Ciclismo

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Sprint y escabechina

Gana Sagan, Valverde y Schleck ceden 2 minutos y Freire, con el pulmón perforado, dice adiós a los JJ OO

Sprint y escabechina
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El camino hasta Metz era un acto de fe –dos caídas en la primera parte afectaron a Valverde, Greipel y Gesink, sin consecuencias– que se convirtió en cuestión de supervivencia. A 23 kilómetros para la conclusión, carretera estrecha y nervios. Dos ingredientes que, mezclados, dan siempre el mismo resultado: sangría.
Bicicletas rotas, enganchones en medio de la carretera, ruedas tiradas en el campo. Mikel Astarloza abandonaba mientras otros gritaban. Frank Schleck, vivo y entero, moría de desesperación viendo cómo los primeros afectados echaban a andar y él, con la bicicleta descascarillada, tenía que esperar a la de repuesto.
Un campo de batalla al grito de sálvese quién pueda. Allí se quedó bloqueado Valverde, que venía de caerse horas antes y que, gracias a la baja velocidad, en la última gran escabechina no se fue al suelo: «Pero me dieron por detrás y encima me cayó una bicicleta encima». Conmoción y freno obligado. Los segundos se hacían minutos. Pasaban, mortales, a la velocidad rápida que se escapa un Tour. Más de dos minutos le cayeron al murciano en la línea de meta, igual que a Frank Schleck, y a Scarponi, Mollema y Brajkovic. Peor le fue a Gesink. En carne viva pedaleó hasta la meta aguantando cómo los comisarios le sobrevigilaban para que no se agarrara a los coches. Tres minutos de penitencia. Le duelen más que las heridas. Como a Freire, también involucrado en la caída. Entró con dolores. Tiene una costilla rota y perforación de pulmón. Se va del Tour y no llegará a los Juegos Olímpicos, como Rojas. También está «tocado» Luis León. Quedan Samuel y Valverde. Ventoso ocupará un lugar. Falta otro.
Como el susto ya lo puso la montonera, como la sangría ya era un reguero hasta Metz, allí Sagan se dedicó a machacar a quienes se atrevieron a desafiarle en un sprint agónico, de fuerza bruta. Tan bello como mortífero y doloroso. Todo suyo. Esta vez, la celebración fue «a lo Balotelli». Brazos en arco bajo, bíceps a relucir y grito redondo. Sólo las bestias sobreviven a las escabechinas.