, que en España se expresa al grito de «¡que viene la derecha!». Es el doberman del 93, la algarada del «pásalo» en 2004 y el «nos interesa que haya tensión» de Zapatero en 2008. Si sales a la calle para defender la dignidad de las víctimas, estás crispando. Si lo haces para protestar por una negociación infame con ETA, no quieres la paz. Si promueves la excelencia en las aulas, segregas. Si alertas de la crisis económica que tratan de esconder, eres un antipatriota.
Si preguntas por el chivatazo del Faisán al ministro del «necesitamos un gobierno que no nos mienta», un ultraderechista. Si rechazas sus proyectos de ingeniería social, un carca. Si no te sumas a su revisionismo histórico, un facha. Si defiendes los derechos del no nacido, un meapilas. Y si informas de todo sin consultar el argumentario de Ferraz, quedas inhabilitado para el periodismo. Insulto, descrédito, ridiculización. Mordaza al fin. Todo vale para neutralizar a quien ose desenmascarar las maniobras de este régimen sectario levantado sobre la subvención y la mentira. ¿Cómo convencer después a una mayoría de que quienes han generado cinco millones de parados sigue siendo mejor opción que quienes crearon cinco millones de empleos entre 1996 y 2004? En ello están. Caiga quien caiga.