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Las difíciles relaciones con Alemania por Francisco Marhuenda

La Razón
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Desde finales del siglo XIX, tras la guerra francoprusiana (1870-1871), Alemania ha sido uno de los países más importantes de Europa, aunque no siempre ese protagonismo ha sido por razones positivas. Las relaciones políticas con España nunca han sido importantes e incluso, si nos remontamos a unos siglos atrás, fueron tormentosas. Carlos V pasó buena parte de su reinado luchando con los príncipes alemanes luteranos no sólo por la cuestión religiosa sino también para limitar el poder del emperador. Es curioso, porque Carlos era más Habsburgo que Trastámara e incluso no había nacido, a diferencia de su hermano Fernando, en España y, además, al principio no hablaba castellano. Su abuelo materno, Fernando el Católico, siempre temió que una dinastía extranjera ocupara la Corona de la Monarquía Hispana, que tantos esfuerzos le había costado constituir con su esposa Isabel. La brillante política de alianzas matrimoniales condujo a la constitución del mayor imperio desde la época de Roma, pero también a que estuviera finalmente en manos de la Casa de Habsburgo. Es cierto que Carlos se sentía más unido a España al final de su reinado y quiso acabar sus días en Yuste. El sueño alemán había acabado en pesadilla y en su testamento entregó el Sacro Imperio Romano Germánico a su hermano Fernando. La falta de simpatía alemana hacia España tiene unas raíces profundas que se remontan a aquellos años y a las falsedades de la «leyenda negra», que acompañó a sus sucesores y tanta fortuna tuvo desde entonces en los países que envidiaban a la Monarquía Hispana. Felipe II tuvo que combatir el protestantismo en los Países Bajos lo que le hizo tremendamente impopular en Alemania. La cuestión religiosa era una profunda barrera.

Alemania vuelve a ser la principal protagonista del futuro de Europa, pero lo hace impidiendo que se avance en una unión que sea más sólida y justa. Los intereses electorales de Merkel y la obsesión por la inflación, que destrozó la economía alemana en el periodo de entreguerras, no permiten resolver la crisis del euro. El Tratado de Versalles (1919) trató muy mal al país germano, pero no hay que olvidar que provocó una guerra mundial. Alemania ha asumido un liderazgo que está siendo muy negativo y su población, además, contempla con manifiesta antipatía a los países del sur. Es cierto que hemos cometido errores, pero es inaceptable que se conduzca a la economía española, como ha pasado con Grecia o Portugal, a un desastre porque Merkel y sus aliados actúen con una insolidaridad que el resto de Europa y Estados Unidos no mostraron cuando Alemania necesitó ayuda después de la Segunda Guerra Mundial o tras la reunificación.