Cuba

El país de Alí Baba

La Razón
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Sólo hay que leer cada día la prensa española para poder contar hasta 75 periodistas que se dirigen al presidente Zapatero con calificativos poco entusiásticos: presidente por accidente, «zejape», tonto contemporáneo, demiúrgico, desnortado, iluminado, megalómano, zetapenco, mentiroso compulsivo, antipatriota, pancartero, zapaborto, embaucador, zopenco, tonto de campeonato, acomplejado, hijo de satanás, vendepatrias, fascista, miserable, pinocho, zangolotino, descerebrado, mamarracho... Y más, y más inamistosos calificativos en radio, televisión e internet. Si España fuera Cuba, Zapatero nos habría arrestado a todos, a los por lo menos 74 y la que suscribe díscolos plumillas, de una sola redada, como Fidel hizo en Cuba en marzo de 2003 con los 75 opositores políticos a su régimen, la mayoría periodistas. Y los progres no habrían ni rechistado. En pocas horas, Rubalcaba nos habría montado una operación sincronizada, la policía política habría allanado nuestros hogares, nos habría interrogado a golpe de bayoneta y los pseudojueces nos habrían arrojado a prisión por 30 años, como sucedió en Cuba. Porque, yo misma que en el último mes he escrito que Zapatero es un producto de marketing todo sonrisas, que gobierna desde el forro del traje que hasta ahora ha lucido, desde la indigencia ideológica y política... yo misma –digo– habría sido imputada de pensar por cuenta propia y de discrepar del gobierno, intolerables delitos contra la independencia y la integridad de la nación. Y una ley mordaza habría hecho el resto. Un día como hoy, mis compañeros y yo habríamos protagonizado, por provocadores y subversivos, un luctuoso Verano, como la Primavera Negra cubana de hace siete años.Si España fuera Cuba, mi habitáculo en prisión sería de cuatro metros cuadrados, con derecho a solearme en una jaula enrejada una vez al mes, a abandonar el aislamiento una vez cada dos, a ver a un familiar una vez cada tres, a recibir alimentos complementarios una vez cada cuatro, y a tener un encuentro íntimo con mi marido una vez, cada cinco meses. Largos y largos años de incomunicación... A menos, que el ministro de un país redentor viniera a liberarme, eso sí, desterrándome a su país, porque mis delitos por hablar alto y claro me han tatuado como a una apestada para toda la vida. Lástima que en el país de acogida del ministro redentor pocos querrían saber de mí. Ningún progre saldría a homenajear mi lucha, ni a ofrecerme ánimo por mi abnegada trayectoria, como tampoco lo hicieron ante la lapidación de una desgraciada mujer adúltera iraní. Ninguna de sus pancartas honrarían mi dignidad. Un mes después de mi llegada a mi nuevo hogar/pensión ninguno preguntaría por mí. Los progres es lo que tienen. Porque en ese país de Alí Baba el bien superior sería la Alianza de las Civilizaciones con los tiranos que encarcelan, vilipendian, asesinan y aplastan ciudadanos y no con los pueblos, con las mujeres y los hombres que ansían vivir en libertad. Como en Cuba o como en Irán. Triste destino. Años y años encarcelado en tu país para que el destierro sea entre ladrones.